El presidente outsider

¿Dónde empieza y termina una nación? Pero sobretodo, ¿qué es una nación? Concepto difícil si lo hay en la sociología. Sin embargo, Donald J. Trump entendió la esencia profundamente ideológica de esa “comunidad imaginada”. De alguna manera, el magnate inmobiliario y presidente electo de los Estados Unidos (cargo que debe ser ratificado en el Colegio Electoral en diciembre) difundió su propia versión de la misma, suficientemente poderosa como para que los hombres blancos hicieran la diferencia en la elección.

por Nicolás Deza

 

 

¿Dónde empieza y termina una nación? Pero sobretodo, ¿qué es una nación? Concepto difícil si lo hay en la sociología. Sin embargo, Donald J. Trump entendió la esencia profundamente ideológica de esa “comunidad imaginada”. De alguna manera, el magnate inmobiliario y presidente electo de los Estados Unidos (cargo que debe ser ratificado en el Colegio Electoral en diciembre) difundió su propia versión de la misma, suficientemente poderosa como para que los hombres blancos hicieran la diferencia en la elección.

Trump arremetió desde el inicio contra el “establishment” o “elites” en Washington, otro concepto difuso, si se recuerda que durante años cerró negocios millonarios con la crema del poder estadounidense. Se animó primero a bastardear a los propios líderes republicanos, manteniendo una guerra abierta con el senador Rubio de Florida (Estado que Trump ganó ayer por penales) y una guerra fría con el diputado y presidente de la Cámara Baja en el Congreso, Paul Ryan.

Acusó a toda la clase política de fundamentalmente dos cosas: la pérdida de empleos y la inmigración. Vinculó ambas cuestiones a los acuerdos de libre comercio, principalmente el TCLAN con Canadá y México. Resultado: ganó prácticamente en todos los Estados del antiguo “cinturón industrial”, un viejo resabio de los años dorados del capitalismo. La prensa daba por hecho que Hillary ganaría en Michigan. Detroit, su capital, quebró en 2013, tras la falta de acuerdo con los acreedores para saldar su mega deuda municipal. Si, como en Robocop.

Hillary ganó en la ciudad de Detroit pero Trump obtuvo el Estado por menos de medio punto  Esa es la constante en esta elección. Si ayer se ingresaba en los mapas desplegados en los sitios de los grandes medios para ver cómo iba la votación en cada Estado, Clinton se imponía en los grandes centros urbanos pero perdía prácticamente en todos los condados periféricos. Probablemente imágenes como la de Detroit pesaron más en el imaginario popular que cualquier dato económico positivo de los últimos tiempos.

Los gremios mostraron hace meses su preocupación por cómo el mensaje del magnate resonaba en las bases. “Donald Trump está repiqueteando en la furia entendible y real de la gente trabajadora”, dijo Richard Trumka, presidente de la AFL-CIO (confederación gremial estadounidense), en marzo pasado. En las encuestas, el 60% de los hogares estadounidenses vinculan al TCLAN con la pérdida de puestos de trabajo.

Buena parte del mensaje de Trump consistió en recordar que Bill Clinton fue el autor de dicho acuerdo, y vinculó a Hillary con los Acuerdos Transpacífico (TPP) y Transatlántico (TTIP) en negociación, forzando a Obama a echar el freno sobre el tratamiento de la ley del TPP en el Congreso. El presidente quería dejar la Casa Blanca con el acuerdo final del TPP ratificado en el Congreso por sí o por no, ya sin posibilidad de modificar el texto que se acordó con otras 12 naciones del Asia Pacífico y Latinoamérica.

El círculo de la retórica anti comercial se cierra con el ataque a los inmigrantes y a los mexicanos en particular. En este aspecto, el trabajo sucio ideológico lo operaron personajes como Steve Bannon y Alex Jones, equivalentes estadounidenses al argentino “Baby” Etchecopar pero con aceitadas maquinarias en el submundo de la derecha “alternativa” o alt-right media. Bannon terminó siendo el jefe de campaña de Trump.

En el último tramo de campaña se hizo fuerte hincapié en que estas elecciones definían entre otras cosas la composición del Senado, en donde los republicanos bloquearon este año la nominación de Garland para juez de la Corte Suprema de Justicia, tras el fallecimiento del juez Scalia. Pero también hay tres jueces que pueden jubilarse en los siguientes cuatro años, por lo que el Partido Republicano, a raíz de los resultados, ya ese encuentra virtualmente en condiciones de renovar cuatro sobre nueve jueces.

Con temas problemáticos como el derecho al aborto y la reforma inmigratoria en suspenso judicial, todos los medios de la derecha unificaron el mensaje: voten o no voten a Trump, pero voten senadores republicanos. Con los resultados puestos, ya se teme que una futura composición del máximo tribunal de Justicia arroje siete jueces conservadores y dos liberales. El inmigratorio no es un tema menor, en la medida que en ciertos círculos se barajaba la necesidad de impulsar un acuerdo de unión aduanera y fiscal con México y Canadá. Es decir, elevar el TCLAN al nivel de incorporar a ambos países como virtuales nuevos Estados del país.

Estas cuestiones anticipan las dificultades que tendrá Trump para construir gobernabilidad. Debe pedir prestado al partido funcionarios para llenar el gabinete , después de haber tensionado al máximo la relación con los líderes republicanos. Pero esto implica que tendrá que negociar primero con el partido en temas como política inmigratoria, fiscal y comercial. Es factible que la fracción republicana del Tea Party no lo acompañe en una política fiscal agresiva para construir infraestructura, otro eje fuerte de la campaña.

Tras la segunda derrota con Obama en 2012, el establishment del Partido Republicano difundió un informe partidario, muy autocrítico de la performance en esa elección. Los autores entendían que las fisuras dentro del Congreso lo limitaban a una mera actividad obstruccionista de la agenda demócrata. Pero preocupaba fundamentalmente que esas divisiones abrieran el partido a un posible intruso extrapartidario, en una suerte de auto profecía cumplida, cuatro años después.

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