«Evita es mi mascarón de proa para enfrentar la cultura de la muerte»

El Grito del Sur entrevistó al director de "Eva Perón Resucitada en los tiempos del rencor". Poeta, dramaturgo, psicólogo social, docente y abogado de presos políticos, Vicente Zito Lema cuenta cómo se preparó toda la vida para revivir a Evita en una fábrica recuperada por sus trabajadores.

Vicente Zito Lema recibe a El Grito del Sur en su casa de Parque Chacabuco la mañana de su cumpleaños 77. Es lunes y el teléfono no para de sonar. Lo llama el psicólogo social Alfredo Grande, y le recuerda que esa misma noche en un bar de Villa Crespo lo esperan sus amigos con una sorpresa: se cumplen 40 años de la publicación de Conversaciones con Enrique Pichón Riviére, el más célebre entre sus libros, por lo que tiene que estar preparado para brindar y también para leer. Lo llama su hija mayor, desde Holanda, país al que Vicente partió en barco una tarde de 1977 amenazado por la dictadura y donde pasó gran parte de su exilio. Lo llaman sus compañeras del elenco –cien por ciento femenino– de «Eva Perón Resucitada en tiempos del rencor», su última obra de teatro, montada en la fábrica recuperada IMPA por propia decisión, artística y política. “Me preparé toda la vida para poder escribir sobre Eva”, le dice al Grito entre llamado y llamado, en un diálogo que repasa el proceso creativo de la obra.

En la previa de la obra, dijo: “Quizás todo lo que escribí ayer fue para escribir hoy sobre Eva”. ¿Por qué?
Puse todo en juego. Como le pasa a muchos, me siento agredido en mi humanidad por este momento histórico. Me siento humillado, a mis 77 años, por las elecciones que llevaron al poder a Mauricio Macri, lo que entiendo como una involución en la conciencia de la sociedad argentina. Y que se inscribe, entiendo, dentro de lo que recibo del mundo: el triunfo de Donald Trump en EEUU y el auge del fascismo en Francia, Alemania y Holanda, países de los cuales tengo conocimiento pleno, incluso por cuestiones personales. Los partidos neonazis tienen diputados y capacidad de disputar poder en un país como Holanda, históricamente ejemplo en materia de derechos humanos, de hecho fue el primer país con derecho al asilo y que permitió publicar libros sin la venia papal. Ese mismo país está generando ahora partidos políticos que están cuestionando su propia historia. Mi formación dialéctica me lleva a entender la realidad como totalidad, y eso puede aplicarse al caso de mi obra también. Siempre luché por lo justo y la belleza desde el arte, que es lo que mueve la vida. Hoy, a mis 77 años, esa involución de la que hablo me llevó a decir “vuelvo a luchar por encima de mis debilidades físicas, de mi cansancio”, a decir “voy a seguir por encima de todo”. Por eso, todo lo que escribí ayer es para resistir hoy a a esa cultura de muerte, una vez más, a través de la escritura. Ahí toma forma la figura de Eva Perón, a la que amo, y en la que pongo todo lo hermoso y lo justo que mueve mi vida. En la obra pongo todo lo que durante 50 años fue mi aprendizaje en el campo del arte.

En el texto hay varias huellas de la situación política, por ejemplo habla del baile en el balcón de la Rosada durante la asunción de Macri. ¿Influyó este gobierno en el proceso de creación?
Sí, pero más que nada en el último tramo. Empecé a trabajar en los primeros textos de la obra hace tres o cuatro años. Como en cada una de mis obras, apliqué acá también el método de la antropología teatral poética. Investigué muchísimo sobre Eva: no hay una sóla palabra que ella diga en la obra que no haya dicho en la vida real. Entrevisté al Padre Benítez, que le dio la extremaunción, hablé con la gente del hospital donde estuvo internada, con los vecinos de Los Toldos, donde nació. Pude reconstruir su trabajo sindical, un aspecto que no se menciona mucho de su vida: ella fue secretaria del gremio de artistas antes de conocer a Perón. También reconstruí su relación con (el actor) Agustín Magaldi, su primer amor. Luego hago una síntesis poética, pero no hay palabra que no haya dicho Eva en sus discursos. Así trabajé también con La Pasión del Piquetero: hay poesía que extraje del expediente judicial, no sé cómo sucede pero luego de entrevistar al padre de Darío (Santillán), a sus amigos del barrio y sus compañeros, de alguna manera eso aparece en los poemas y en las obras. Y lo que aparece es sensible, es verdadero. Además, aunque parezca loco, la obra también la soñé: soñé cada partecita de la música del principio al final, soñé el vestuario, la puesta de escena, muchos de los diálogos. Todo lo que está en el escenario es un largo sueño que tenía en mi cabeza. La música, por ejemplo, es la que escuché a lo largo de toda mi vida, y el fragmento de Wagner cantado por Maria Callas (Liebestod) que reproduzco en la obra es la síntesis de lo todo lo que yo amo de la música y la escuché cuando estuve grave. En ese fragmento es donde yo siento que está la perfección de la voz de la voz humana, diciendo algo que es único. También aparece Schubert sobre un texto de Goethe. Todos ellos están en la obra junto a Eva.

Horacio González, que analizó su obra, plantea que Eva es una suerte de mito que la atraviesa. ¿Coincide?
Horacio escribió el prólogo de mis obras completas editadas por la universidad de Córdoba, que me premió con el Honoris Causa, y dice efectivamente que en esas casi mil páginas que escribí a lo largo de mi vida hay dos mitos: Eva Perón y Carlos Gardel. Gardel es la cultura popular, Eva el amor social. Eva es la mujer que recorre toda mi obra. Si hay alguna mujer que aparece de una forma u otra, una huella por decirlo así, es Eva, el mito mío sobre la mujer en el mundo. Aparece como madre de los hijos que no tuvo y que son los hijos de la pobreza y el dolor, y en la belleza de las que fueron bellas por un solo instante sintiendo que ellas mismas eran Eva.

¿Cuánto de esas mil páginas está en Eva perón Resucitada?

Escribí a lo largo de los años varios diálogos de Eva con el pueblo, de Eva con Aristóteles, con sus familiares, todo un conjunto de escenas y poemas que podríamos decir que conforman un corpus gigantesco, una masa que un panadero puedo tomar después para hacer pan. Mi sueño era montarlo todo junto, pero llevaría diez horas de teatro y estoy grande. No tengo fuerzas para hacerlo. En un principio pensé simplemente en escribir una obra que represente ese conjunto que llamo “el mundo Vicentiano sobre Eva” para que algún joven lo lleve al teatro. Tengo ese sueño todavía. Pero sucede que me golpea la involución en la conciencia amorosa, que es para mí peligrosa porque puede ser el fin de una sociedad. Así que me puse en marcha. Por eso es Evita que renace en una fábrica recuperada en el tiempo del rencor, como mascarón de proa para para enfrentar la cultura de la muerte impuesta desde el Gobierno.

¿Conoció a Evita?

Ella me regaló mi primera bicicleta. Me acuerdo que fue en la primaria, escribí una composición sobre las Malvinas, y resulta que me gané la bicicleta, que la entregó Eva en persona. El texto era un diálogo, porque no me salía escribir otra cosa, y era entre dos chicos, uno que veía bien la pelea por recuperarlas y otro que decía que era inútil. Recuerdo que en el seno de mi familia se dio la misma disputa que en muchas otras. Mi abuelo Manuel era anarquista; mi padre, socialista de Palacios. A ninguno de ellos les gustaba Eva y el peronismo. Pero a mi madre sí, mi madre amaba a Eva. Recuerdo a la familia reunida en una mesa bajo la parra de la casa de mi abuelo discutiendo de todo, porque discutíamos de todo, y también de política. A mi madre, tímida, le pasó lo que a muchas muchachas de su época: se identificó con ella, vio en Eva realizados sus sueños. Recuerdo su angustia al no tener la capacidad política para discutir con mi papa, formado en la política, y con mi abuelo, apasionado con el anarquismo. Con 6 o 7 años, yo veía a mi mama que quería discutir con los hombres de la familia y que no la dejaban. Sentía como chico el deber de defender a su madre, quería participar pero no sabía que decir. Estoy haciendo casi una descripción casi psicoanalítica (risas). Sin saber que pensaba yo de Eva, empecé a quererla y defenderla simplemente como una traslación del cariño hacia mi madre.

En la obra hay un personaje que podría decirse que está ausente o tácito, que es Perón. ¿No le tiene el mismo cariño?
Tengo un respeto intelectual enorme por él. Leí sus textos y escuché sus conferencias. Sé la importancia que tiene la obra de Hegel en él y aunque tenga críticas sobre su accionar político debo reconocer que es uno de los estadistas con mejor formación política que pude conocer. Pero nunca lo pude querer bien. Nunca podía querer al hombre que dormía con la mujer que amaba (risas). Eso se exterioriza desde el psicoanálisis y lleva a la vida política. De Eva rescato todo; de Perón tomo muchas cosas y otras cosas las discuto. De Eva no discuto nada, sin importar si puedo o no hacerlo desde mi formación científica, digamos.

Eso mismo le pasó a Tomas Eloy Martínez, a Juan Gelman y a Rodolfo Walsh. ¿Fue una cuestión generacional?

Es una cuestión generacional, sí, todos nos enamoramos de ella. También los que estaban antes, como Marechal, sintieron eso, aunque eran contemporáneos. Nosotros tuvimos dos amores, el Che y Eva. Había coincidencia en torno a Eva en sectores revolucionarios que no querían a Perón o al peronismo. Algo de eso también se ve cuando Eva se suelta el pelo al final de la obra. Es una disputa de la época. Para el peronismo ortodoxo Eva era la señora con el rodete, la imagen sagrada. Para nosotros, Eva era con el pelo suelto. Una forma de subvertir a la Eva que construyeron como señora. Para nosotros era Evita compañera. Ahí hay un guiño a mi generación.

Lo mismo pasa cuando Eva, en la obra, narra la muerte de Vicky Walsh.

Sí, pero más que un guiño es lo que yo pienso. Eva revivió en nuestra generación, no en los tipos que se burocratizaron en el peronismo. Yo me pregunto, ¿qué hace Eva en la boca de Massa? Se muere. Es una disputa todavía abierta. En la que no quiero entrar partidariamente. Pero sí desde lo simbólico.

Es curioso, pero estrenó una obra en la que salvo usted, todo el elenco es femenino, y que trata sobre la mujer más importante de la historia argentina en un año marcado políticamente por la lucha de género.
El capitalismo es natural enemigo de la mujer. La cultura de la muerte que expresa este tiempo de neoliberalismo, como cara de un capitalismo atroz, no puede existir si no golpea y lastima lo que la mujer expresa, sea o no la mujer consciente de esa verdad. Dentro de la atrocidad cotidiana, el capitalismo convirtió a la mujer en algo a destruir diariamente. Lo legal, lo comunicacional, la publicidad, la creación de nuevas mitos, todo es como un gran “matemos a la mujer”. También observo algo más general, que es la situación de alienación social que vivimos, una sociedad tomada por momentos de renegación psicótica, es decir, negar la realidad y negar al mismo tiempo que la está negando. Eso está ligado a las formas financieras con que el capitalismo subvierte la vida para reproducirse y convierte a la mujer, en consecuencia, en materia a castigar, a destruir, como lo hace con todo lo que se lo opone.

¿La historia misma de Eva puede ser tomada como un símbolo de eso que describe?

Evita es un símbolo de lo que el capitalismo destruye y también de lo que podría ser la mujer ser en una sociedad no capitalista, como ella quería. Por eso Eva se convierte en símbolo de un nuevo tiempo humano, que va a ser lo que no puede ser en este tiempo deshumanizado.

Usted dice que la frase “Viva el Cáncer”, es la expresión del “lenguaje del rencor”. ¿Dónde reconoce ese lenguaje hoy?
Lo que antes era “viva en cáncer”, hoy, desde otro lugar, más artero, es el “terminen con el curro de los derechos humanos”. Parece más inocente, y allí radica su peligrosidad. Tiene que ver con lo que Hegel llamaba el espíritu de la época: hoy veo una banalidad del mal. “Viva el cáncer” era de un desprecio fantasmático, porque el cáncer era en esa época una enfermedad desconocida, a la que se temía mucho. Macri habla que no sabe cuántos son los desaparecidos y parece burdo, como irresponsable, parece anecdótico. Hoy hay una banalidad que degrada todo. Y para el mal, la degradación de todo es su triunfo. La vida, en cambio, necesita exponer cosas como son.

No deja de ser una obra de denuncia, sin embargo Eva habla como si fuera una poeta. ¿Por qué?
Al margen de la crítica, yo escribo poéticamente. Siempre escribí así. Yo no puedo explicar por qué, pero yo me pongo así y me transformo y hablo de cualquier tema. En Días y Noches de Amor y de Guerra, mi amigo Eduardo Galeano narra un acto por los presos políticos en el que me tiran del saco los compañeros FARC, el ERP, Montoneros y el PC porque terminó hablando de la vida y de la belleza y que se yó qué más. Ortega Peña me decía en broma que el día que tomáramos el poder, Vicente Zito Lema iba a contarle al país de que se trataba la revolución, para armar más quilombo (risas). Es lo que intento: como decía Platón, el poeta es el que logra que lo justo y lo bello vayan de la mano. Ojalá lo haya logrado, es lo que intento desde siempre.

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Matias Ferrari

Periodista, comunicador y militante social. Trabajó en Página/12 y colaboró en la investigación del libro "Macristocracia" publicado por Editorial Planeta.