“Gasolinazo”: capítulo extremo en el modelo a imitar por Macri

En México, el aumento promedio del 20% a nivel nacional de las “gasolinas” (naftas) generó al inicio de esta semana manifestaciones y protestas con cortes de ruta en distintos puntos del país. Sobre ese clima de malestar popular se empezaron a registrar ya en la noche del martes los primeros episodios de saqueos en locales de autoservicio, “gasolineras” y tiendas electrónicas. Según fuentes oficiales y empresarias, se registraron 380 negocios saqueados, más de mil detenidos y 5 muertos.

por Nicolás Deza

 

En México, el aumento promedio del 20% a nivel nacional de las “gasolinas” (naftas) generó al inicio de esta semana manifestaciones y protestas con cortes de ruta en distintos puntos del país. Sobre ese clima de malestar popular se empezaron a registrar ya en la noche del martes los primeros episodios de saqueos en locales de autoservicio, “gasolineras” y tiendas electrónicas. Según fuentes oficiales y empresarias, se registraron 380 negocios saqueados, más de mil detenidos y 5 muertos.

Los aumentos, que entraron a regir el primero de enero, son un efecto inmediato de haber incluido en el presupuesto nacional de 2017 la liberalización en el precio de las naftas. Esto significa que el Estado, a través de Petróleos de México (PEMEX), dejará de fijar un precio nacional para las mismas. En adelante, los precios se ajustarán a los costos de producir o importar crudo o las naftas mismas. Es decir, al “costo de mercado”.

Hasta diciembre, el Estado fijaba el precio de referencia nacional a través de subsidios, de manera tal que financiaba el bolsillo de los ciudadanos para que accedan a naftas con precios relativamente bajos. De la forma en que se elija verlo, el gobierno gastó o invirtió al año en esos bolsillos una suma equivalente a entre el dos y tres por ciento del PBI (la suma de todos los bienes y servicios que se producen en el país por año).

El presidente mexicano, Enrique Peña Nieto, buscó desligar la suba de los precios de la reforma energética, iniciada en 2013 como respuesta al brusco descenso en la producción nacional de petróleo en los últimos diez años. Tantos años de malas decisiones, falta de inversión y casos de corrupción en PEMEX permitió al ala tecnocrática del partido gobernante terminar con el monopolio de la petrolera estatal sobre la exploración y producción en el país.

El problema con los combustibles es objetivo: importó en 2016 casi el 60% del combustible utilizado, debido a falta de crudo y a refinerías vetustas que operan al 60% de su capacidad. Sin embargo, y más allá del debate sobre ganadores y perdedores con la reforma energética (de todas formas crucial), la quita de subsidios es otro episodio, quizás el más extremo y simbólico, en las políticas para sostener la “estabilidad cambiaria” en México.

Cuando se habla de políticas neoliberales se está hablando en realidad de políticas que tienden a sobreestimar la estabilidad de la moneda nacional. Los sucesivos recortes fiscales estos años en áreas como educación y salud pública en México se han hecho en nombre de reducir el déficit fiscal. Tener menos déficit implicaría tener más recursos disponibles para indirectamente defender el valor cambiario del peso mexicano respecto al dólar, principalmente.

De esta manera, tanto las reservas en dólares del banco central mexicano (que obtiene de comerciar con el mundo) como los ingresos fiscales (impuestos), que son los recursos globales de la sociedad mexicana, se vuelcan principalmente a defender el valor de la moneda. Es una consecuencia operativa de la perspectiva monetarista en economía, que vincula baja inflación con desarrollo económico. Y para lograr controlar la primera es que proponen la lucha contra el déficit fiscal.

Esa “estabilidad cambiaria” gracias a baja inflación y prudencia fiscal sería la garantía para la llegada de inversiones productivas, siendo el sector privado el verdadero y único motor del desarrollo. La contradicción es total, pues en nombre de esas inversiones se abre el mercado local al flujo internacional de capitales financieros, que configuran la mayor fuente de inestabilidad económica y cambiaria. Peña Nieto anunció recortes fiscales en varias ocasiones, tras desplomes en el valor de la moneda por fugas transitorias de capitales financieros.

Desde esta visión global, en la que el sector privado es el principal protagonista, se ejerce un discurso sobre lo público que plantea falsos antagonismos para defender esa racionalidad subyacente. Basta con ver al secretario de seguridad pública, Aurelio Nuno Mayer, señalar que el mantenimiento de los subsidios implicaba recortes al gasto en educación. Grabar a sectores de mayores ingresos o poner al Estado en pie económico no entran en la ecuación.

El caso del modelo mexicano debería ser una alerta para los sectores medios y populares en Argentina. La gestión de Mauricio Macri avanzó fuertemente en eliminar restricciones al ingreso y egreso de capitales financieros. Su nuevo ministro de hacienda, Nicolás Dujovne, asumió con el mandato de reducir el déficit en 2018 y controlar el gasto pautado para 2017. Pero una de sus primeras medidas fue terminar con el plazo mínimo de permanencia de 120 días para inversiones financieras extranjeras, sumando más volatilidad estructural al sistema.

La racionalidad subyacente sobre el uso de los recursos globales en nuestras sociedades es hoy cuestionada por sus resultados socio económicos. La acumulación de reservas en dólares en los bancos centrales tiene su origen en las crisis latinoamericanas de deuda externa en los años ’80, como política de resguardo para defender el valor de la moneda contra bruscos vaivenes en los flujos financieros internacionales. Echar mano a esos recursos para apuntalar el desarrollo nacional productivo es una posibilidad cada vez más discutida y ejercida en el mundo.

Bajo el mantra de volver al mundo, Cambiemos se mira bastante en el espejo de México. Su límite objetivo es la capacidad de endeudamiento público. Pero su límite político es la resistencia de los ajustados al ajuste. El “gasolinazo” y la respuesta popular mexicana son un llamado de atención al respecto.

 

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