Sobrevivir bajo el suelo de la dictadura

El libro "La Biblioteca Roja. Brevísima relación de la destrucción de los libros" fue publicado hace pocos meses por Ediciones DocumentA/Escénicas y relata el desentierro de esos ejemplares situados por debajo del jardín de una casa en la ciudad de Córdoba. Reseña de la historia social y colectiva de nuestro país en su período más oscuro.

«Entre diciembre de 1975 y marzo de 1976, Liliana Vanella y Dardo Alzogaray enterraron parte de su biblioteca en un pozo de cal en el patio de su casa en la ciudad de Córdoba». Así comienza el libro «La Biblioteca Roja. Brevísima relación de la destrucción de los libros», publicado hace pocos meses por Ediciones DocumentA/Escénicas. En él, se narra la historia de cómo Dardo y Liliana tuvieron que enterrar sus libros en los meses previos al golpe de Estado de 1976 y cómo, cuarenta años más tarde, los autores Tomás Vanella Alzogaray, Gabriela Halac y Agustín Berti incursionaron en la aventura del desentierro de esos ejemplares situados por debajo del jardín de una casa en la capital cordobesa.

En el año 2014, Tomás y Gabriela realizaron entrevistas a Dardo y Liliana interesados por su historia y la de los libros que, por precaución y antes de exiliarse, debieron enterrar. Dardo cuenta allí que desde el año 1966 se comenzó a ver a ciertos libros como objetos peligrosos, puesto que «los libros estaban expresando lo que el dueño pensaba». Y si el dueño leía sobre teoría política, vinculada al marxismo, guevarismo o leninismo, «estaba frito». Aquellos años fueron el inicio de lo que más tarde se intensificaría durante la última dictadura militar: persecución, tortura y desaparición para erradicar de la sociedad ideas «foráneas» y «subversivas». La primera censura -dirá Dardo- era la censura familiar, ya que eran los mismos parientes los que quemaban o tiraban libros como forma de cuidarse y para no quedar expuestos.

En 1975, por las calles de la ciudad en donde años antes se habían levantado obreros y estudiantes contra el gobierno del general Juan Carlos Onganía, Dardo y Liliana debían andar con sus libros forrados, un método para circular un poco más tranquilos ante los ojos policiales. Para prevenir a la familia de un amigo y conservar los libros de la biblioteca, además, hacían lo que llamaban «limpieza de la casa»: cuando se pensaba que a algún compañero de militancia se lo había detenido, lo primero que se hacía era correr hacia la casa para desarmar la biblioteca y poner en circulación los libros antes de que sean quemados por las fuerzas de seguridad.

Dardo y Liliana llegaron a la decisión de enterrar sus libros (contaban con el espacio necesario y la alternativa de quemarlos les parecía muy dura), entre los que figuraban ejemplares de Gramsci, Lenin y Trotsky, revistas del Centro Editor, además de algunos cassettes con recitados, poesía y música. Tenían la esperanza de poder recuperar ese material cuando las cosas se calmaran. En 1976, ya instalado el gobierno de facto al mando de Jorge Rafael Videla, y ante el creciente peligro, Dardo y Liliana debieron exiliarse a México, de donde pudieron regresar mediante un programa de repatriación una vez recuperada la democracia en el año ’83. En ese momento realizaron un primer intento por recuperar los libros, pero al encontrar un paquete casi desecho debajo de la tierra desistieron de seguir con la búsqueda.

Treinta años después, Tomás -hijo de Liliana y Dardo-, junto a Gabriela y Agustín comenzaron el proyecto para ver qué quedaba debajo de la tierra del patio de la casa. En 2016 recibieron un financiamiento del Ministerio de Cultura de la Nación y en enero de 2017 iniciaron las tareas junto a miembros del Equipo de Antropología Forense, cuyo director, Darío Olmo, les indicó: «Una excavación arqueológica es un hecho único, destructivo e irrepetible».

La exhumación de los libros llevó una semana de trabajo. Con días de lluvia y otros de sofocante sol, se removieron cuatro toneladas de tierra para finalmente hallar dieciséis paquetes, envueltos con hilo y bolsas de plástico, que tenían distintos grados de desintegración. En las anotaciones diarias que Gabriela Halac realizó durante el desentierro puede leerse: «¿Qué es un libro que no se puede leer? / ¿Un libro tierra es un libro? / ¿Un libro raíz es un libro?».

«La Biblioteca Roja» es un libro interdisciplinario.  A las entrevistas realizadas a Dardo y Liliana en 2014, se suma un ensayo sobre la destrucción y conservación de los libros escrito por el investigador Agustín Berti. El diario de exhumación que realizó Gabriela Halac se completa con las imágenes de Rodrigo Fierro, en donde pueden verse uno a uno los paquetes desenterrados y el estado de los mismos. El libro presenta además una novedosa entrevista al personal de una conservadora de papel, bajo la idea de realizar un manual de instrucciones para enterrar libros.

A través de la historia de Dardo y Liliana, asistimos en las páginas de «La Biblioteca Roja» a un fragmento de la historia social y colectiva de la Argentina, en donde se narra desde los acontecimientos políticos de los años setenta una parte significativa del recorrido de la industria editorial del país.

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