Cacerolas multifacéticas

Luego de la masiva movilización encabezada por partidos políticos y organizaciones sociales en contra de la reforma previsional, las cacerolas volvieron a aparecer en el centro de la escena. Como en el 2001 y el 2012 se escuchó su escarmiento en los barrios de la Ciudad. Repaso histórico por un instrumento que la clase media ha sabido adaptar a sus necesidades coyunturales.

Un refrán podría advertir que las cacerolas siempre están. Metidas en las alacenas de los hogares y, muy cada tanto, trasladadas hacia los balcones y las calles. El sentido de movilizarse con este peculiar instrumento bajo el brazo puede ubicarse mayoritariamente dentro de los sectores medios y su finalidad de uso ha variado según el período histórico transcurrido en nuestro país.

En el año 2001, cientos de miles de personas que habían perdido el empleo o sus ahorros en el banco se trasladaron furiosos con cacerolas a los epicentros de las grandes ciudades para exigir que se dejara de gobernar para el FMI a costa del hambre de todo un pueblo. En 2012, luego de casi una década de crecimiento económico y de políticas públicas que tendieron hacia un achicamiento de la desigualdad social, una parte significativa de aquella clase media que tiempo atrás le había dicho basta al gobierno del radical Fernando de la Rúa y al “neoliberalismo salvaje”, se movilizó con los mismos utensilios -en mejor estado que una década atrás, por cierto- al Obelisco y a Plaza de Mayo para pedir una apertura indiscriminada en la compra de dólares y para decirle no a la re-reelección de Cristina Fernández de Kirchner. A diferencia de la gran época de auge de esta forma de protesta, allí no se invocaron consignas relacionadas con la falta de trabajo y contra el saqueo de los ahorros familiares. Finalmente, el ruido inconfundible de las cacerolas volvió a resurgir en este agitado diciembre del 2017, cuando el gobierno neoliberal de Mauricio Macri intentó (y logró) sancionar vía el Congreso de la Nación un proyecto de ley que afecta la integridad económica de nuestros abuelos y de los grupos más vulnerables -entre ellos, niños y niñas- que perciben la Asignación Universal por Hijo (AUH).

Las cacerolas no cambiaron a lo largo del tiempo de dueño, dado que la principal portadora de este objeto de lucha siempre fue la clase media. Quizás por el carácter inestable y cambiante de este grupo social conformado por millones de argentinos y argentinas, es que podemos hablar de las cacerolas como instrumento multifacético que ha servido a lo largo de la historia en pos de diferentes propósitos y en rechazo de gobiernos de variado signo político.

 

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