Desmemoria, odio y sed de impunidad

Los pedidos de “reconciliación”, entonados por algunos dirigentes de Cambiemos, empiezan a surtir efecto en los hechos: museos que equiparan la labor de dictadores con la de presidentes democráticos y genocidas sueltos o con beneficios carcelarios.

Los agitados días posteriores a la sanción de la reforma previsional derivaron en un nuevo baldazo de agua fría para los organismos de derechos humanos: entre los festejos de Navidad y Año Nuevo, más precisamente el 27 de diciembre pasado, el Tribunal Oral Federal N°6 otorgó el beneficio de la prisión domiciliaria a Miguel Etchecolatz, quien cuenta en su prontuario con nada más y nada menos que seis condenas por la comisión de delitos de lesa humanidad.

Trasladado a una casa ubicada en Mar del Plata, desde ese momento comenzaron los escraches al represor de 88 años, también acusado por la desaparición en democracia del albañil Jorge Julio López. Los primeros en reaccionar fueron los propios vecinos del Bosque Peralta Ramos de esta ciudad balnearia, que pacíficamente recorrieron las calles del barrio pidiendo que Etchecolatz cumpla su condena en la cárcel. “No me es indiferente genocidas con privilegios”, “La única casa para un genocida es la cárcel”, sostenían algunas de las consignas vistas en los carteles de los manifestantes.

También salieron a la luz nuevas declaraciones de funcionarios ligados al gobierno nacional acerca del Terrorismo de Estado. Días atrás, el jefe del bloque PRO en Diputados, Nicolás Massot, sostuvo que “superar ese capítulo implica no sólo memoria, justicia y verdad. Es también perdón”. La presidenta de Abuelas de Plaza de Mayo, Estela de Carlotto, salió al cruce de esta polémica frase y fue categórica al afirmar que “rechazamos de plano la palabra reconciliación”. “No queremos abrazarnos con el que asesinó, no hay odio ni venganza, pero sí verdad y justicia y a quien corresponde que haya cometido un crimen, debe ir a la cárcel con todo el peso de la ley”, subrayó.

Casi en paralelo con la aplicación del beneficio a Etchecolatz, el Museo de la Casa Rosada -ex Museo del Bicentenario- incorporó a su muestra artículos personales y atributos presidenciales de los golpistas del siglo XX. Lo llamativo es que a un dictador de la talla de Pedro Eugenio Aramburu -iniciador de la llamada Revolución Libertadora- se lo reconoce con el mote de “presidente”. Asimismo, no se distingue entre aquellos mandatarios elegidos por el voto popular y aquellos que asumieron por la fuerza de las armas: se hallan en un mismo estrado Eduardo Lonardi y Jorge Rafael Videla que Arturo Illia, Héctor Cámpora o Juan Domingo Perón. “Acá verán recuerdos de todos los presidentes, con seriedad, con ecuanimidad, respetando la diversidad”, había soslayado el presidente Mauricio Macri al reinaugurar el Museo de la Casa Rosada en junio de 2016.

Bajo la idea de la reconciliación, el gobierno nacional aplica y estimula un combo letal que incluye excarcelaciones y beneficios a genocidas, museos que abogan por la “memoria completa” a pedido de las agrupaciones ligadas al negacionismo y el regreso de la discusión sobre la Teoría de los dos Demonios, tema que ya parecía cerrado en la historia argentina. El resultado más evidente de estas medidas es volver a empantanar el camino de la Memoria, Verdad y Justicia.

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