Teatro antidisturbios

La multitudinaria marcha federal de los docentes de ayer no pudo ingresar a la Plaza de Mayo, sobre la que continúan las obras que el Gobierno empezó hace cuatro meses. No sólo no se cumplió con los plazos del proyecto original, sino que además se colocó una reja permanente en reemplazo de las antiguas vayas. Organismos de Derechos Humanos y organizaciones sindicales denuncian un plan represivo, para evitar manifestaciones. Además, denuncian que el nuevo diseño -además de inconsulto- destruye el patrimonio histórico cultural.

plaza de mayo enrejada
plaza de mayo enrejada

—Así va a ser la nueva Plaza de Mayo— le dijo a Nora Cortiñas el funcionario enviado por el ministro de Ambiente y Espacio Público porteño, Eduardo Machiavelli, y le extendió un folleto blanco con vivos amarillos y los detalles de la «puesta en valor» de lo que para la presidenta de Madres de Plaza de Mayo Línea Fundadora es su segunda casa desde hace 41 años. El folleto adornaba la refacción con lugares comunes como «recuperar el espíritu y esplendor de la zona», prometía que la obra se terminaría en el primer cuatrimestre de este año, en lo posible antes del 24 de marzo, y no incluía ningún enrejado en el nuevo diseño.

«Ahora nos movemos entre escombros y rejas, aunque nos han dejado libre la entrada y la pirámide para hacer la ronda. Desgraciadamente deformaron la Plaza. No es más la Plaza que las Madres transitamos durante 41 años», dice Nora a El Grito del Sur. Es jueves al mediodía y se prepara para otra ronda, en la previa a la jornada de protesta del 25 de Mayo, fecha patria en la que se concentrarán miles de personas para rechazar la vuelta al FMI y la política económica del Gobierno. El acto central no va a ser donde siempre, sino en el Obelisco. «Tendriamos que haber resistido antes de que hagan este desastre», se lamenta Cortiñas.

Plaza de Mayo enrejada
Rejas en la Plaza de Mayo. Foto: Rocío Tursi

Ayer, una multitudinaria columna de docentes llegados de todo el país para la Marcha Federal se topó con una Plaza de Mayo en plena obra. El acto tuvo que hacerse sobre el asfalto. «Tuvimos que montar el escenario sobre Bolívar. Fueron 250 mil personas. Dos tercios de esas personas no vieron nada, sólo vieron una reja, porque estaban sobre las dos diagonales, donde tuvimos que poner pantallas gigantes», cuenta el secretario general de UTE, Eduardo López, uno de los organizadores de la jornada. Los gremios docentes podrían haber marchado hacia el Congreso, pero tomaron la decisión confluir en el mismo lugar que el año pasado. «El Presidente, si no mudó su oficina al FMI, sigue atendiendo en Casa Rosada. Y el reclamo de apertura de la paritaria nacional, y contra el ajuste en Conectar Igualdad, están dirigidos a él y a su gabinete. Así que vamos a seguir manifestándonos en la Plaza de Mayo, que es del pueblo, no de Rodríguez Larreta ni de Macri», ironiza.

Esta tarde, el propio Jefe de Gobierno justificó la colocación del enrejado. «Es una decisión de que tiene que ver la Seguridad», argumentó en una entrevista en Radio Con Vos, y sostuvo que «son movibles», por lo que dejó abierta la puerta para reubicarlas. En simultáneo, reveló que la decisión de colocarlas fue de la Casa Rosada y no de la gestión porteña, que impulsa las obras. Las rejas, en efecto, no formaban parte del proyecto original y comenzaron a colocarse, para la sorpresa de las organizaciones políticas y sociales, hace dos semanas.

«Parece que ni Machiavelli ni Rodríguez Larreta reconocen la diferencia entre el vallado y las rejas», desmiente al jefe de Gobierno la especialista en Patrimonio cultural y coordinadora del Observatorio de Patrimonio y Políticas Urbanas de la Facultad de Filosofía y Letras de la UBA, Mónica Capano. «El 9 de diciembre de 2015, durante la despedida de Cristina, se corrieron las vayas, que es cierto que estaban, pero las rejas no son movibles. El Gobierno porteño miente», asegura.

Para Capano, el nuevo diseño de la Plaza, rejas incluídas, «tiene que ver con una idea de disciplinamiento, de control», enfocado en el aspecto represivo. «Las rejas están ahí para que el Gobierno determine quiénes van a poder pasar, quiénes van a poder tener libre circulación, y quiénes no. Es la misma idea del panóptico de la carcel: el ojo del control», describe.

Capano señala otros dos aspectos centrales para oponerse al proyecto: el arquitectónico-simbólico, y la forma de encararlo, que denuncia de inconsulta y de violar el código de planeamiento urbano de la Ciudad, que en uno de sus artículos establece que cualquier modificación sobre la estructura de la Plaza debe aprobarse a través de la sanción de una ley en la legislatura porteña. Basados en ese último punto, la institución que dirige Capano, junto al Observatorio por el Derecho a la Ciudad, presentaron un amparo para detener las obras en la justicia porteña.

«La Plaza de Mayo tiene varias capas históricas: el 45 de octubre, los bombardeos previos al golpe del 55, Malvinas, las madres, los muertos por la represión del 2001. El nuevo diseño es conservador, porque dice que se inspira en una plaza del siglo XIX. Además, nos oponemos a la idea de puesta en valor, porque parece que se busca el valor económico, cuando el de la Plaza es cultural. No es la Plaza un circuito turístico para extranjeros, es un espacio común de encuentro y de hechos históricos que hacen a la vida pública. Y lo más grave es que nunca supimos cual era la letra chica del proyecto, porque nunca lo dieron a conocer, avanzaron violando las leyes vigentes», resume Capano.

Entre las «capas simbólicas» de la Plaza que se perdieron con las obras, están los baldosones de alrededor de la pirámide sobre los que las madres y los organismos de Derechos Humanos pintaron artesanalmente durante años los pañuelos blancos. Cuando los organismos detectaron que se los estaban llevando para tirarlos, en Enero, pusieron el grito en el cielo y el Ejecutivo porteño debió regalárselos para que puedan ser expuestos en la ex ESMA.

«Lo primero que vamos a hacer cuando esté terminada es volver a pintarla. Los pañuelos blancos van a brotar como plantas», se rie Nora Cortiñas, para quien las rejas «son muy muy altas». «Igual», agrega, «los pañuelos siguen estando en nuestras cabezas, como van a estar hoy y cada jueves. Contra eso no pueden».

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