La violencia programada

Ana María Rinaldi sufrió violencia de género por parte de su ex pareja, Fernando Raúl Galante, en repetidas ocasiones. La historia cumple las pautas normativas de los casos de violencia de género. El hombre que al principio parecía seductor comienza la escalada de violencia llegando a hacerle perder su embarazo a golpes. Ahora Ana espera la sentencia de una justicia que solo reaccionó cuando la víctima recurrió a los medios.

Ana María tiene 34 años. En su cartera negra guarda un montón de cosas, entre ellas un botón antipánico. Igual dice que no lo usa seguido, porque la última vez que tuvo que hacerlo, la policía tardó 45 minutos en llegar. Una vez allí, el oficial intentó ser gracioso pero resultó desacertado: ‘¿En tan poco tiempo de relación ya le rompiste el corazón? Llamalo y arreglen las cosas’ dijo. Poco después, la persona a quien supuestamente Ana le había ‘roto el corazón’, Fernando Raúl Galante, cayó preso por denuncias de violencia de género. Galante fue denunciado por Ana luego de reiterados episodios de violencia.

La historia no es fácil de contar. La violencia doméstica tiene características propias y Ana las conoce. Es un camino con marcas pautadas, signos, donde la escala de intensidad siempre es ascendente.

La violencia machista es casi de manual.El maltratador se presenta accesible y seductor. Así le pareció a Ana cuando conoció a su ex pareja por medio de un amigo en común. Todo resultaba normal hasta que comenzó a controlarla y quitarle sus espacios de intimidad. Empezó revisando sus redes sociales y whatsapp, controlando la hora de llegada y salida del trabajo. Luego siguió preguntando con quién y cuándo salía. Galante decía sentirse deprimido por las supuestas infidelidades, lo que no le permitía realizar su trabajo de taxista, por lo cual reclamaba a su pareja que lo mantenga económicamente. Cuando Ana comenzó a negarle el dinero, la violencia simbólica pasó al acto. Maltratos e insultos. Escenas reiteradas de violencia física.

En julio del año pasado Ana se enteró que estaba embarazada de Fernando. Cuando supo que se trataba de mellizos, el hombre estalló en ira, aduciendo no poder trabajar para mantener dos hijos.

Con reiteradas escenas de violencia, Ana continuó con su embarazo hasta los cuatro meses y medio.  Una tarde de noviembre ambos estaban en el taxi que el hombre manejaba cuando él paró a comprar cerveza. Cansada de esta conducta, Ana bajó del auto, pero no pudo irse. Su pareja la empujó contra el capot donde la golpeó en reiteradas ocasiones y lugares, inclusive en el vientre, lo que provocó que Ana perdiera el embarazo.

A partir de ese momento la pareja se separó aunque ella decide no denunciar, enfocada en sobrepasar el trauma de la violencia y la pérdida del embarazo.  Ana se alejó de él, pero este no parecía ser el plan de ambos. A partir de ese momento Fernando se apareció en su casa y en su trabajo, la llamó por teléfono insultándola y diciendo que lo había dejado para irse de fiesta.

El 28 de enero del 2018, casi dos meses después de finalizar la relación, Ana es interceptada en la calle por su ex pareja quien la obliga a subir al taxi y la lleva hasta un estacionamiento. Allí la golpea y abusa de ella. Cuando Ana intenta escapar el abusador continua pateándola en el piso.

Ana logró escapar corriendo  hasta un comercio del barrio donde pudo llamar al 911, pero cuando la policía se presentó le dijo que no podía accionar ya que ella debía hacer la denuncia en la comisaría correspondiente a su domicilio.

Con la ayuda de una amiga Ana llega al hospital de San Martín, donde pierde el conocimiento. Cuando terminan de realizar las pruebas hospitalarias, vienen a recogerla su padre y el amigo en común que había presentado a la pareja, quien le pide a Ana en primera instancia que no  denuncie al agresor. No obstante, Ana realiza la denuncia al día siguiente en la comisaría de San Martín. Tiempo después sabría que el implicado ya tenía antecedentes de violencia de género, pero que no aparecían en su legajo porque habían sido hechas en Capital y no en provincia.

A pesar de las reiteradas amenazas que sufrió y las correspondientes pruebas que presentó en la comisaría, el fiscal no comenzó a investigar el caso hasta el 12 de marzo, cuando Ana dio su primera entrevista en CrónicaTV.

El 11 de abril, tres meses después de la denuncia, Fernando quedó detenido por lesiones y amenazas, aunque todavía no se habían realizado los cotejos de ADN ni los análisis en la ropa que Ana tenía puesta el día que fue abusada, donde se encontraron rastros de semen y de sangre.

Fernando quedó detenido por un mes, esperando que se dicte prisión preventiva o se lo libere, en caso de que la justicia entienda que no hay riesgo de que espere el juicio en su casa.

El amigo en común que había presentado a Ana y Fernando asistió a declarar, diciendo que nada de esto había ocurrido. Sin embargo, la Fiscalía pudo comprobar que el testimonio era falso y el discurso contradictorio.

Pasado el plazo de la detención, Ana aún desconoce el futuro legal de su abusador y la justicia no da respuestas. Días después de esta entrevista, cuando la denuncia vencía,  Ana encontró en la reja de su casa escrito con líquido corrector la frase ‘Retirá la denuncia o estás muerta’.

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