Ni una menos en las cárceles también

Florencia "La China" Cuellar tenía 23 años cuando apareció muerta en circunstancias dudosas dentro de su celda en el penal de mujeres de Ezeiza. Su padre Alfredo cuenta que la tenían marcada porque no se dejaba pisar por la violencia propia del sistema penitenciario. La lucha de un caso donde la violencia de género y la violencia institucional son un mismo brazo adoctrinador.

“Hay gente que cambia cuando está detenida. Algunas dicen que la cárcel te produce eso, pero ella siempre fue la misma. Era de esas personas que si te veía mal, se ponía a hacer pavadas para que te rías, te contaba un chiste o te cagaba a pedos; si veía que había un conflicto entre compañeras, se metia para que no se genere algo mayor”, describe Eva en el fanzine «La China vive en la lucha» editado por organizaciones sociales y familiares de Florencia. Eva era amiga “La China”  Cuellar y compartió con ella tres años de cautiverio en el penal de Ezeiza.

Florencia Cuellar, “La China”, estuvo presa durante 4 años en la cárcel de Ezeiza. El 23 de diciembre del 2012 apareció muerta en su celda. A pesar de los golpes en su cuerpo el Servicio Penitenciario Federal argumentó que se trató de un suicidio, «Dijeron que se había colgado con un cordón de zapatilla, cosa físicamente imposible dado que Florencia pesaba más de ochenta kilos» dice Alfredo Cuellar, su padre.

Cuando la China cayó presa fue la única imputada por un enfrentamiento callejero entre dos bandas de adolescentes. Le dieron 6 años. Como ingresó al Servicio Penitenciario Federal a los 19 años estuvo un tiempo en el pabellón de menores de la cárcel de Ezeiza. En el pabellón de menores, la China aprendió las jerarquías con las que se maneja el sistema carcelario. Las presas mayores -que llevan largos años de condena- funcionan como brazo ejecutor de la policía. Las menores y las que son trasladadas al pabellón reciben como bienvenida una serie de golpizas encarnizadas que buscan dejar en claro quien manda sobre quien. Un procedimiento similar utilizan los policías y guardiacárceles, quienes durante la noche despiertan a las presas para pegarles.En el pabellón de menores La China armó un grupo de compañeras con las cuales resistía  los abusos de poder del sistema carcelario. “El compañerismo entre nosotras fue mucho, sobre todo con quienes no tenían familia, para contener y resistir al sometimiento diario, que es desde que te levantás hasta que te acostás”, se lee en las palabras de Eva.

Alfredo y la China eran muy unidos. En sus visitas al penal Alfredo comenzó a entablar relación con las compañeras de su hija. Según él, la China sabía lo que iba a pasar: “Durante su estadía en el pabellón de menores ella se preparaba mental y físicamente: para la paliza de bienvenida, para los abusos de la policía pero también se preparaba para la muerte. Yo quería sacarla de ahí pero ella no quería, decía que iba a quedar como cobarde, pero era consciente de que la tenían marcada”. La China sabía que cuando una mujer reclama y avanza en la conquista de sus derechos siempre recibe algún tipo de reprimenda y la situación del penal, -el encierro y la carta libre para actuar de las fuerzas de seguridad- no hizo más que recrudecer el panorama.

Foto: Anred

El 11 de agosto del 2012, cuando -apenas cumplida la mayoría de edad- Florencia fue trasladada al pabellón 23 de la cárcel de mayores de la unidad 4. Apenas cuatro meses después, el 23 de diciembre del 201, Alfredo recibió un llamado de las compañeras de la China avisando que algo había sucedido. Cuando llegó al penal los agentes de la policía tardaron cinco horas en atenderlo. Le dijeron que la China se había ahorcado y que debía firmar el acta de suicidio. Alfredo sabía que su hija no tenía ni las intenciones ni las condiciones mentales para querer matarse y se negó a firmar el acta de suicidio, aunque esto retrasó una semana  la entrega del cuerpo de Florencia.

Lo que sucedió en el penal con las mujeres que reclaman por sus derechos no fue casual ni accidental. Nueve fueron las mujeres que aparecieron “suicidadas” entre el 2009 y el 2013 en el Complejo Penitenciario número 4 de Ezeiza: Silvia Nicodemo y Romina Leota en el 2009, Noelia Randone y Vanesa Ordoñez en 2010, Alejandra del Valle en 2011 y Yanina Hernandez Painnenfil, Maria Laura Acosta, Cecilia Hidalgo y Florencia Cuellar en 2012. Otras fueron trasladadas a prisiones en el interior del país, como Eva, que pasó a la Pampa

Desde ese momento Alfredo comenzó una lucha en contra de los abusos sistemáticos y la violación de los derechos humanos en cautiverio. El 25 de junio y el 31 de octubre del 2013 se llevaron a cabo escraches al Servicio Penitenciario y, el 23 de Diciembre -en el primer aniversario del asesinato de la China- se realizó el primer “Festival anticarcelario” en Plaza Once, que se repite todos los años.

“El sistema es perverso” -escribe Liliana Cabrera, integrante de la organización “yonofui” y ex compañera de la China en el mismo fanzine- “pretende crear seres dóciles tratando de quebrar toda voluntad de acción, mientras te revolean de penal en penal, de pabellón en pabellón; intenta controlar tu voluntad a como dé lugar, te da la “bienvenida” en cada cárcel a la que llegas con una “requisa profunda” entre patadas, palos y trompadas. Se desquita, juegan con vos, como si fueras un playmobil, escudándose en “esto es parte de la política penitenciaria” y si no sos funcional, el sistema trata de descartarte. Cualquiera puede ser el descartable y aparecer colgada en un baño”.

Foto: Anred

Hace algunas semanas un grupo de muralistas realizó una jornada para restaurar el mural en recuerdo de la China, el que con tanto esfuerzo Alfredo había resguardado de las pintadas políticas. En la pared de la calles Almafuerte al 300 sus ojos rasgados, su sonrisa pícara y su mano con el pulgar y el índice estirados en forma de pistola se deslizan frente a cientos de trabajadores apurados por tomarse el subte H. Luego de seis años Alfredo aún espera justicia y el esclarecimiento de las condiciones en las que murió su hija. Mientras tanto, el fuego de la China seguirá vivo en el mural que la retrata, en la constante lucha de su familia y en la piel de sus compañeras que tanto adentro como afuera del Servicio Penitenciario Federal hacen de su recuerdo una bandera.

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Dalia Cybel

Historiadora del arte y periodista feminista. Fanática de los libros y la siesta. En Instagram es @orquidiarios