Nahir Galarza y el límite del «ninguna agresión sin respuesta»

Nahir Galarza se consagró el día de hoy como la mujer más joven en recibir prisión perpetua. La joven fue encontrada culpable del asesinato de Fernando Pastorizzo, con quien tenía una relación tóxica donde la violencia era moneda corriente. El tratamiento de los medios fue un festín para aquellos que buscaron argumentos en contra de los derechos de las mujeres.

Cuando el odontólogo Ricardo Barreda se defendió del maltrato psicológico asesinando a su mujer, a sus dos hijas y a su suegra, se convirtió dentro del inconsciente popular en un héroe de la masculinidad, cuyo orgullo viril aplastado habría tomado revancha. No hasta hace mucho aún se escuchaban los chistes a favor del femicida. Aunque fue condenado a prisión perpetua, Barreda obtuvo dos veces la libertad condicional y la violó en ambos casos.

Nahir Galarza tiene 19 años y el 29 de diciembre del 2017 se defendió de una relación tóxica y violenta donde el maltrato era moneda corriente. El día de hoy Galarza se convirtió en la mujer más joven en recibir cadena perpetua por homicidio calificado por el vínculo con Fernando Pastorizzo, según determinó el Tribunal de Gualeguaychú: integrado por los jueces Mauricio Derudi, Arturo Exequiel Dumón y Alicia Vivian. Desde el momento del crimen -el 29 de diciembre pasado- Nahir Galarza se convirtió en la carne de cañón de la venganza mediática que el machismo venía rumiando hace tiempo. El crimen parecía ser anhelado por aquellos que quisieron subestimar las consignas feministas y -a pesar de la historia de desigualdad y maltratos que sufrieron y sufren los cuerpos feminizados y disidencias- exigieron que el ni una menos se transforme en nadie menos.

Durante la mañana del 3 de julio, cuando se leyó la sentencia, ni Nahir ni su familia estuvieron presentes. Quienes sí estuvieron fueron los padres de Fernando, quienes se mostraron conformes con la condena y declararon ante los medios: “Fernando, vos estás muerto acá, pero a partir de hoy, 3 de julio, empieza (Nahir) a morir día a día”.

Como en la mayoría de los casos, la Justicia demostró su sesgo machista. Los miembros del jurado descartaron el agravante de la relación de pareja y, asimismo, rechazaron el atenuante de la violencia de género, lo que podría haber reducido la pena.

Durante todo el proceso judicial Nahir negó ser la novia de Fernando y aseguró que se trataba de una relación complicada. También explicó que el joven consumía droga y la forzaba a tener relaciones sexuales.

Según los audios encontrados en ambos teléfonos celulares, Nahir recibía violencia verbal y simbólica junto con celos y los constantes bloqueos de WhatsApp. Los jóvenes habían tenido discusiones en público y la madre de la joven afirmó haber visto las marcas de los golpes que le propició Pastorizzo.

La justicia no solo descreyó el relato, sino que cuando Galarza pidió una entrevista con Fabiana Túñez, titular del Instituto Nacional de la Mujer, le fue rechazada. Del mismo modo, la Justicia le rechazó todos los pedidos de prisión domiciliaria a la joven sin importarle la compleja situación psicológica ni la corta edad de la imputada.

El crímen fue cometido por Nahir porque tenía acceso al arma de su padre, Marcelo Galarza, oficial de la policía de Gualeguaychú, lo cual también pone sobre la mesa la necesidad de discutir el tema de la portación de armas.

La bronca acumulada que tenían muchos medios de comunicación, cuyo contenido ideológico -más o menos explícitamente machista ya no podía quedar impune ante la revolución cultural que implica el feminismo- quedó explícito en el tratamiento que tuvieron durante todo el proceso judicial. Como si se abriera la compuerta de un dique, todos aquellos que sostenían la bandera de “nadie menos” encontraron en la joven el ejemplo perfecto.

La rabia se descontroló. Pronto aparecieron fotos y anécdotas sobre cómo era la joven. Se analizaron las fotos que subía a las redes sociales, se anotó en su prontuario – el que determina si se trata de una buena o mala víctima- que había participado en la comparsa de Gualeyguaychú. No solo los medios de comunicación dejaron de lado todo cuidado de privacidad, incluso la intromisión de Jorge Zonzini, manager de famosos contratado por la familia Galarza, empantanó aún más el terreno. Zonzini con buena intención o no se dedicó a realizar videos, manejar el Instagram de la joven y crearle un perfil en Wikipedia, en una búsqueda frustrada y perversa de mejorar su imagen.

La crueldad del manejo de la imagen y la saña de la justicia con las mujeres y disidencias, especialmente cuando éstas se defienden (como sucedió con Joe Lemonge e Higui) quedó explícita en la resolución judicial del día de la fecha. La misma sociedad que desde la imparcialidad juzga los actos de Galarza es la que en el fervor de la cancha de fútbol no contiene sus impulsos, llegando a situaciones en las cuales las hinchadas se asesinan por un penal.

La resolución del día de hoy deja un gusto amargo en el movimiento feminista y dos situaciones claras. La primera es que si el Código Penal establece que los condenados a cadena perpetua pueden ser liberados, de acuerdo a ciertas condiciones legales, al cumplir 35 años de pena, Nahir Galarza pasaría en total más años de prisión que el propio Jorge Rafael Videla, por lo que es necesario repensar el sistema punitivo actual. La segunda, la función de adoctrinamiento que tienen las sanciones que condenan a quienes responden a la agresión y se corren de la pasividad abnegada que el sistema patriarcal aún espera que tengamos las mujeres.

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