«No vamos a permitir que nos saquen la alegría»

Tras pasar una noche detenida en la Comisaría 2° de Burzaco, acusada de repartir preservativos entre las trabajadoras sexuales, Georgina Orellano y las compañeras organizadas en AMMAR realizaron el festejo del Día del Niño en el barrio de Constitución. “Visibilizamos que somos trabajadoras y que nuestros hijos también tienen derecho a festejar el Día del Niño”, expresaron.

Había globos y guirnaldas. Pastafrolas, budines y chizitos. Había un metegol y hasta un castillo inflable que resistía con aguante las embestidas de los niñitos. Había pintura para las caras y brillitos, pelotas, regalos y juegos de esos donde el piberío mete la cara en una palangana llena de harina. Había todo lo que quieren les wachines. Pero también dos siluetas policiales que, como recuerdo constante de una presencia molesta, miraban desde lejos pero no tanto el festejo del Día del Niño que el pasado domingo organizó AMMAR, el sindicato de Trabajadorxs Sexuales, en la esquina de Santiago del Estero y Constitución. Con el cierre del buzo bordó subido hasta la nariz, tapándose la cara: tal vez por el frío, o quizás por la incomodidad de los cantos de “siempre con las putas, nunca con la yuta”, que acompasaban la jornada.

“Supuestamente están por seguridad, pero…”, dice y revolea los ojos esmeralda Valeria del Mar Ramírez, la delegada de Constitución. En jogging y zapatillas, con su pelo rubio platinado se distingue por su porte de reina, y se presenta como “la primera mujer trans en recibir su DNI, de manos de Cristina Kirchner”. Casi como cuando los miembros de la realeza mencionan sus títulos.

“Yo quiero darle gracias a todas las compañeras, esto me llena de orgullo. Es verdad que la gente nos señala con el dedo, pero cuando nos ven, se preguntan por qué llegamos a este trabajo, antes de juzgar”, confronta, emocionada ante el micrófono, una de las integrantes del colectivo. “Yo nunca tuve un cumpleaños, ni un regalo del día del niño, y me hace feliz ver la carita de los niños tan contentos cuando uno le da algo con tanto amor”.

Georgina Orellano, secretaria nacional de AMMAR, intenta tomar la palabra entre los pibes que se acercan al micrófono.“¡Nos sentimos Panam!”, comenta entre risas, para recuperar enseguida la seriedad. La noche anterior la pasó en la Comisaría 2° de Burzaco, detenida junto a otras tres trabajadoras, tras haber estado repartiendo preservativos a las compañeras en Camino de Cintura. Los policías interpretaron su accionar como una forma de alentar la prostitución. No se enteraron, o hicieron como que no sabían, que el artículo 68 del Código de Faltas Bonaerenses, que penaliza con arrestos de hasta 5 y 10 días a quien “ejerciere la prostitución, dando ocasión de escándalo o molestando”, fue derogado hace dos meses.

Sus palabras son de resistencia y agradecimiento: a las compañeras de otros colectivos que se acercaron a apoyar, a las militantes de AMMAR, y también a quienes trajeron a sus hijos para festejar el Día del Niño, “sin tener miedo de que haya sido organizado por las trabajadoras sexuales y trans del barrio”.  “Nos vamos a seguir encontrando en estas actividades, por más de que nos amedrenten, no vamos a permitir que nos roben la alegría”.

Puta, ¿y qué?

Para la compañera Laura Meza, trabajadora sexual desde el ´96, esta merienda no es una reivindicación, porque siente que no tiene nada para reivindicar: “Lo que hacemos es legal”. Lo que sí, es un encuentro de visibilización: “Visibilizamos que somos trabajadoras y que nuestros hijos también tienen derecho a festejar el Día del Niño”, afirma, y se le llenan los ojos de orgullo cuando habla de la suya, que “siempre fue abanderada” y en todo momento la apoyó en su profesión.

Para Laura los tiempos están cambiando: la represión policial aumenta a diario. Recuerda sus primeros días haciendo la calle: “Te agarraban de los pelos y te llevan encerrada 21 días”. “Hoy estamos volviendo a lo mismo”, dice, y menciona que, por la crisis, hay menos trabajo. Esta tarde tiene dibujados dos corazones en la mejilla, decorados con glitter, y se niega a que el neoliberalismo le arrebate la felicidad: “Todos los días me levanto con una sonrisa por la militancia, por ayudar a una compañera, estar presente”, cuenta esta militante del barrio de Flores, que destina una buena parte de su rutina a estar presente en la vida de otras trabajadoras, dándoles una mano y conteniéndolas en lo que necesiten.

“Hay mucho prejuicio con el trabajo sexual. La gente piensa que estamos siempre de tacos y maquilladas, pero no es así. Yo a veces salgo a trabajar en chanclas. Soy independiente, trabajo cuando quiero. Si llueve, en una de esas no voy. Para mí, es como ir a la oficina”, dice, y señala que el adjetivo “puta” no le molesta, sino todo lo contrario: “Soy puta, ¿y qué? Esa palabra siempre te la decían para denigrarte, pero hoy la tomamos como un halago. Por eso decimos que somos putas feministas”.

Llega el momento de la foto grupal: mientras les pibes juegan, las compañeras se retratan reemplazando el tradicional “whisky” para la sonrisa por el grito de ¡Clítoris!, y cantan picanteando a los policías, que se miran entre ellos levantando las cejas.

¿No se cansan de ser los malos de la película?”, se pregunta Andrés, “el Pelado del Subte”, un músico callejero que vino a apoyar el encuentro con sus canciones. Para esta tarde, eligió un repertorio variado con canciones infantiles, donde no faltó el guiño mejor elegido para todas las chicas de Consti: los acordes rockeros de “Pretty Woman”.

Crónica de una detención de la que nadie se quiso hacer cargo

Georgina Orellano y tres compañeras más fueron detenidas el domingo por la madrugada en Almirante Brown, en el marco de un recorrido que hacen cada quince días para repartir preservativos y abordar las distintas problemáticas de las trabajadoras sexuales de la zona de Camino de Cintura.

Orellano y sus compañeras estaban esperando a que una compañera trans terminase un servicio en una camioneta para acompañarla más tarde a su casa, ubicada a pocas cuadras del lugar. Pero el trabajo fue interrumpido por un patrullero que entraba con las luces bajas por una calle sin salida y oscura, en una zona de baldío. Enseguida, los efectivos irrumpieron en la escena para coimear al cliente y poner a la trabajadora con las manos arriba y las piernas separadas, sobre el capó del auto.

«Cuando vimos esa secuencia nos acercamos para preguntar bajo qué orden y qué ley estaban haciendo ese tipo de procedimiento. Nunca nos contestaron ni se quisieron identificar, y no tenían la matricula correspondiente en la patente. Ahí comenzó una discusión en la que nos dijeron que la prostitución era un delito; nosotras le decíamos que no, que el articulo 68 se derogó hace dos meses», relata Orellano.

Cuenta Orellano que, cuando el artículo estaba vigente, la polícia se amparaba en este inciso para amedrentar, perseguir y coimear a sus compañeras de manera legal. Sucede que quienes llevaron a cabo la derogación de la ley tienen una mirada abolicionista. «Las noticias que nosotras les mostrábamos a los policías señalaban que esta normativa se había derogado, pero había textuales de la ex diputada que presentó el proyecto -que ahora tiene su mandato cumplido- que decía: “Derogamos esta normativa porque nos parece inconstitucional, aunque creemos que la prostitución no es trabajo”. Entonces, no hay un consenso. Y la policía se agarra de que “la prostitución no es trabajo” para seguir diciendo que es delito. Aunque no pueden llevarnos detenidas, nos paran para labrarnos un actas, averiguar antecedentes…», explica la secretaria general de AMMAR.

Ante las exigencias de Orellano para esclarecer el por qué el operativo, los oficiales resolvieron llevarlas a todas presas, junto con el cliente, en autos separados; asimismo, detuvieron a la trabajadora trans en una celda para masculinos, porque todavía no había tramitado su nuevo DNI. «Las tres compañeras nos contaban que ya estaban acostumbradas al amedrentamiento, pero nosotras les decíamos que no, que lo que hace la policía está mal. De hecho, los oficiales se reían cuando les comentábamos eso:“Ustedes gozan, su fantasía es estar en una comisaría, por eso hicieron todo lo que hicieron”, decían. Uno bajó con una Itaca y le apuntó con un arma a una de nuestras compañeras, decía que era por hacernos las sindicalistas. Al final, terminó el operativo con 15 patrulleros y femeninos que nos querían requisar, a lo que nosotras nos negamos».

Finalmente, los oficiales las desafiaron con pasar de una averiguación de antecedentes a una causa penal por resistencia a la autoridad, y amenazaron a la compañera trans detenida, que ya tenía antecedentes, por “hacerse la revolucionaria” con las compañeras de  AMMAR. «Antes de que la suban al patrullero yo le dije que nosotras no la íbamos a dejar sola, que no tenga miedo. Más tarde fueron cayendo varios diputados, concejales, la secretaria general de la CTA, la secretaria de Derechos Humanos de Almirante Brown, trabajadoras sexuales de la zona y de otros lugares. Cuando estábamos solas, ellos gozaron con toda esta situación. Pero cuando empezó a sonar el teléfono y aparecieron las funcionarias, nadie se quería hacia cargo del operativo, nadie daba la cara».

Actualmente, AMMAR está preparando un informe para acudir a la Comisión de Derechos Humanos de la Provincia de Buenos Aires y anunciarle a los diputados que lo que ellos votaron, la derogación del artículo 68, no se está cumpliendo. De fondo, en la merienda, los policías parece que tampoco quieren dar la cara. Se tapan todo lo que pueden con el uniforme. Será la costumbre.

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