La pedagogía sublevada

Maximiliano Malfatti, docente de la escuela media Nº 6 y referente de los maestros villeros, analiza el estado de los colegios de los barrios más humildes y el impacto de la crisis en el día a día dentro de las aulas. "Hay que pensar una política pedagógica adecuada para empoderar a los sectores populares", dijo en diálogo con El Grito del Sur.

Maximiliano Malfatti, referente de los maestros villeros

Maximiliano Malfatti es docente de la escuela media N° 6 del distrito escolar 5 ubicada en la Villa 21-24, un barrio con 70.000 habitantes y tan sólo una escuela secundaria. Este dato refleja la crisis educativa que atraviesa la Ciudad de Buenos Aires, pero sobre todo desnuda la ausencia del Estado en los barrios más vulnerables, donde los servicios no están garantizados y el acceso a los derechos básicos como la salud y la educación son un privilegio. Con fuertes críticas al modelo educativo del Pro y atravesado por la realidad con la que se enfrenta a diario cada vez que pisa el aula, Malfatti cuenta cómo es educar y aprender en las villas. Y propone la «pedagogía sublevada» como un mecanismo alternativo en pos de ayudar, fortalecer y construir un vínculo entre los barrios y las escuelas. «Como hicimos en los ´90 de convertirnos en el último espacio de resistencia, ahora estamos asumiendo un rol similar pero con otro posicionamiento. No estamos dispuestos a retroceder, nos atrincheramos», desafía.

Maximiliano Malfatti, referente de los maestros villeros

Mientras conversamos, Maximiliano recuerda: «A los dos años de ingresar a la escuela me pasó que falleció la hermanita de una de mis alumnitas. Fui a la casa a saludar a la madre, me hacen pasar y me sientan en la cama a la espera de un vaso de agua. En ese momento veo una mesa muy muy chiquita con muchas cosas arriba, y recordé que el día anterior yo había retado a dos nenas, dos hermanitas, porque no habían hecho una lámina. Se me caía la cara de vergüenza de pensar que yo las reté cual maestro ciruela sin pensar que no tenían una mesa o un lugar donde hacer la lámina».

Este episodio fue el disparador que lo hizo reflexionar acerca de las prácticas educativas y los pactos de responsabilidad y compromiso que se establecen entre educadores y educandos. «Ahí fue cuando entendí que no es que no tienen que hacer láminas, sino que uno como docente tiene que pensar el espacio de aprendizaje pensando también en las condiciones en las que se encuentra cada pibe y cada piba. Pensar en proveer diez minutos de clase para que haga la lámina y que pueda tener la posibilidad de hacer la tarea de la misma forma que cualquier pibe o piba de la Ciudad de Buenos Aires», cuenta Malfatti.

Con los pies en el barrio

La escuela media Nº 6 es la única escuela secundaria en el barrio y tiene apenas 11 años de vida. La construcción del establecimiento en 2009 fue el resultado de la enorme lucha de padres, madres, niñes, jovenes, vecinos y vecinas que se cansaron de estar relegados y tener que soportar largos viajes a otros puntos de la Ciudad para alcanzar la escolarización. Muchos de los pibes y las pibas que se encuentran cursando actualmente son la primera generación de sus familias en poder acceder al nivel medio.

Los padres y las madres ven en sus hijos e hijas la posibilidad de empezar a cambiar las cosas y aprovechar las oportunidades que elles no tuvieron o que debieron relegar para salir adelante. No les da lo mismo ir o no ir a la escuela, no les da lo mismo que haya una escuela en el barrio -aunque faltan- o tener que atravesar la Ciudad para acceder a una.

«Reivindicamos las enseñanzas, las tradiciones, las luchas y las resistencias del barrio», dice Maximiliano y cuenta que, al momento de pensar el edificio, tuvieron en cuenta la numerosa cantidad de alumnas madres, por lo que propusieron que existan espacios materno-infantiles. Hoy esa propuesta se ve concretada en dos aulas dispuestas para ello, pero su utilización se ve truncada por la falta del presupuesto necesario para equiparlas, dinero que el Gobierno de la Ciudad no bajó desde aquel entonces.

Consultado sobre el tratamiento del tema del aborto en las aulas, Malfatti explica: «Es complicado porque hay un fuerte componente religioso en las familias de las villas; sin embargo, hay muchas estudiantes que se ponen el pañuelo verde y militan la despenalización y legalización del aborto. Hay que entender también que hay un montón de cosas que se juegan en la maternidad de las mujeres de las villas, por eso es importante escuchar mucho más a quienes viven esa realidad».

¿Alguien puede pensar en les niñes?

Las carencias del sistema educativo porteño se intensifican cuando se ponen bajo la lupa las escuelas de los barrios populares. La falta de energía eléctrica, el gas, el agua, y la falta de recursos económicos golpean de lleno a las familias más humildes de la Ciudad. Maximiliano cuenta que los y las adolescentes llegan los lunes al colegio con los estómagos vacíos porque los comedores del barrio cierran los fines de semana y en sus casas muchas veces la comida no alcanza. A raíz de esto, los y las estudiantes lanzaron la campaña «Con hambre no se puede estudiar», con la que buscan denunciar la política de desfinanciamiento de los comedores escolares y visibilizar el impacto de la crisis económica en el bolsillo de los trabajadores y las trabajadoras.

A lo ya enumerado se suman las dificultades para cursar a diario y cumplir con las tareas de la clase. «No recibimos más libros ni netbooks. No recibimos más capacitaciones. Si bien nosotros ya venimos de una gestión macrista en Capital Federal, desde la asunción de Macri al frente del gobierno nacional, el recorte se ha incrementado», se lamenta el docente. «Hoy estamos más cerca de una escuela del siglo XIX que del siglo XXI», afirma en relación a la suspensión del plan Conectar Igualdad y la falta de capacitación docente para la adaptación y la utilización de las nuevas tecnologías.

En un contexto de creciente deserción, producto del fracaso al que los somete el sistema educativo, proponen pensar distintas alternativas pensando en la realidad particular de los y las estudiantes de la escuela: actividades extracurriculares a contraturno, jornadas recreativas, reducción del horario de cursada, entre otras.

La escuela en los barrios populares ocupa un lugar muy significativo para las madres, los padres y en particular para les estudiantes. Si alguno se come una paliza o ocurren casos de violencia intrafamiliar, el primer lugar al que lo van a contar es a la escuela. «Encuentran en las maestras y los maestros un compromiso diferente, hay un vínculo muy grande y muy aceitado: nosotros desarrollamos distintos programas educativos por fuera de la escuela para fortalecer el vínculo con las familias y los vecinos del barrio», explica Malfatti.

La juventud al frente

En la escuela hay un proyecto que se llama “Decir es poder”, que se propone alfabetizar a los vecinos y las vecinas de la villa. Allí resignifican los saberes y los ponen al servicio de sus mayores, de sus familiares, de sus vecinos y vecinas. «A eso nos referimos cuando decimos que las cabezas piensan donde nuestros pies caminan, hay que pensar una política pedagógica adecuada para igualar o incluso empoderar a estos sectores. Un pibe que enseña es un pibe empoderado que se da cuenta de lo que puede hacer», señaló.

El objetivo del proyecto es poder sacar la escuela al barrio y ponerla en comunicación directa con todos los actores que allí conviven. A su vez, con una mirada a mediano plazo, la idea es poder construir un Magisterio de Educadores y Educadoras Populares que reconozca el trabajo diario que realizan los pibes y las pibas de los barrios: “queremos que los pibes que enseñan en el barrio puedan enseñar en cualquier escuela de la Ciudad”, expresa Maximiliano con firmeza.

El rol del maestro villero y de la maestra villera -explica- debe ser empoderar al estudiante, en lo personal y en lo colectivo. En este sentido marca una clara diferenciación y explica qué implica ser un maestro o una maestra villera: «Maestro villero y maestra villera no es toda persona que trabaja en la villa, sino quien se propone construir esto que al principio llamamos ‘pedagogía villera’ y que terminamos denominando ‘pedagogía sublevada'». Con la esperanza intacta y el empuje de todes sus compañeres, buscan cambiar una realidad que premia a unos pocos para castigar a las grandes mayorías. «Si todos vamos generando sujetos críticos y transformadores de la realidad, estamos más cerca de alcanzar la Patria con la que soñamos y por la que lucharon otros compañeros en otra época», concluyó el referente de los maestros villeros.

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Christopher Loyola

Estudiante de Edición (FFyL-UBA), Presidente del Centro de Estudiantes de Filosofía y Letras (CEFyL).