Poliamor: la revolución cotidiana

El poliamor llegó a la boca de muches por los escándalos mediáticos, pero ¿cómo repensar nuestros vínculos fuera del sistema monogámico?

 

La palabra poliamor viene del ingles polyamory, que significa muchos amoríos. Este término apareció en Estados Unidos en la década de los 60 pero se popularizó en los 90. El poliamor es un forma de repensar los vínculos -de pareja o no- fuera de la monogamia obligatoria, sistema que junto con otras relaciones de poder del sistema capitalista -como el racismo, el sexismo, la xenofobia – califica a las personas según raza, clase, nacionalidad o género, moldeando nuestros vínculos y deseos.

Si bien en otras culturas, como el mundo Árabe, existe la poligamia que permite al hombre tener muchas mujeres, el poliamor trae aparejado una carga revolucionaria que excede meramente el número de parejas que se elija tener.

Desde los años 70, los feminismos plantean que “lo personal es político” y piensan los lazos familiares, amistosos, afectivos y laborales desentrañando las pujas de poder que esconden. Sin embargo, el debate sobre el poliamor llegó hace poco a la boca de aquelles que no solían cuestionar los vínculos de la mano de Florencia Peña.

Según Dean Spade, abogado y escritor de la universidad de Seattle, el mito del romance hetero-monógamo logra generar incentivos culturales para que las mujeres acepten los “acuerdos propietarios” del matrimonio. En este sistema, las mujeres-cis “definen su valor únicamente en términos de encontrar y sostener exitosamente un romance, gastando tiempo, energía y dinero en medirse a sí mismas en relación a esta norma y trabajando para cambiar sus cuerpos, comportamientos y actividades con el fin de alcanzar los requisitos de ser atractivas a los hombres y adecuadas para el romance”.  Siguiendo a Spade, esta norma no sólo nos frustra personalmente si no logramos emparejarnos, sino que colectivamente nos distrae de la organización política.

¿Pero, entonces, qué es el poliamor? Realmente no hay una definición única si no un cuestionamiento al pacto monogámico y un deseo de no inscribir los vínculos en un paradigma prohibitivo. De dejar de definir el amor  como algo aparejado con el punitivismo monógamo.

Dean Spade entiende que la idea de la exclusividad sexual está basada en el mismo paradigma que el capitalismo: la escasez/privación. Si en términos materiales, en el capitalismo acumulamos bienes por miedo a la carencia y la pobreza, en las relaciones sexo-afectivas funcionamos como si sólo tuviéramos cierta cantidad de amor limitada para una sola persona. Este mito -que no aplicamos en lazos filiales o amistosos- genera relaciones dependientes que plantean como ideal la simbiosis de las partes.

Aunque repensar los vínculos implica asumir una serie de responsabilidades -entre ellas, aceptar que las relaciones de pareja no siempre son idílicas- también implica desafiar la doble moral con la que el sistema monogámico se sostiene hace siglos. Si bien términos como poliamor suenan novedosos y las relaciones abiertas aún generan revuelo, la historia demuestra que desde hace siglos las parejas incumplen de diferentes maneras el pacto monógamo. Familias paralelas, amantes, idas y vueltas en una relación funcionan como válvulas de escape que liberan la presión de la exclusividad en un sistema donde los vínculos se excluyen y se jerarquizan.

Pero entonces, ¿podemos construir relaciones poliamorosas equitativas? ¿Podemos deconstruir los celos y las inseguridades? ¿Podemos alejarnos de los vínculos posesivos para construir una anarquía relacional de redes afectivas?

El camino implica mucha discusión previa para generar acuerdos de cuidado y no lastimar al otre. Si no se charla el acuerdo puede llegar tarde. Une no sabe cómo se va a sentir una situación hasta que la situación . Incluso estando advertide te puede hacer daño.

Lo único que queda claro es que los nuevos modelos de relaciones afectivas no vienen a desterrar la monogamia, sino a proponer opciones. Igual que la legalización del matrimonio igualitario no significó el fin de la heterosexualidad, ni la legalización del aborto significará la negación de la maternidad, el futuro que estamos pensando debe traer aparejado opciones más frondosas y conscientes para crear redes afectivas de cuidado. Como dice la escritora y activista LGTB española Brigitte Vasallo: «No se trata de desmontarlo todo para volver a montar lo mismo con otro nombre. Sino, desde la intimidad menos vistosa de nuestra vida privada, pero con las bases mucho más perdurables, generar una revolución cotidiana».

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Dalia Cybel

Historiadora del arte y periodista feminista. Fanática de los libros y la siesta. En Instagram es @orquidiarios