Transgredir el (cis)tema

Vié y Feliciano son dos de los fundadores del Movimiento de Juventudes Trans, un espacio impulsado para informar, visibilizar y tender redes entre adolescentes trans. En diálogo con El Grito del Sur cuentan cómo es ser un joven trans y los prejuicios a los que se enfrentan a diario.

El colectivo trans históricamente invisibilizado, estigmatizado y hasta violentado, empieza a ocupar la escena pública a partir del contundente avance del movimiento feminista. Cansades de ser meramente una estadística, de ser el último eslabón de la sociedad y hartes de ser contades por otres que no viven su realidad, irrumpen en las calles y gritan para ser escuchades. Vié y Feliciano son dos pibes trans de 16 años, las primeras veces que se vieron fue hace aproximadamente cuatro años en fiestas gays, donde empezaron a conocerse y desde entonces son amigos. Junto a su amigo Félix, impulsaron el Movimiento de Juventudes Trans: no se trata de una agrupación o partido político sino mas bien de un espacio que se propone brindar nuevos canales de información que contrarresten la ignorancia acerca del tema, visibilizar su realidad y tender redes entre adolescentes trans. «Si no nos cuidamos entre nosotres, no lo va a hacer nadie», explican.

Vié

«Me asumí trans este año, a principio de año. Me identifico como un ser muy sensible, me costó un montón asumirme trans, me dio mucha vergüenza, un montón de inseguridades. Siento que las vivencias de algunas otras personas son mucho más fuertes y lo mio fue mucho más progresivo. Llevó todo un proceso de aceptar qué era lo que me gustaba y lo que no. Ser trans es algo totalmente diferente para cada persona y en mí fue, es y siento que será siempre un proceso constante», cuenta Vié.

Recuerda que siempre se sintió incómodo, incluso hasta el día de hoy sigue teniendo la misma sensación con una parte de su familia que aún no sabe que es un pibe trans. Reconoce que le costó muchísimo asumirse trans, buscaba todo el tiempo definirlo de otro modo como ‘me percibo de otra manera’, ‘me identifico con otros pronombres’, ‘me identifico con otras cosas’. De hecho, la primera vez que lo dijo fue frente a un amigo, en una situación muy íntima, y automáticamente después de decirlo rompió en llanto desconsoladamente.

Una de las cosas que más le molestó fue tener que notificar en reiteradas ocasiones a todo su entorno social que debían tratarle de manera diferente, siempre quiso decirlo una vez y ya. En el colegio sólo su curso sabe del cambio de su identidad de género y aún no realizó las modificaciones de sus datos en el listado de estudiantes. Muches de sus docentes empezaron a tratarlo directamente con el pronombre con el que se autopercibe, pero hubo otres que lo cuestionaron y le realizaron una gran cantidad de preguntas que en ese momento no se sentía preparado para responder. Se sentía vulnerable y el cuestionamiento de sus profesores y profesoras lo puso en crisis a punto que pensó en dejar el colegio. En cambio, la reacción de sus pares fue muy distinta: «Mis compañeres lo entendieron súper bien, hay algunas cosas ‘técnicas’ que no terminan de entender como que a veces piensan que quiero tener pija o cosas así. Sé que lo hacen desde la ignorancia o la desinformación, pero siempre desde el respeto», explica.

Feliciano

Para Feliciano los hechos se fueron dando de una manera mucho más drástica y debió lidiar con diversos inconvenientes y prejuicios. «Recuerdo siempre saber que yo soy así pero me asumí trans hace 3 o 4 años. Es una construcción constante, siempre descubro algo nuevo: nuevas formas de ser, como sentirme, trato de no incorporar a mi persona estereotipos asignados hacia las personas trans, trato de construirme fuera de todo eso. Básicamente encontrar la forma de transitar el ser trans en la adolescencia de la forma más agradable posible, aún siendo consciente de que es algo bastante heavy».

Asegura que su padre y su madre siempre lo supieron, aunque decidieron ignorarlo. Aún viendo los perfiles de las redes sociales de su hijo, en los que figuraba como ‘Feliciano’, optaban por continuar dirigiéndose en femenino y lo llamaban por su nombre asignado. «Por varios años ellos lo negaron,  hasta que yo no aguanté más, necesitaba que me traten como la persona que soy», cuenta. «Yo flasheaba que me iba a morir y ellos nunca se iban a enterar. En mi mente tenía una utopía de que en algún momento iba a poder desligarme de mi familia y ellos iban a poder morirse tranquilos pensando que nunca tuvieron un hijo», dice Feliciano con la voz entrecortada.

Siempre le costó tomar la iniciativa de decirle a su padre y a su madre que era un chico trans, inclusive llegó a pedirle a su psicóloga que se los comunique porque él no se animaba. «Hubo un día en el que discutimos y cuando nos arreglamos mi vieja me dijo algo algo como ‘yo tengo un hijo hermoso’, y fue la primera vez que me trató en masculino», a partir de ese día, todes en su familia empezaron a tratarlo en masculino y a referirse a él como Feliciano.

Nada fue sencillo, cuando que su familia empezó a tratarlo de acuerdo a la identidad con la que se autopercibe él estaba internado en un neuropsiquiátrico.»Tuvieron que pasar un montón de cosas malas para que ellos pudieron entenderlo. Me hubiese gustado que lo hubiesen sabido y lo hubiesen respetado sin necesidad de que yo hubiese tenido que estar internado y haber intentado matarme», se lamenta. Ahora está contento de la relación que supo construir con su familia y agradece el acompañamiento y el consentimiento de su operación y su cambio de DNI.

«Siento que a veces las personas necesitan verte en una situación muy vulnerable para entender por lo que estás pasando. Generalmente están muy desinformades y no entienden lo que es la biforia o no comprenden lo que puede generar en tu cabeza y en tu estado de ánimo el no sentirte identificado con tu género asignado, entonces necesitan ver esa sensibilidad extrema para entender que no es un capricho ni una confusión», agrega Vié.

¿Hay diferencias entre ser un adulte trans y un joven trans?

F: Es diferente en relación a la socialización que tiene el ser joven y el ser adulto, la gente escucha a un adulto y no a un joven. Cuando un adolescente o niñe expresa un pensamiento acerca de su sexualidad no es tenido en cuenta, en cambio, un adulto, es mirado como alguien que ya vivió lo suficiente y ya está decidido. Como si los menores de edad no pudiésemos tomar decisiones, siendo que yo estoy seguro de lo que soy y siempre lo estuve, y no voy a esperar hasta los 18 años porque yo quiero pasar mi adolescencia siendo feliz, no quiero atravesar esta etapa dando una perfo de heterosexualidad cuando no lo soy. Yo soy y quiero ser ahora.


«no quiero atravesar esta etapa dando una perfo de heterosexualidad»


V: No se nos toma enserio, te preguntan si estás confundide. Cuando yo me asumí trans mi vieja me dijo ‘¿es porque me separé de tu papá?’. Lo mismo pasa cuando las personas se asumen bisexuales o pansexuales, la reacción inmediata es tratarte como si estuvieses confundide, hay muchos prejuicios. A las personas trans no se nos valida totalmente nuestro género, nos dicen cosas como ‘es varón pero es hembra humana’.

¿A qué prejuicios se enfrentan las personas trans?

Son muchos y muy variados: cuestionamiento, subestimación, discriminación. Para Feliciano, las personas trans son tratadas como «ciudadanos de segunda» y plantea que el ser trans te convierte automáticamente en una especie de sub-categoría humana en la que ya no sos un pibe más sino que sos ‘el pibe trans’. Indica que las escuelas son los lugares donde esto sucede recurrentemente y problematiza esto porque genera una lógica de expulsión. «Estoy harto de tener que salir del closet todo el tiempo, con todo el mundo», dice en relación a los reiterados cuestionamientos.

También ocurre -según cuentan- que muchas veces pueden llegar a comprenderlo pero inevitablemente hay una visión y un trato diferencial porque lo sienten como un morbo, una curiosidad, algo que no terminan de entender. «Hay un poema que dice ‘es buen amigo, pero es marica’, creo que se da de la misma forma en este caso: ‘sí, sí, es buen pibe, pero es trans’. El ser trans se presenta como un impedimento para hacer cualquier cosa», se queja.


«estoy harto de tener que salir del closet todo el tiempo»


Para combatir los prejuicios y la falta de información al respecto, iniciaron hace poco más de tres meses el Movimiento de Juventudes Trans. Vié recuerda que la iniciativa le surge hace unos meses tras haber asistido a una charla que brindó Gabriela Lombardi, la mamá de Luana, la primera niña trans en el mundo en lograr cambiar su DNI y su identidad de género a los seis años. «Me sentí muy bien comunicando cosas y sentí la necesidad de crear un lugar seguro para nosotres, crear un lugar donde poder hacerle llegar a la gente la información. Con la mente en visibilizar que ser trans en la niñez y la adolescencia es válido y no tiene porqué ser una mierda», comenta. Actualmente brindan talleres y charlas en distintos espacios, desde escuelas hasta centros culturales y barriales.

«La idea no es encerrarse en una endogamia de solo me relaciono con gente como yo pero sí es saber que estás rodeado de gente que siente lo mismo que vos, en la cual te podés sentir reflejado, para sentir que no estás solo y que no sos el único que pasa por esto», aclara Feliciano. Ambos remarcan la importancia de multiplicar este tipo de espacios y la difusión de los mismos para llegar al conjunto de la sociedad y concientizar al respecto. Además destacan la necesidad de encontrarse, conocerse y cuidarse entre elles en medio de tanta violencia y odio contra el colectivo de la diversidad. «Mis amigues me salvaron, me ayudaron a expresarme. Buscamos un espacio seguro y de comprensión donde no sentirse una falla», dice Vié con una aire esperanzador.

Joven y disidente, las premisas de la precarización

El flagelo de la precarización laboral se multiplica cuando sos joven y trans. Les jovenes de nuestro país se ven relegados a puestos de trabajo menores, desarrollan sus funciones en pésimas condiciones y son sometidos a acuerdos de contratación que los marginan y exprimen hasta la última gota de energía. Si a esto se le suma el ser trans, las posibilidades de acceder a un empleo formal se reducen al mínimo, si es que no desaparecen.

«Ni bien me asumí trans supe que no iba a conseguir un laburo en blanco jamás en mi vida. Escuchaba amigos trans diciendo que por serlo jamás pudieron acceder a uno, incluso en los grupos se discutía como ocultarlo, trataban de esconderlo porque sabían que sino los iban a fletar», cuenta Feliciano. En relación a este tema, Vié resalta la importancia de ir con la ley a todos lados y hacerla respetar. «No hay otra forma de comunciarte con el mundo administrativo cis porque sino no existís, o lo hacés como un ciudadano de segunda», asegura.

El 90% de las personas trans se encuentra por fuera del mercado formal de empleo, viven en la pobreza y el 95% ejerce la prostitución en condiciones de extrema marginación. «Nunca vi una piba trans laburando en un banco, en un colegio, en un local. Siempre las vi ocupando los mismos espacios, en la calle, las he visto laburando en la esquina del edificio de mi abuelo en Constitución. Nunca las vi fuera de un contexto de precarización», agrega Feliciano.

Existimos porque resistimos

A pesar de haberse sancionado en 2012 la Ley de Identidad de Género, las estadísticas arrojan cifras escalofriantes sobre el nivel de vida y las condiciones socioeconómicas de la población trans: el 80% no llega a los 35 años de vida, el 75% no terminó sus estudios y el VIH, la silicona industrial, y los trans-femicidios son las principales causas de muerte. «El Estado nos abandonó por completo. Tenemos una Ley de Identidad de Género escrita por y para personas trans, que nos ampara pero no se respeta. No hay un trabajo de visibilización en las escuelas ni en el sistema de salud. El abandono se ve reflejado concretamente en el hecho de que no lleguemos a los 35 años, que no podamos terminar nuestros estudios, que nos moramos por cosas que los demás no se mueren, la gente trans no va al médico por miedo», denuncian.

También faltan personas trans en los medios de comunicación, faltan voces que representen al colectivo históricamente acallado o contado por otres que impiden que les pertenecientes al colectivo cuenten sus propias historias. «Ni siquiera tenemos el derecho a poder expresarnos a nosotres mismes, es mucho más conocida mucha gente que no es trans y habla de nosotres, antes que nosotres mismes. Con la excusa de que no tenemos suficiente voz buscan acallarnos, pero yo no creo que sea así, creo que no tenemos voz porque no nos dan el espacio. Yo quiero hablar y puedo hablar, si no lo visibilizan es porque no quieren», sentenció Feliciano.


«El Estado nos abandonó por completo»


De la mano del ascenso del feminismo en la sociedad, se ha incrementado la violencia contra las mujeres y las disidencias. En lo que va del 2018 fueron asesinadas más de sesenta personas trans, y el número se eleva año tras año. A pesar de esta crítica situación el Gobierno Nacional en lugar de aumentar el presupuesto destinado a prevenir la violencia de género, lo disminuye cada vez más. «El momento político es una mierda, la educación cada vez está peor, la ESI con muchísima suerte la dan en tu colegio y si la dan es cis género. Siempre se habla de métodos reproductivos y de relaciones heterosexuales, del embarazo, y quizás de períodos menstruales. Pero nadie te ayuda a conocer tu propio cuerpo, yo descubrí el clítoris a los 13 años, en el colegio no me enseñaron nada», relata Vié.

A contra marcha de los cambios culturales que se vienen gestando en el conjunto de la sociedad argentina, «últimamente se le da mucho lugar a grupos de extrema derecha que quieren derogar la Ley de Identidad de Género, quieren que no se dé educación sexual integral en los colegios. Ese es el único trabajo que tiene el Estado para dar a conocer nuestra existencia y no solo no se está dando, sino que se niegan a que se dé» agregan.

Grandes referentes de la talla de Lohana Berkins y Diana Sacayán marcaron a fuego nuestra historia llevando adelante importantísimas luchas por los derechos del colectivo LGBTIQ+, pero cuesta situar en la actualidad algún referente o alguna referenta trans que les represente. «Tener ídolos no es lo mejor pero tener referentes es algo increíble y me parece que es algo que falta un montón en nuestro colectivo porque sucede que capaz nosotres no tenemos en quién reflejarnos y asimilar nuestras relaciones», precisa Feliciano y sigue: «Referentes trans varones no conozco, pibas trans sí porque ellas la activan de una manera excepcional».


«Siento que nuestres mayores referentes somos nosotres mismes»


También reconoció su admiración por Susy Shock, la reconocida cantante, actriz, docente y escritora argentina. «No sé si considerarme fanático pero tengo una relación muy sentimental con Susy Shock, la adoro, amo lo que escribe. siempre que me siento mal me meto en su blog o leo un libro de ella que me regaló mi novia. Siempre la leo y trato de escucharla, veo sus videos, me hace sentir un poco menos solo, y me pone más contento ver cómo pudo llevar a cabo tantas vivencias de mierda y convertirlas en arte, que es algo hermoso».

En la misma línea, Vié introduce: «Quizás mi referente no tiene que ser alguien que ya murió o alguien super conocide, también mis referentes son mis amigos, mis amigas y mis amigues, que la pelean todos los días. A veces, cuando me siento como el culo les miro y digo ‘wow, qué fuerza’. Siento que nuestros mayores referentes somos nosotres mismes».

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Christopher Loyola

Estudiante de Edición (FFyL-UBA), Presidente del Centro de Estudiantes de Filosofía y Letras (CEFyL).