«No se puede ser cristiano y neoliberal»

El dirigente de la CTEP habló con El Grito del Sur sobre religión y aborto, el diciembre tranquilo de Macri, las elecciones 2019, el fortalecimiento de la economía popular y la apuesta de Juan Grabois por la candidatura Cristina Kirchner.

Gildo pide que saquemos la foto con la estatua de la Medalla Milagrosa que cuelga en la sala de espera de su oficina de la CTEP. Durante la entrevista citará al Papa Francisco no menos de cuatro veces e intentará explicar cómo convive con la tensión entre ser cristiano y apoyar la Interrupción Voluntaria del Embarazo. El tipo que va a misa los domingos al tiempo que cría a Catalina, su hija más pequeña, feminista a los 10 años, tiene en su despacho las fotos de Evita, de Yasser Arafat, y un póster imponente del saludo entre Néstor Kirchner y el expresidente venezolano Hugo Chávez. La primer pregunta se cae de Maduro.

La CTEP y el Movimiento Evita se posicionaron contra la intervención y el golpe de Estado en Venezuela. ¿Creés que hay más ensañamiento, por parte del imperialismo, con los países que le dieron mas poder a los movimiento sociales?

Nosotros, y yo en particular, creo en la autdeterminación de los pueblos. Uno puede tener matices o distintas miradas y hasta puede ser crítico de la gestión de Maduro pero está claro que ha habido un proceso democrático con más de 20 elecciones donde el chavismo se ha ratificado en las urnas y las 2 derrotas que sufrió las ha reconocido. Sin dejar de lado que hay variables políticas y económicas que han empeorado, producto de algunos hechos de corrupción, y también de un profundo hostigamiento económico de EEUU. Eso no quita que es absolutamente ilegítimo reconocer al titular de la Asamblea Nacional como Presidente y es una vergüenza que el Gobierno de Macri haya reconocido una autoridad falsa. Sobre todo cuando, desde EEUU y ahora desde Brasil, se promueve un proceso de desestabilización que puede generar una guerra civil. Nosotros tenemos que sostener a América Latina como una región de paz. Al mismo tiempo hay un cambio en la correlación de fuerzas en América Latina, porque los gobiernos populares no hemos podido construir cambios estructuralmente estables y sostenidos en el tiempo.

Recorrés los barrios del Conurbano continuamente y denuncias la difícil situación que atraviesa la gente más humilde. ¿Por qué tuvimos un diciembre tan tranquilo con una realidad económica, social y política cada vez más caliente?

Las grandes crisis, en 2001 y en el 89, generaron un empeoramiento de la situación de los sectores populares. Los sectores populares añoran la estabilidad y la paz y además estamos en vísperas de un procesos político electoral que va a generar una alternativa por la vía democrática. Sumado a esto, los movimientos populares tenemos un rol muy importante, que no teníamos en 2001: nuestro tejido de articulación social con clubes de barrio, sociedades de fomento, la iglesia católica, colegios y comedores nos permite sostener la estabilidad, garantizar la paz social, la vida comunitaria. La violencia nunca ha sido un camino que beneficie a las mayorías populares y existen condiciones para que las organizaciones territoriales nos insertemos en el proceso político institucional y desde allí acompañar un cambio de rumbo. Nosotros tenemos que lograr que el conflicto social tenga canalización institucional: cuando no existe esta canalización viene el desborde y los que ganan en las crisis, cuando el Estado es débil, son los que apuestan a la timba financiera, a la especulación. Nosotros bregamos por la paz pero también vamos a tener mucha firmeza.

Cuando Urtubey y Massa lanzan sus candidaturas y salen a romper la unidad, ¿operan para Macri?

Nosotros tenemos que construir un proceso de unidad sin proscripciones ni exclusiones. Tampoco creyendo que todo lo que estuvo antes es mejor, y no me refiero solo a historia reciente: hay compañeros que plantean volver al peronismo del 45, cosa que es imposible. Tampoco creemos en posturas mesiánicas donde aparecen generaciones que redimen la política en términos institucionales, con un lenguaje ahistórico, pensando que el mundo empieza de nuevo. Nosotros tenemos que tener respeto por las experiencias que le dieron mejores condiciones de vida a los y las argentinas, plantearnos la integración al mundo en el SXXI, con nuevos parámetros económicos sociales y culturales. Y la gran responsabilidad es no poner limites.

Y los que ponen limites, ¿para quién juegan?

Todavía no se cerraron los plazos institucionales. Pero los que ponen límites pueden estar construyendo una fragmentación o un posicionamiento para entrar a un proceso de unidad posterior. Es necesario construir la unidad, pero no la de los dirigentes políticos o partidos, sino unidad nacional que contemple sectores de las finanzas, sectores de la producción, de la industria , del campo, del mundo del trabajo, feminismos populares, movimientos populares. Una unidad en función de una propuesta de nación donde los 44 millones de habitantes, sean nacidos acá o extranjeros, tengan una perspectiva de nación estable, institucionalizada y que nos permita planificar en el largo plazo. La argentina no tiene proyecto de nación: vivimos en un péndulo y los que ganan son los que más tienen. Tenemos que construir un proyecto para todos poniendo el énfasis en el 35 por ciento que está sufriendo pobreza estructural.

Sos una persona muy cercana a la Pastoral social y la CTEP ha construido un fuerte vínculo con la Iglesia. ¿Apoyás el reclamo por el Aborto Legal, Seguro y Gratuito? 

Nuestras compañeras han expresado nuestra agenda en la calle y nuestra representación ha expresado una posición. Son contradicciones que existen en la realidad, pero no se puede abordar problemas de salud pública con el Código Penal y hay que entender que las diferencias en las creencias no son absolutas. Nosotros tenemos una enorme responsabilidad: construir una mayoría que bregue por los derechos de la mayoría. El movimiento de mujeres ha construido una agenda clara, una mística particular y una masividad que lo pone en el debate público planteando grandes transformaciones. Es un movimiento transgresor, que incomoda y tiene en su seno una perspectiva transformadora. Por eso, construir muros sobre los reclamos de esos sectores sociales sería un error. Los movimientos sociales tenemos que construir puentes con otros sectores que también están peleando. Yo soy católico, voy a misa, pero no me impide comprender que el movimiento de mujeres genera transformaciones y que hay que abordarlo sin dogmatismos, con sinceridad, entender que los que los que sufren tienen que conquistar derechos. Por eso, el debate no tiene que ser una contradicción antagónica: los que intentan motorizar que son posiciones irreconciliables, lo que hacen es profundizar grietas que son funcionales a quienes detentan el poder en Argentina.

Siguiendo en tema religioso, ¿cómo ves el surgimiento y la apuesta política de muchas iglesias evangelistas en favor de proyecto neoliberales? ¿Hay margen para discutir un sistema de creencias con fuerte arraigo en la idea meritocrática y de la salvación individual?

La política, como lo ha dicho el Papa Franciso, es el mayor acto de caridad posible. Hay hermanos cristianos que representan un modelo de pensamiento político que no siempre es funcional a la conquista de derechos para los que más sufren. Yo no creo que la justicia social llueva del cielo: creo que hay que construirla acá. La fe y la política siempre han estado relacionadas, el tema es cuando se construyen posiciones fundamentalistas. Lo ha dicho Francisco, incluso en referencia al terrorismo islámico: no hay ninguna religión que reivindique la muerte, que reivindique la violencia, que se plantee la desigualdad como objetivo. Son los hombres y las mujeres las que se posicionan. Nosotros siempre vamos a estar por los derechos de los que pelean por quebrar las desigualdades. La política es una cuestión bien terrenal, pero que en mi caso, está fundado en valores cristianos. No hay posibilidad de ser neoliberal y ser cristiano, lo ha dicho Francisco. Tenemos que construir paz social con justicia y es el principal motivo de nuestra militancia.

¿Cómo ves la conformación del Frente Patria Grande, dirigido por Juan Grabois, y su apoyo a una eventual candidatura de Cristina Fernández de Kirchner?

La CTEP como institución sindical prescinde de fijar posiciones electorales: lo hacen hombres, mujeres y organizaciones que la integran. Juan eligió un camino y es respetable, tenemos matices y lo hemos expresado en el acto de Atlanta, donde la mayoría de los movimientos sociales hemos definido abordar este proceso político en unidad. Eso no significa que no tengamos un acuerdo absoluto en la política social y sindical. Simplemente es un compañero que esta buscando un camino político y nosotros lo respetamos porque lo sentimos un hermano de clase. Después, hay matices pero la política es el diálogo, la diferencia. La CTEP siempre ha sostenido la unidad para defender los derechos de quienes representamos y por eso no hay que darle dramatismo, no tenemos que construir dicotomías que no son relevantes.

¿Se gana en 2019?

A Néstor Kirchner, en el 2003, no lo veíamos venir en y apareció porque había una demanda social de buscar otra cosa. No está claro quienes van a ser los hombres y mujeres que expresen una idea distinta pero hay una gran demanda social por encontrar otro camino y las especulaciones terminan en unos meses. Nosotros tenemos una enorme responsabilidad: mantenernos unidos como movimientos sociales  y, sea quien sea el que gane, no vamos a regalar nuestra agenda ante ningún candidato del sistema político Una Argentina con 35% de pobres nos va a plantear seguir en la calle. Vamos a ganar porque así lo demandan, no los dirigentes, sino lo que se escucha abajo.

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Yair Cybel

Una vez abrazó al Diego y le dijo que lo quería mucho. Fútbol, asado, cumbia y punk rock. Periodista e investigador. Trabajó en TeleSUR, HispanTV y AM750. Desde hace 8 años le pone cabeza y corazón a El Grito del Sur. Actualmente también labura en CELAG y aporta en campañas electorales en Latinoamérica.