Un muerto que habla a los gritos

Macri sorprendió con el tono enérgico y épico de su discurso, que buscó no dejar rastros de la debilidad con que encara el proceso electoral debido a la crisis económica. El Presidente inauguró hoy la campaña abocado a fidelizar su núcleo duro y despejó toda duda sobre cuál será la estrategia de Cambiemos: a todo o nada contra Cristina.

“Los argentinos hemos madurado”. Sobre el final de los 60 minutos que duró su discurso en el Congreso, el presidente Mauricio Macri sintetizó lo que será el principal eje de su campaña para la reelección: la polarización con el fantasma de un “pasado” indigno que -para la base principal de sus votantes- representa la figura de su antecesora en el cargo y posible contrincante, Cristina Fernández de Kirchner. El tono enérgico y enfático, por momentos épico, de a tramos al borde de la agresión y la chicana con que Macri se abocó con insistencia a diferenciarse del gobierno anterior, dejó en claro que los esfuerzos de Cambiemos están puestos hoy en fidelizar a su núcleo duro electoral, oscilante entre los 20 y los 30 puntos según quién lo mida y dispuesto a renovar su confianza influenciado más por el rechazo al peronismo y sus variantes que por la crisis económica. De contener ese piso, Macri aspira a llegar con aire a una hipotética segunda vuelta, aún con chances de imponerse a pesar del ajuste en los salarios, el tutelaje económico del FMI, los tarifazos, la recesión, los despidos y la inflación más alta desde la hiperinflación del alfonsinismo, siempre y cuando la que esté enfrente sea la ex presidenta. Todas las fichas de la alianza Cambiemos están puestas en esa hipótesis y por eso en el de hoy, que pudo haber sido su último discurso frente a diputados y senadores, Macri despejó cualquier duda que podría persistir sobre los niveles de confrontación que alcanzará la campaña que acaba de comenzar.

Esa “maduración” supuesta de la sociedad es a la vez la piedra filosofal sobre la cual se monta el edificio ideológico de Macri y de los votantes que siguen fieles a Cambiemos. Se inscribe en la saga significante que describe la etapa anterior como una “mentira” y un “despilfarro”, y que la asocia con la corrupción y la desidia. De ahí que “los argentinos” sean capaces de sopesar un ajuste, una crisis económica y una retracción de la economía como la que se vive, con tal de no volver a tropezar con la piedra del “populismo”. El Presidente se abocó hoy a arengar esa “maduración”, a costa de nutrirla de muletillas y datos sobre el rumbo del país que desmienten las propias cifras oficiales del INDEC, cuya confianza dice haber recuperado. Por eso, sostuvo sobre el final, casi a los gritos: «No dejemos que los predicadores de la resignación y el miedo le ganen a la esperanza». La incertidumbre a partir de ahora es si la realidad le dará una esperanza (como pasó en 2017) donde hacer pie o terminará de resignarlo y de entronar a Cristina.

Pero el tono tan enérgico utilizado por el Presidente lo mostró además convencido de esa pelea, quizás como pocas veces antes. Macri llegó a la inauguración de sesiones ordinarias con un frente abierto con la UCR y diez días después de que el dólar volviera a mostrarse inestable. Se sentó al lado del presidente de la Cámara de Diputados, Emilio Monzó, ex armador autoretirado de Cambiemos. Antes, durante la gira por la India y Vietnam, el diputado Martín Lousteau, cuyo máximo antecedente electoral fue haber peleado hace cuatro años la jefatura de Gobierno porteña, se animó a desafiarlo y a pedirle una interna. También llegó sacudido por los números de la estrepitosa caída de las ventas de diciembre, el mes del aguinaldo y las fiestas. La inflación de enero, lejos de bajar, subió respecto de la diciembre y rozó los 3 puntos. Macri tenía que mostrarse hoy más firme que de costumbre, incluso a riesgo de parecer sobreactuado.

¿A Macri se le acabó el tiempo? Fotos: Rolando Andrade Stracuzzi

Algo de ese desamparo, de todas formas, no se pudo ocultar en el recinto: apenas cuatro gobernadores estuvieron presentes para aplaudirlo. Dos son del PRO: Larreta y Vidal; otro, radical fiel, Gerardo Morales, de Jujuy. El cuarto, Gustavo Bordet, peronista de Entre Ríos que va por la reelección apoyado por CFK. De los veinte restantes, ni noticia. Carrió intentó matizar esa soledad cuando festejó de pie el tramo en que se hizo referencia a la extensión de dominio, la traducción a decreto de la propaganda anticorrupción y que ya fue frenado en la bicameral de DNU. Así funcionó también la hinchada amarilla, que aplaudió cuando Macri confrontó los insultos de la oposición, que parecían agrandarlo. Afuera del Congreso, la imagen mostraba la verdadera foto del momento de su gobierno: no hubo una manifestación de apoyo sino una opositora, que no pudo acercarse mas allá de la 9 de Julio por el desmedido operativo policial. El centro de la Ciudad parecía sitiado. Y mientras hablaba, subió el riesgo país y perdieron valor los bonos argentinos en el exterior.

La exasperación en el discurso de hoy tiene un antecedente expresivo similar que al Gobierno parece haberle dado resultados: después de llorar emocionado en la gala del Colón sobre el cierre del G20 y frente a los mandatarios mas importantes del mundo, la imagen de Macri, que venía en picada después de un 2018 desastroso, frenó su caída y mostró un leve repunte. El mandatario se mostró ese día emocionado, y los suyos cantaron, como hoy «Argentina/ argentina!»: una épica del país posible que no es hoy, claro, pero que puede ser mañana. Otro pedido más, de los tantos que hubo, a la espera de los brotes verdes que nunca llegaron.

Precisamente Macri apeló al G20 en el único trayecto de su discurso en el que no mintió ni tergiversó la realidad. Habló de un «apoyo del mundo inédito al país», lo que está claro no tanto del país sino de su presidencia, hasta ahora fuertemente respaldada por EE.UU., la Unión Europea, Israel y el sistema financiero internacional. Allí se lo notó más cómodo que nunca y hasta pareció enviar un mensaje al círculo rojo local, que mira el escenario electoral con incertidumbre: semejante apoyo del verdadero poder global es una ventaja real que puede compensar cualquier retiro de las simpatías caseras.

En otro tramo internacional de la alocución, no se olvidó de criticar al kirchnerismo por respaldar a Nicolás Maduro. «¿Cómo pudo haber sido posible?», se preguntó y ratificó su preferencia por Guaidó. En la comparación entre el kirchnerismo y el chavismo estará otro eje de la agenda que propondrá el Gobierno para la campaña. El resto son la igualdad de género y la mano dura.

Así las cosas, el principal problema que tiene Macri a futuro estará en bajar a tierra los conceptos y la confrontación ideológica, con números concretos y en una realidad palpable. Para muestra, hace falta un botón: en una hora de discurso apenas hizo un sólo anuncio, el aumento del 46 por ciento de la AUH, inaugurada en «el pasado»por Cristina Kirchner.

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