«Ministra Acuña, hay 23 mil chicos y chicas que no iniciaron las clases»

La crisis educativa en la Ciudad se profundiza por la falta de vacantes. Reunimos a cuatro docentes del Distrito Escolar 19, uno de los más afectados por la problemática, para entender qué está pasando en los barrios.

La implementación de la inscripción online como nuevo método de matriculación a partir del año 2013 dejó al descubierto la enorme falta de vacantes en el distrito porteño, gobernado desde hace doce años por el macrismo. ¿Iniciaron allí los problemas? No, de ninguna manera. La problemática se venía arrastrando desde hacía varios años atrás, pero las nuevas dificultades y obstáculos que supuso el nuevo modo de inscripción expulsaron a muchos más niños y niñas de la Ciudad que buscan un lugar dentro del sistema educativo público. Para comprender en profundidad esta problemática y muchas de las que de allí se desprenden, dialogamos con Jimena, Emmanuel, Berenice y Daniel, cuatro docentes del Distrito Escolar Nº 19, uno de los más afectados. «El proceso de desescolarización que propone el Gobierno no es casual, quieren expulsar a la población de la escuela pública», aseguran.

Foto: Catalina Distefano

Si bien la falta de vacantes es un problema transversal a todo el sistema educativo, el nivel inicial -cuentan- ha sido el más perjudicado durante, al menos, los últimos seis años. En particular las salas de lactarios, de 45 días a un año, y deambuladores, del primer al segundo año de crecimiento, han tenido que soportar una infinidad de cosas: ver cómo miles de niñes no obtienen una vacante por la falta de escuelas, competir con el discurso oficial de promoción de los CPI (Centros de Primera Infancia), y en los últimos meses soportaron también el intento de cierre de dichos establecimientos. En el distrito 19 hay tan sólo 4 jardines con salas de bebés, una cifra absolutamente insuficiente.

No se salva nadie

No importa raza, religión ni color. La enorme demanda de vacantes en las escuelas públicas ha expulsado a hijos e hijas de miles de familias de distintos puntos de la Ciudad. Y así como los maestros y las maestras son quienes viven, además de las familias, esta cruda realidad, también son elles víctimas de esta problemática. Jimena, por ejemplo, es docente del nivel inicial y trabaja en el distrito desde hace 9 años, pero su hija, al igual que muchos y muchas, quedó en lista de espera en 2018 y recién este año logró iniciar las clases.

Una situación similar le tocó vivir este año a Daniel, docente en el distrito desde el 2016, quien tampoco consiguió una vacante para su hijo y optó por inscribirlo en una escuela privada, un «lujo» que muchos ya no pueden darse. Y es que si antes del 2015 una familia podía -siempre y cuando sus condiciones socio-económicas se lo permitieran- escolarizar a sus hijos o hijas en el sector privado, hoy son muchos menos los hogares que pueden costearlo.

Foto: Catalina Distefano
Pública o Privada, ¿esa es la cuestión?

El incremento del presupuesto para la educación privada en detrimento de la pública, sumado a lo construido desde los medios de comunicación alrededor de la idea que “las privadas no paran”, han sido intentos por enfrentar a las comunidades educativas que pelean de conjunto en cada movilización por un mayor presupuesto, por una paritaria nacional y una educación digna y de calidad para todos y todas. “Nos formamos todos en los mismos espacios, nos instruimos en los mismos profesorados que el Gobierno también intentó cerrar. Los medios construyen una rivalidad entre la escuela pública y la privada, pero eso es algo que puertas adentro no pasa”, precisa Berenice, docente del nivel primario también del distrito 19.

También Jimena opinó sobre la polémica y comentó que resulta difícil muchas veces volcarse sobre el sector público, debido al riesgo que supone la eventual falta de pago del salario durante varios meses. Incluso recuerda que ella y su compañero, ambos ex trabajadores del sector privado, decidieron luego de mucho tiempo asumir el “desafío familiar” de trabajar en la pública. “Hay muchos compañeros de las privadas que quieren trabajar en nuestro sistema, pero no pueden darse el gusto de no cobrar durante cuatro o cinco meses”, explica.

Si faltan vacantes que no se note

En los últimos años el Gobierno de la Ciudad, lejos de oír el reclamo de las comunidades educativas, ha adoptado una política de creación y promoción de los Centros de Primera Infancia, una iniciativa que produjo más críticas que soluciones. El Ejecutivo porteño busca de esta forma dar respuesta a la enorme falta de vacantes producto de la falta de obras e inversión pública. Lo que las familias y docentes objetan es que dichas instituciones “no pertenecen al área de educación, sino que están bajo la órbita de Desarrollo Social” y quienes están a cargo del cuidado de los niños y las niñas no deben ser docentes necesariamente. “En lugar de tener chicos en jardines maternales con docentes formados, tienen chicos a los que se les va a dar de comer, se los cuida y se los duerme; lejos de todos los requerimientos educativos que tiene que tener un chico de los 45 días a los 5 años”, agrega Jimena.

Pero los problemas no terminan ahí; en el último año -según cuentan les docentes- hubo jardines que no abrieron la inscripción y cuando las familias se acercaban a los facilitadores (funcionarios puestos por el Gobierno en las escuelas para brindar asesoramiento), éstos recomendaban que envíen a sus hijos e hijas a los CPI. “Se buscaba vaciar las aulas para después tener la excusa perfecta para cerrarlas”, cuestiona la docente de nivel inicial.

Foto: Catalina Distefano
Hay 23 mil que no iniciaron

A pesar del discurso oficial y la obsesión por cumplir a rajatabla los 180 días que marca el calendario escolar, hay 23 mil niños y niñas de la Ciudad de Buenos Aires que no iniciaron las clases el 6 de marzo porque no tenían una vacante asignada en ninguna escuela. «Existe un paro silencioso que los medios no muestran. Todos los días hay miles de chicos y chicas que no van a la escuela, pero no por el paro docente sino porque no hay vacantes», denuncia Emmanuel, docente de primaria desde hace tres años. Muchos y muchas en lista de espera, muchos y muchas sin número de inscripción, muchos y muchas que no pierden la esperanza de ponerse este año un guardapolvo, saludar a la maestra y decir presente al escuchar su nombre cuando pasan lista antes de iniciar la clase. “Empezamos el año en el distrito con este sinsabor de saber que tenemos un montón de pibes adentro de la escuela y otros montones afuera”, se lamentan.

Las dificultades son muchas y las tareas también: resulta común a esta altura ver aulas superpobladas, bancos que no alcanzan y un sistema educativo que empieza a quedar chico. Pero la superpoblación pone en contradicción dos grandes premisas: el «que entren todos» y las condiciones óptimas de cursada. Por un lado, docentes y autoridades expresan la voluntad de incorporar a la mayor cantidad de estudiantes para que no se priven del derecho a la educación, pero ello los y las expone a tener que dictar las clases en aulas superpobladas con hasta 35 o 40 estudiantes. «Entran los pibes y pibas que te den las dimensiones de las aulas», explica Emmanuel.

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Surfeando la crisis

La situación económica y social del país se refleja en el día a día dentro de las aulas: desde les chiques que llegan con hambre a la escuela, hasta quienes llegan sin zapatillas, sin mochila o sin guardapolvo. “Estamos siendo mucho más cuidadosos sobre lo que le pedimos a las familias: si hace un par de años les pedíamos tres cuadernos, quizás ahora les decimos que traiga el que le quedó del año pasado”, cuenta Berenice y remarca la importancia de que las familias continúen enviando a sus hijos e hijas a la escuela a pesar de no contar con todos los materiales. Los y las docentes apuestan a la solidaridad y el cooperativismo para seguir llevando adelante las clases y refuerzan más que nunca la enseñanza de estos valores.

Son muchas las familias que han perdido el trabajo y les resulta difícil, por no decir imposible, costear lo necesario para enviar a sus hijes a la escuela. Pero también son muchas las que arriesgan su estabilidad laboral para conseguir una vacante: días y días enteros recorriendo distritos, supervisiones, colegios y defensorías para alcanzar la tranquilidad de saberse dentro de una escuela. Jimena explica: “Esas familias necesitan imperiosamente la vacante porque tienen que trabajar. Ya no existe la posibilidad de que mamá o papá se quede, o que lo cuide la abuela, porque todos trabajan”. “Y aún cuando los padres no trabajen, los chicos y chicas tienen derecho a estar en la escuela”, agrega Berenice.

Para finalizar, y luego de un análisis estructural de las principales deudas y falencias del sistema educativo actual, los y las docentes fueron consultades sobre los motivos por lo que, aún con este panorama desalentador, siguen confiando y apostando por la escuela pública.

«Elegimos la escuela pública todos los días porque es constructora de conocimiento, de ciudadanía, de igualdad, democracia. Nosotros educamos en esos valores y estamos orgullosos de lo que hacemos todos los días.» – Emmanuel
«La escuela sigue siendo el último bastión de lo público, y ahí nosotros vamos a defender al Estado. Somos el Estado en el barrio y vamos a seguir disputando ese lugar.» – Berenice
«La escuela pública no genera solamente conocimiento, también afecto, lazos, solidaridad, comunidad. Sobre todo en algunos barrios y sectores, esto es imprescindible.» – Jimena
«Frente al discurso de la inseguridad que nos dice que en los barrios hay pibes que tienen que ir a la cárcel por chorros, migrantes e ilegales, el guardapolvo sigue siendo no sólo un símbolo de seguridad y orgullo sino también representación de lo público, ante esta ola de privatización.» – Daniel
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