Daniel Jadue: el alcalde que llegó para revolucionar Chile

Arquitecto y sociólogo, nieto de inmigrantes palestinos y militante comunista. ¿Quién es el alcalde de Recoleta que impulsa farmacias populares para competir con los gigantes farmacéuticos, construye casas públicas para alquilar a precios justos y pretende transformar casi 50 años de consenso neoliberal en Chile?

Arquitecto y sociólogo, militante comunista y nieto de inmigrantes palestinos, Daniel Jadue tiene apenas 51 años y es el alcalde de Recoleta, la comuna de Santiago donde nació, creció, estudió y aún vive. De este lado de la cordillera, poco se ha escuchado de este joven dirigente, pero en Chile ha generado una revolución a pequeña escala a partir de su gestión comunal. En el país que fuera el laboratorio del neoliberalismo, donde los consensos privatizadores han hecho estragos inconmensurables, Jadue ha impulsado una serie de iniciativas que le han valido un importante apoyo popular y la consecuente rivalidad de los sectores de poder. Desde 2012, Daniel ha inaugurado una universidad, una inmobiliaria, una librería, una disquería, una óptica y una cadena de farmacias, todas con el mismo apellido: popular.

¿Es posible pensar un proyecto alternativo, en un país como Chile, donde cala tan fuerte la idea de que «no hay alternativa» al neoliberalismo?

Siempre me llama la atención, cuando salgo de Chile, la imagen que se tiene del país como modelo para los defensores de este sistema. Pero lo que no se cuenta es que el año pasado murieron más de 1000 personas en lista de espera en los hospitales públicos, que hay cientos de miles de niños en edad preescolar sin un jardín para inscribirse o que casi el 60% de los mayores tiene pensiones miserables que no le alcanzan para vivir 10 de los 30 días. Somos uno de los países más desigüales del mundo, donde 6 familias tienen más ingresos que 6 millones. Nosotros impulsamos una discusión ética: sabemos que la utilidad nace de pagarle a los trabajadores menos de lo que vale su trabajo, hay alguien en la sociedad que se apropia de ese trabajo. Se supone que el Estado cobra impuestos de estas utilidades para corregir el sistema e invertir ese remanente en seguridad, educación o salud. Con este remanente hay tres opciones: una parte se la roban, otra se la devuelven a las empresas a manera de subsidios, pero nosotros hemos optado por devolver este dinero a los trabajadores en forma de proyectos que abaratan y simplifican su vida.

En este contexto, ¿en qué consiste el proyecto de las farmacias populares y cómo reaccionaron los sectores de poder cuando se tocaron sus ganancias?

El proyecto nace de la ciudadanía porque efectivamente había una demanda: tenemos los medicamentos más caros del mundo y una parte importante de la población renuncia a su tratamiento porque no tiene oportunidad de pagarlo. Lo que hacemos es parar una farmacia donde el municipio asume los costos operacionales y sólo traspasa el valor del costo del medicamento, sin marcar ningún porcentaje de utilidad. Estos gastos operacionales son una inversión en salud que presiona al mercado para que baje los precios: a partir de la iniciativa de precios justos, se redujeron entre 77% y 78%  los precios de los medicamentos. La derecha económica nos acusó de competencia desleal o de inconstitucionalidad, algo ilógico en un mercado donde las empresas se coordinan para subir artificialmente los valores de los precios. Hoy somos 160, de las 345 comunas, con farmacias populares y más de 80 decidimos formar una asociación de municipios con farmacias populares. Nos estamos convirtiendo en productores de ayudas técnicas y de medicamentos y ya vendimos 30 mil millones de pesos, con lo que concluimos que le sacamos al mercado 60 mil millones de pesos.

¿Qué sucede con la educación pública? Se observan pocos avances que se combinan con los retrocesos propios de la alternancia política en Chile. ¿Cómo se integra la idea de la universidad abierta?

La universidad abierta no pretende competir con las universidades formales, son cosas distintas: no buscamos entregar títulos de grado, sino democratizar el conocimiento en alianza con las universidades. El proyecto nace dentro de la tradición de la universidad abierta europea, pero acá hemos dicho que la universidad salga de sus espacios de confort, que vaya a los sectores populares y pueda democratizar el conocimiento. Tenemos 3000 alumnos para más de 150 cursos y nuestros colegios están llenos hasta las 10 de la noche con cursos gratuitos y profesores voluntarios. El proyecto se integra además con una librería popular, una óptica popular y una disquería popular para que estos productos salgan más baratos y estén a disposición de la comunidad.

Sos arquitecto, y en Recoleta impulsan una inmobiliaria. ¿Cómo se da esta lucha en una ciudad como Santiago donde hay una carrera voraz por la privatización del suelo y la especulación inmobiliaria?

Nace de la demanda de la ciudadanía por intervenir un mercado abusivo como el inmobiliario. Estamos construyendo los primeros 38 departamentos que serán las primeras viviendas públicas de la historia de Chile. Postulamos a subsidios estatales para construir viviendas municipales que se ponen en el mercado para alquilarse a un precio que no sea mayor al 20% de los ingresos del núcleo familiar, privilegiando a las familias que más lo necesitan. Vamos a terminarlo en abril del próximo año y ya en mayo se van a mudar las primeras familias.

En 2017, en las elecciones presidenciales, votó menos de la mitad del padrón electoral. ¿Dónde nace esta desconfianza en la representatividad política?

Tiene que ver con tres fenómenos paralelos: primero, hay una desconexión muy grande, hace mucho tiempo que la política no logra responder los intereses de la ciudadanía. Segundo, el Estado nace en la historia de humanidad como una transacción entre el Estado y su pueblo, donde el Estado daba protección a cambio de fidelidad e impuestos. Esta protección empieza a incorporar derechos a la salud, a la educación, a la vivienda y cada vez los impuestos mutan e introducen una serie de cambios en la relación entre la sociedad y el Estado. Pero luego de la caída de la URSS, donde el capitalismo se siente liberado de una alternativa de poder, comienza a avanzar sobre el derecho a la salud y la educación, despojando toda consideración ética y llegando a un punto donde el Estado no le da nada al ciudadano y no tiene capacidad para pedirle fidelidad ni lealtad. Y hay un tercer fenómeno: una parte de la izquierda latinoamericana lleva muchos años diciéndole a su gente que no hace falta participar porque da lo mismo quien gobierna, porque son todos iguales. Este discurso, que es muy funcional a la clase dominante, ha ido desmovilizando a vastos sectores. En Recoleta esperamos que suba entre un 10 y un 15% la participación porque aquí el Estado ha asumido un rol donde protege, cuida y escucha a sus ciudadanos.

¿Te imaginás como presidente? ¿Es posible pensar una alianza entre la Nueva Mayoría y el Frente Amplio para derrotar al neoliberalismo?

Yo soy militante comunista. Nunca me he visto ni me he propuesto ser presidente porque no tenemos propuestas personales, sino proyectos colectivos. Pero a los desafíos que se vienen por delante nunca le vamos a quitar el cuerpo, si la ciudadanía y el partido así lo deciden. Y en lo segundo, me parece que la pregunta esconde una trampa. No es que sea o no posible: la única alternativa para no entregarle en bandeja el gobierno a la extrema derecha es una alianza entre el centro y la izquierda. La ultraderecha del mundo tiene plena consciencia que el próximo ciclo de acumulación de riqueza no puede hacerse en democracia, porque requiere tal precarización de la calidad de vida que no va a ser tolerable con paz social y estabilidad. El reemplazo del trabajo humano por el mecánico, la extensión de la última parte del proceso productivo para que el consumidor trabaje para la empresa, el fenómeno de la obsolescencia programada y la intención de los grandes empresarios de pagar menos impuestos al estado lo que implica bajar la cantidad y calidad de servicios. En este contexto, con un mundo que se nos viene que es terriblemente complejo, si no nos unimos todos va a ser muy difícil enfrentar un mundo más dificil que el de los esclavos, porque a los esclavos había que mantenerlos pero ahora sólo se mantiene a quienes son necesarios. Tenemos la tremenda responsabilidad, dentro de la izquierda, de unirnos y dejar de encontrar enemigos dentro de la izquierda y no en la derecha. Estamos permeados por los valores del neoliberalismo, se han dejado de lado el colectivo y la comunidad.

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