El camaleón, rey en el país de los sapos

Pichetto vice, la segunda bomba de este año electoral con el PJ nuevamente como protagonista, es la apuesta de Macri para seguir con vida antes y después del 10 de diciembre. La vuelta de Massa, eclipsada. A diez días del cierre de listas, en 2019 todo puede pasar, y todo pasa.

Gane quien gane las próximas elecciones, el PJ tendrá un rol protagónico a partir del 10 de diciembre. Ese quizás haya sido el mensaje central que envió Mauricio Macri al núcleo del poder de la Argentina con el anuncio del senador Miguel Ángel Pichetto como su compañero de fórmula. La estructura mayoritaria de gobernadores peronistas tiene ahora en la boleta del oficialismo el mejor “plan B” posible, en caso que la fórmula Fernández-Fernández se quede a mitad de camino: el dirigente que mejor veló por sus intereses durante los últimos 4 años y negoció por ellos y para ellos las leyes clave de la era Cambiemos, entre las que se destaca la primera reforma previsional.

Entre el 14 y el 18 de diciembre de 2017, con la plaza de los dos Congresos convertida en un campo de batalla entre las organizaciones sociales y la policía, ambas cámaras sancionaron dicho ajuste sobre los jubilados con el apoyo de las espadas legislativas de los gobernadores. Esa frenética negociación tuvo dos protagonistas: el ministro del Interior, Rogelio Frigerio, y el presidente del bloque opositor en el Senado, Miguel Pichetto. Ambos justificaron casi con los mismos argumentos, como si fueran parte del mismo espacio político, la razzia policial que cazó todo lo que pudo en la retirada de las columnas por las calles de la Ciudad, así como la necesidad de aquella reforma.

Hay una palabra que resuena en el aire para lo que viene y esa es “gobernabilidad”. Estuvo en boca de los analistas políticos para explicar la jugada de Cristina Kirchner de bajarse a la vicepresidencia en favor de Alberto Fernández. Y ahora vuelve a resonar con la sorpresiva jugada de Macri. Una lectura indirecta de que, sea cual sea el modelo que se imponga en las urnas, el PJ es un actor ineludible para llevar adelante las reformas que se vienen, sean en un sentido de centro-izquierda como se puede suponer en una administración de los Fernández como en la profundización del programa del FMI si Macri renueva. Reformas previsional full,  fiscal y laboral incluidas.

Refrendado en 13 de las últimas 15 elecciones provinciales, el peronismo ha recuperado centros urbanos en el interior del país y hasta puede ganar el próximo domingo nada menos que en Santa Fe, lo cual sonaba utópico una década atrás. Es el único partido que no pierde, y el único capaz de colgar a sus dirigentes de las dos boletas que compiten por el máximo cargo y que proponen soluciones completamente opuestas para superar la crisis.

Por eso ayer los mercados festejaron. Los radicales díscolos, que gritaban esa realidad a los cuatro vientos, también festejaron. Y el núcleo duro duranbarbista y de Elisa Carrió aceptó sin chistar tragarse el sapo más amargo. Pichetto es el golpe de efecto que la alianza gobernante necesitaba para contrarrestar la bomba de CFK vicepresidenta y la llegada de Sergio Massa al armado de unidad. Pero, sobre todo, es la demostración de que hay un Gobierno que está pensando en cómo rearmarse a partir de 2020, lejos de rendirse ante la adversidad con que debe afrontar la elección.

En esa línea ya se había pronunciado el flamante candidato a vicepresidente de Cambiemos -que ya no se denominará de esta forma- durante la semana. “El proyecto de Macri sigue hasta 2023”, dijo casi al mismo momento en que Juan Manuel Urtubey, otro de los integrantes de la desangrada Argentina Federal, rechazaba el mismo convite que él mismo terminaría de aceptar ayer. Pichetto pega en la línea de flotación de la continuidad macrista: hay proyecto, el Presidente está vivo y va a seguir construyendo poder.

Urtubey, Schiaretti, Massa y Pichetto: ya no hay alternativa.

Atrás quedó, quizás para el repaso que los medios hacen de las contradicciones de los políticos cuando pasan a integrar las fórmulas (caso Alberto Fernández-CFK), el tweet de enero de 2019 en el que Pichetto afirmaba que Cambiemos iba a salir tercero en las elecciones y que la segunda vuelta sería entre Argentina Federal y el kirchnerismo. El senador pasó de postularse gustosamente como vice de Lavagna primero y de Urtubey después, a ser la figurita de la gobernabilidad de una segunda etapa macrista. Lo que se dice un camaleón, que no siente vergüenza alguna al explicar cómo funciona la política y cómo ese funcionamiento condiciona sus decisiones.

Con el anuncio de ayer, Pichetto le puso fin a más de dos décadas como presidente del bloque peronista en el Senado. Tarea que cumplió con creces para los gobiernos menemistas, duhaldistas y kirchneristas. Es un dirigente con experiencia en ser oficialista. En lo ideológico es la antítesis de Alberto Fernández; en esta coyuntura es su primo más cercano. Ahí radica otra de las explicaciones de su designación: es el contragolpe perfecto a la bomba que lanzó CFK el 18 de mayo. Y termina de convertir a la “tercera opción” del peronismo federal, tan molesta para el macrismo, en una propuesta meramente testimonial.

La novedad postergó al segundo plano la foto del abrazo entre Sergio Massa y el presidente del Partido Justicialista, José Luis Gioja, que puso fin al histeriqueo y confirmó el regreso del líder del Frente Renovador a sus orígenes. El sapo Massa, de tanto que se lo infló, terminó convertido en príncipe para el peronismo. El tigrense selló el acuerdo un día antes del cierre del plazo para presentar frentes electorales, es decir su arribo se produjo con cierto margen y tranquilidad, lejos de los nubarrones que pudieron aparecer en medio de las negociaciones.

Gioja y Massa, ayer. Hay unidad.

Pero quizás porque ya no significaba ninguna sorpresa, Massa -acostumbrado a ser el centro de atención en semanas de intensa rosca- pasó desapercibido. Pichetto y Macri, con precisión quirúrgica, lo primerearon y anunciaron la fórmula a media tarde. Sergio decidió no hablar, como se especulaba. Para colmo, cuando caía la noche, el Gobierno también anunció la incorporación de Martín Lousteau, más amarillo que nunca, a senador por la Ciudad de Buenos Aires en la boleta de Horacio Rodríguez Larreta, otrora contrincante.

Se espera que hoy termine de sacarse la foto en un café con Alberto Fernández. De todas formas, no está todo resuelto: resta definir si efectivamente el peronismo le dará la presidencia de la Cámara de Diputados en un hipotético próximo gobierno, y si podrán torcerle el brazo al intendente de Tigre, Julio Zamora, que resiste lo que considera una «proscripción» de su antiguo jefe político, que intenta desplazarlo de la lista para ubicar como candidata a su mujer, Malena Galmarini.

Quedan pocas horas para el cierre de frentes, y diez días para la presentación de listas. Todo puede pasar, todo pasa.

Compartí

Comentarios

Matias Ferrari

Periodista, comunicador y militante social. Trabajó en Página/12 y colaboró en la investigación del libro "Macristocracia" publicado por Editorial Planeta.