¿De eso no se habla?

Un tema tabú en el más popular de los deportes: fútbol y homosexualidad. La historia reciente se encarga de señalar que existen cada vez más casos y que lentamente van saliendo a la luz. Conocé quiénes fueron los pioneros y cuál es la situación que afrontan los jugadores que asumen vivir libremente su sexualidad.

Ruud Gullit fue tal vez uno de los mejores futbolistas holandeses de la década de 1980. Hijo de una inmigrante de Surinam, Gullit nació en Amsterdam y a lo largo de su carrera jugó en los principales equipos de su país, vistió la camiseta del Milán de Italia y la del Chelsea de Inglaterra. De hecho, en 1984 recibió el Balón de Oro, máximo galardón al desempeño individual en este popular deporte. Sin embargo, Gullit no viene al caso por su indiscutible talento futbolístico sino por haber sido uno de los pioneros en poner sobre la mesa la discusión sobre fútbol y homosexualidad. En el mejor momento de su carrera, el delantero declaró abiertamente su homosexualidad y optó por mudarse a convivir con su pareja. Era la primera de muchas, en un mundo que guarda el tema bajo llave en una caja de secretos que aún no se ha abierto.

«En el fútbol no es habitual, porque nos hacemos los duros y los fuertes. Y tenemos miedo a lo que puedan decir. Yo no tengo nada en contra: respeto a todo el mundo. Hay mucha gente mala en el fútbol. Y pueden tener miedo a ir a los estadios y que les insulten. Yo creo que lo confesaría», comentó recientemente en una entrevista el futbolista francés Antoine Griezmann y volvió a poner la discusión sobre el tapete. Pero ya no sobre equipos «paralelos» que aglutinan a jugadores gay (el caso de Los Dogos, en Argentina) o casos aislados en un mundo doblemente machista, sino sobre una práctica silenciosa y generalizada que comienza a asomar por los eslabones menos fuertes de la cadena patriarcal.

No es lo mismo salir del closet para una estrella internacional como Ruud Gullit que para cualquier otro jugador promedio. Marcus Urban, futbolista alemán amateur que se desempeñó en el club de su ciudad, Turingia, debió abandonar el fútbol tras declararse abiertamente homosexual y tener que soportar el hostigamiento y malos tratos de rivales, compañeros e hinchas. Años después, Urban presentó su libro «Jugando al escondite», donde relata sus vivencias en un ámbito expulsivo para cualquier disidencia.

Más recientemente, y ya en el campo del alto rendimiento, otro alemán, Thomas Hitzlsperger, salió del closet y aportó otra declaración para sumar al debate: «Hablo ahora de mi homosexualidad porque quiero impulsar el debate acerca de la homosexualidad en el deporte profesional». Así, el ex jugador del Bayern Munich, el Aston Villa y la selección de Alemania se sumó a un (cada vez más) largo listado que ya incluye al estaduonidense Robbie Rogers, jugador de Los Ángeles Galaxy, el inglés Anton Hysén y el noruego Thomas Berling.

En este recuento, el caso de Justin Fashanu merece un punto aparte. Nacido en Inglaterra, es hijo de nigerianos y su carrera tomó un vuelco inesperado cuando se convirtió en el primer jugador negro con un valor de un millón de libras, luego de su pase al Nottingham Forest. El 22 de noviembre de 1990, el diario sensacionalista «The Sun» publicó en su tapa una nota titulada «Estrella futbolística de 1 millón de libras: Soy gay». Fashanu decidió salir del closet y asumir su condición, lo que le trajo aparejado un sinnúmero de ataques homófobos y racistas. El propio técnico del Nottingham, Brian Clough, comenzó a hostigar al joven por sus continuas salidas a bares y boliches gay y luego de que declarara públicamente su homosexualidad, lo excluyó definitivamente del equipo. Incluso su hermano, John Fasuanu, declaró en la revista «The Voice» que Justin «era un paria». En 1998 Fashanu fue acusado de abuso sexual por un joven estadounidense. La policía nunca encontró pruebas para sostener la imputación pero un mes después, en su departamento de Londres, Fashanu se quitó la vida. «Me he dado cuenta de que ya he sido condenado como culpable. No quiero ser más una vergüenza para mis amigos y familia», sentenciaba la última nota que dejó el futbolista.

«En un vestuario hay mucha testosterona, todos juntos, duchas colectivas… Es difícil, pero es así. Entiendo el dolor y la dificultad de los chicos que salen del armario», declaró en 2018 el delantero francés Olivier Giroud. «Es imposible que un futbolista se declare homosexual por la reacción de los aficionados», agregó el jugador del Arsenal inglés Héctor Bellerín. Parece que una delgada línea de silencio se ha roto y cada vez asoman más casos de homosexualidad en el mundo del fútbol masculino. ¿Estamos frente al inicio de una nueva era?

¿Y por casa cómo andamos? “26 equipos, 30 jugadores por plantel: ¿vos decís que no hay ningún homosexual?”, declaró recientemente el jugador de Vélez, Matías «el Monito» Vargas. ¿Podemos pensar un fútbol libre de homofobia en Argentina? La cultura del aguante, la violencia y la humillación al rival hacen complicada esta perspectiva a corto plazo, pero iniciativas como la profesionalización del fútbol femenino y la aparición de referentes del fútbol profesional abiertamente homosexuales hacen pensar que existe un futuro (un poco) más venturoso para los jugadores gay en el fútbol profesional.

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