«El Frente de Todos no refleja una opción de centro»

Tercer candidato a diputado nacional del Frente de Todos por la Ciudad de Buenos Aires, Itai Hagman habla sobre el kirchnerismo, el pago de la deuda, su relación con Juan Grabois y el Papa Francisco. "Cristina construyó la unidad, rompió el techo electoral y recién después se corrió", explica.

El cierre de listas del Frente de Todos dejó ganadores y heridos en todo el país. Itai Hagman, referente de Nueva Mayoría en el Frente Patria Grande, festejó al momento de ver su apellido en la nómina final: tercero en la lista de diputados por la Ciudad de Buenos Aires, sólo detrás del histórico Pino Solanas y la camporista Paula Penacca. Una pole position que lo ubica con grandísimas chances de ocupar un lugar en la Cámara Baja a partir de diciembre. Itai nos recibe en su oficina de la calle Uruguay y durante la charla no evitará ningún tema: su acercamiento al kirchnerismo, la relación con Juan Grabois, el rol de la Iglesia, el pago de la deuda y la discusión en campaña entre los pañuelos verdes y celestes.

Desde el Frente Patria Grande salieron con la campaña «Ella le gana» para empujar la postulación de Cristina. Finalmente el candidato es Alberto Fernández y vas a acompañar esa lista como tercer diputado. ¿Qué representa la candidatura de Alberto y cómo le impacta a tu espacio político?

Cuando armamos el Frente Patria Grande teníamos algunos puntos fundamentales: uno era la defensa de Cristina frente a la presecución judicial y el intento de proscripción política como sucedió en Brasil. Segundo, la necesidad de un frente patriótico bien amplio para enfrentar a Cambiemos en 2019. Y tercero, la candidatura de Cristina. La campaña «Ella le gana» se malienterpretó, porque podía dar la idea de que con Cristina sola alcanzaba, que no hacía falta más nada. En realidad era todo lo contrario: no llamaba a la desmovilización sino que discutía con la teoría del techo, una tesis muy presente en el campo popular, según la cual el liderazgo de Cristina impedía la unidad. Buscábamos contrarrestar esa idea. De hecho, el gesto de Cristina no implica convalidar la teoría del techo, sino que ella en primer lugar construyó la unidad, que no empezó cuando nombró a Alberto sino que Felipe Solá, Moyano, el propio Alberto, sectores del progresismo y la izquierda, Pino, Donda, Juan Grabois y el Frente Patria Grande ya estaban confluyendo en un frente con la hipótesis de que Cristina era la candidata a presidenta. Cristina construyó la unidad, rompió el techo electoral y recién después se corrió.

Fotos: Abril Pérez Torres

¿Y por qué se corre? ¿Es un giro al centro para construir un frente de unidad nacional?

Es un movimiento que tiene que ver más con las condiciones de gobierno que con la especulación electoral. Ella es consciente que su candidatura podía generar una enorme inestabilidad económica entre la elección y la asunción y por eso los esfuerzos de Alberto al plantear ciertas garantías que eviten esa situación. También influyó la idea de cómo hubiera sido un gobierno de ella donde tendría que haber enfrentado la animosidad de un montón de sectores, incluso en contra de sus propios intereses, como los empresarios.

Lakoff analiza el sistema político yanqui y plantea que los demócratas se corrieron hacia el centro para ampliar su base de representación, mientras que la derecha fortaleció sus posiciones y así ganó las elecciones. ¿Es necesario el giro al centro para ganar? ¿Qué equilibrio hay que generar con las banderas que uno trae?

En la política no hay principios inamovibles. No me refiero a valores, sino a reglas o estrategias. ¿Hay que correrse al centro o radicalizarse? A veces conviene una cosa, a veces la otra. No hay dogmas ni axiomas. De todas maneras, creo que si bien es cierto que hay elementos del Frente de Todos que se pueden leer como un corrimiento al centro, al mismo tiempo ésta es la elección más polarizada que ha tenido la Argentina en mucho tiempo.  Paradójicamente, la decisión de Cristina de poner a Alberto polarizó más el escenario electoral y destruyó el espacio del medio. Es cierto que el Gobierno se repliega sobre una línea más dura, pero no creo que el Frente de Todos refleje una opción de centro. Por supuesto que hay sectores más moderados, pero si ganamos, la discusión a partir del 10 de diciembre será si la forma de sacar a la Argentina de este desastre tiene que ver con políticas moderadas que no confronten o con posiciones más firmes.

Fotos: Abril Pérez Torres

En ese debate, ¿dónde te parás? ¿Consenso o firmeza?

Los términos de la disputa son distintos en cada momento. El contexto de 2019 es distinto al de 2017, al de 2009, al de 2003. Yo creo que la Argentina no va a tener salida si no sale del programa de ajuste del Fondo.

¿Incluso pagándole todo al FMI?

Si. Obviamente que en términos financieros es muy difícil hacer la que hizo Néstor Kirchner en enero de 2006, primero porque era mucho menos plata, y segundo porque Argentina estaba en un contexto de crecimiento y excedente de reservas. Pero plantarse en una posición soberana, romper el acuerdo con el Fondo, es una cuestión fundamental. Y en relación al poder económico local, es muy importante que el próximo gobierno se pare en una posición de firmeza. Muchos hablan de emular el momento del 2003, hay cierto dejo de eso incluso en la elección de Alberto pero la verdad es que resulta muy díficil. Si se piensa que se va a poder recrear ese momento virtuoso, vamos a estar en una posición de ingenuidad que nos va a traer problemas. Hay que pensar cómo se dialoga y se discute con firmeza con el poder económico local para que los costos del ajuste y el endeudamiento que llevó adelante el macrismo no los pague el pueblo argentino, la clase media y los sectores populares. La discusión que se viene es: supongamos que hay que pagar, ¿quién va a pagar? ¿De dónde vamos a sacar la plata para pagar al Fondo? Lo dijo la propia Cristina. «¿Se la vamos a pedir a los cartoneros de Juan Grabois, a los camioneros de Hugo Moyano?». Bueno, no. Lo van a tener que poner los sectores que se enriquecieron en este proceso. Es muy importante que el Frente de Todos se prepare para esta discusión porque el 10 de diciembre se van a venir estos debates, no vamos a tener un momento de bonanza como en 2003.

Fotos: Abril Pérez Torres

Hace un año hacíamos una nota que marcaba un acercamiento de tu espacio al kirchnerismo. También te acercaste a Juan Grabois, un referente vinculado al Papa. ¿Cambió tu mirada sobre el rol de la Iglesia y la religión?

A Juan lo conozco hace casi 15 años. Tenemos una relación familiar, somos primos lejanos pero cuando lo conocí no lo sabíamos. Nuestra relación era de una división de tareas muy clara: su militancia pasaba por la economía popular y la mía abocada a la política institucional o estudiantil. Lo que cambió es que Juan tomó la decisión de involucrarse en la discusión política institucional, fundamentalmente inspirado por la defensa de Cristina de la persecución judicial. Hoy, nuestra posición desde el FPG es priorizar la alianza con Unidad Ciudadana porque es la fuerza que se identifica con Cristina y es el espacio que viene construyendo una fuerza política antineoliberal. El Frente de Todos es más grande, nosotros no nos alineamos en un sentido de subordinación, pero tenemos más coincidencias con ese espacio.

Respecto al Papa y la Iglesia, cuando yo lo conocí a Juan, Francisco era Bergoglio y en el campo popular era casi una mala palabra. Cuando se convirtió en Francisco, nos comenzó a sorprender. Me acuerdo que Juan nos convocó a una reunión y pasó exactamente lo que nos dijo que iba a pasar. Él tenía mucha confianza en las posiciones políticas de Francisco y en cómo se iba a desplegar. El rol que cumple Francisco en el debate público mundial y ciertos gestos públicos suyos son muy importantes. En noviembre de 2016 viajé al Vaticano a un encuentro de movimientos populares que organizaba Francisco y ahí pude ver el vínculo con el movimiento popular de origen más humilde, su cuestionamiento a un orden social centrado en el lucro, en el » Dios Dinero», como dice él. Mi visión sobre él cambió, lo cual no significa que no tenga diferencias en otros aspectos o que no piense que la Iglesia Católica tiene posiciones conservadoras y retrógadas en muchos aspectos, sobre todo en los aspectos de género y sexualidad.

Fotos: Abril Pérez Torres

¿Hay que dejar de lado la discusión entre pañuelos verdes y celestes para ganarle al neoliberalismo?

No. Yo creo que está bien dar la discusión en campaña. Si bien nuestro frente es amplio y hay de todo, como también sucede en Cambiemos, es evidente que existe algún nivel de correlación entre las posiciones respecto a la legalización del aborto y la ubicación político-partidaria. Es cierto que en ambos espacios hay de todo, pero no en la misma proporción. Está bien discutirlo, pero Juan me enseñó a tener un respeto absoluto ante la cultura popular, que incluye la religiosidad popular, y a los valores y creencias de nuestro pueblo aunque no coincidan con los nuestros. Es muy común que militantes de izquierda, de extracción de clase media o que fuimos a la universidad tengamos cierta mirada iluminista y que intentemos moldear a la sociedad con nuestro marco teórico más que fundirnos con una cultura popular de la que también somos parte. Tengo un gran respeto hacia todas las creencias religiosas y además me di cuenta que, aunque uno no tenga una práctica religiosa cotidiana, yo sí tengo una espiritualidad que si bien no está encuadrada, forma parte de mi vida.

¿Cómo ves la candidatura de Matías Lammens en Ciudad?

Me parece una apuesta muy interesante porque la CABA siempre ha sido muy hostil y muy difícil para la militancia popular. Matías tiene el desafío de construir la síntesis entre dos tradiciones políticas: el kirchnerismo y el progresismo. Hay un «techo» del kirchnerismo y del peronismo, pero también es muy difícil pensar cómo se puede ganar sin ese porcentaje de la población que ha demostrado ser muy fiel, y eso engrandece aún más el gesto de Mariano Recalde.

¿Tiene algo de gorila el progresismo?

Si. Siempre se dice que la CABA es una ciudad gorila y de derecha pero también progresista. No es una contradicción antagónica: es una ciudad que históricamente le ha dado la espalda al país, que tiene rasgos antipopulares, que se considera blanca a sí misma, cosmopolita. Pero al mismo tiempo es una ciudad con valores progresistas muy importantes. No casualmente es la ciudad donde el movimiento de mujeres ha sido más importante, que culturalmente tiene aspectos muy interesantes en todo lo que tiene que ver con los derechos civiles. El problema que tenemos en la militancia popular es que solemos clasificar a los espacios políticos en un solo eje: entonces es todo izquierda-derecha. Pero la realidad no se encasilla en una sola dimensión. Una es izquierda-derecha, no digo que no exista, pero es una. Otra es lo progresista/liberal frente a lo popular, que a veces tiene rasgos conservadores. Yo le digo a Juan que es un conservador de izquierda, y no es una contradicción: rechaza ciertos valores del progresismo liberal, pero tiene valores de transformación social de fondo.

Eso es el peronismo.

El peronismo tiene mucho de eso pero convive en su interior con estos conflictos. Una de las cosas que el kirchnerismo integró a la tradición peronista son esos elementos liberales/progresistas que hoy tienen un valor en nuestra sociedad y que no tenían antes. Esa conjunción de valores progresistas nacionales y populares es lo que llevó tanto a sectores del peronismo de derecha como también de la izquierda a acusar al kirchnerismo de desviarse de la tradición o la filosofía peronista, para virar a hacia un partido de centro-izquierda, frepasista.

Fotos: Abril Pérez Torres

Si Juan es un conservador de izquierda, ¿vos cómo te definís?

Hay una tercer dimensión que tiene que ver con lo elitista y lo popular, lo académico/ilustrado y lo popular. Es otra dimensión importante y sobre todo muy presente en tradiciones de una izquierda ilustrada, académica. Nosotros intentamos ir hacia una conjunción de nuestra identidad de izquierda con los sectores populares. Yo sería de izquierda, progresista y popular. Aunque no me gusta la palabra progresista, sí creo en libertades democráticas, en el laicismo en la educación, en los derechos de las mujeres, en la necesidad de legalizar el aborto. Eso me asocia al universo progresista. Y lo otro tiene que ver con superar esas posiciones vanguardistas, ilustradas. Lo que es seguro es que hay que analizar la política de manera multidimensional y cuando es tan difícil encasillarse, para algunos es una debilidad pero para mí es una virtud.

¿Cómo ves la candidatura de Axel?

Es un excelente candidato para la Provincia de Buenos Aires y representa parte del mejor legado de lo que fue la experiencia de gobierno kirchnerista. Combina una enorme solvencia técnica, política e ideológica con la enorme virtud de generar algo de ese fuego sagrado que tiene CFK con la gente, ese amor de nuestro pueblo hacia los liderazgos populares. Y tiene dos plus: es un funcionario de primer nivel del gobierno de Cristina que nadie cuestiona por hechos de corrupción y por eso mismo hay sectores a los que Axel llega, que no son kirchneristas pero que él logra generar respeto. Creo que fue una decisión acertadísima que sea el candidato.

En caso de que entres, ¿qué ejes pensás laburar desde la banca?

Son muchísimos los temas que tenemos en carpeta. Hay una agenda del sector de la economía popular que es lo que Juan suele expresar. Yo no soy eso pero tengo una alianza muy fuerte y vamos a empujar proyectos como la ley de reciclado, el proyecto de soberanía alimentaria, la iniciativa de urbanización de las villas. Por otro lado, sentimos que hay que ocupar un lugar de representación generacional, de juventud, porque pertenezco a la generación que más sufrió las políticas de ajuste de Macri. Esto tiene que ver con el empleo, los derechos laborales, la  precarización laboral y la violencia institucional. Y después proyectos más generales como un proceso de investigación de la deuda externa que no es contradictoria con el pago. Argentina tiene la particularidad de que hay enormes irregularidades cometidas no solamente por el Estado sino por el propio FMI. Lo de Lagarde es un escándalo, puso al Fondo al borde de la quiebra: la Argentina representa el 60% de la deuda emitida por el Fondo. Si Argentina no paga no quiebra Argentina, quiebra el Fondo Monetario Internacional.

¿Qué implica volver mejores?

En principio ser implacables en la lucha contra la corrupción. También tiene que ver con encontrar un mejor equilibrio entre gobierno y calle, organizaciones populares y funcionariado, o representación política. Está demostrado que tener el gobierno no es tener el poder y los gobiernos populares pueden avanzar cuando tienen un pueblo empoderado, que se moviliza y cuenta con mayores niveles de participación. Volver mejores es también desafiar el sentido común de la gobernabilidad para darle lugar a experiencias políticas nuevas; no digo que no hay que tener pragmatistmo pero me parece que cuando uno está en el poder es muy importante no obturar procesos que puedan disputarle a estructuras más tradicionales, necesarias para gobernar, pero que sí pueden ser puestas en cuestión por experiencias políticas más democráticas. Y por último, asumir agendas que no fueron tomadas o postergadas en el gobierno anterior. Hacemos hincapié en la economía popular pero también en el tema ambiental, que hoy puede parecer un poco naif, pero es un tema serio que hay que abordar en Argentina.

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