Keynesianos a bordo de un Clio

En marzo de 2016, Axel Kicillof decidió que quería disputar la provincia de Buenos Aires. A su lado, en la mesa de discusión y al volante del Renault con que hizo 50 mil kilómetros pueblo tras pueblo, estuvo Carlos "Carli" Bianco, a quien conoció en una charla de economía en la UNQui hace más de 20 años. ¿De dónde viene y hacia dónde va el kicillofismo?

Alberto Fernández tiene a su perro Dylan; Felipe Solá, a su chancha Pelota. La mascota del candidato a gobernador de la provincia de Buenos Aires por el Frente de Todos, Axel Kicillof, es un Renault Clio modelo 2011. “Eso demuestra que somos industrialistas”, bromea Carlos Bianco, ex secretario de Relaciones Económicas Internacionales del Ministerio de Relaciones Exteriores y dueño del “Kicimóvil”, con el que recorrió 50 mil kilómetros en tres años y medio por las rutas de la Provincia llevando a su amigo y otrora docente de Economía en el asiento del acompañante. “Es un fenómeno extraño. La gente se saca selfies con el auto. Y nos pide sentarse al volante”, dice “Carli”, convertido en algo así como el coordinador de la campaña cuyo éxito o fracaso definirá el futuro político del país durante los próximos cuatro años.

“Sin dudas la Provincia es la madre de todas las batallas y define el resultado nacional”, asegura durante una entrevista con El Grito del Sur en la que repasa la trayectoria del «kicillofismo» y la coyuntura electoral. El sueño Axel Gobernador, dice, nació en un acto de marzo de 2016 en la Universidad de Quilmes, donde es docente y donde escuchó por primera vez al candidato hablar de economía hace mas de 20 años.

—Ese día flashé. Fue en 1998. Axel vino a la UNQui a dar un cursito de economía política. En ese momento no existía en Quilmes la carrera de Economía, tenías que estudiar comercio exterior. Nos daban los clásicos pero los teníamos que leer de los manuales, con la teoría ya masticada por alguien. Fue la primera vez que estudié a Smith, Marx, Keynes y tantos clásicos, de los originales. Axel insistía con eso.

—¿Cómo siguió la relación y cómo se selló en términos políticos?

—Del grupo inicial que se armó entonces quedé sólo yo. Me sumé en 2002 a la Cátedra Teubal/Kicillof en la UBA. Después armamos el Centro de Estudios para el Desarrollo Argentino. Yo me ocupaba del apartado comercio exterior, hacíamos estudios para sindicatos y organizaciones políticas, me acuerdo que para nosotros ya era una militancia, ya ahí estaba el núcleo político digamos.

—¿Ya se les había metido la discusión del kirchnerismo?

—No estábamos convencidos. Hay un texto emblemático de Axel y Augusto Costa: «Las consecuencias económicas del Sr. Lavagna», que parafrasea un clásico de Keynes de posguerra. En ese momento, bisagra porque Lavagna se está por ir del gobierno de Néstor, se plantea que había que profundizar la distribución, no ir por el carril chileno digamos. Y coincide con la postura de Néstor, que también plantea «hay que acelerar». Ahí se alinean los planetas.

—Hubo una discusión las últimas semanas por el rumbo que tomaría un hipotético gobierno de Alberto Fernández. Incluso una suerte de contrapunto con Guillermo Nielsen, al que escucha mucho, sobre lo que fue la gestión de Axel. ¿Van a ser parte de las decisiones económicas en caso de ganar?

—A Axel le han consultado por determinada gente para hacerse cargo de determinados temas. Pero nosotros estamos pensando en cómo ganar la Provincia y en todo caso, después, en cómo gobernarla. No vamos a ser parte del gobierno de Alberto. Vamos a estar en los temas de provinciales, no en los nacionales.

«No vamos a ser parte del gobierno de Alberto. Pensamos en cómo ganar y después gobernar la Provincia». Fotos: Nicolás Cardello.

—¿Por qué tomaron la decisión de jugar en Provincia?

—Fue a principios de 2016. Axel empezó a salir muy rápido al ruedo. Ese verano fue a Córdoba y a Mendoza. Ya se veía el fenómeno que después terminó siendo, todo se llenaba. Entonces nos dimos la discusión sobre dónde nos convenía hacer política. Lo más natural para el grupo era jugar en la Ciudad, porque era donde la mayoría se había movido durante los años en que fuimos funcionarios. Pero no le veíamos atractivo político a la militancia en Capital y veíamos a la Provincia como lo que es: la madre de todas las batallas. El primer acto lo hicimos en Quilmes, en marzo de ese año.

—Ese «fenómeno» tuvo un punto de partida claro, que fue el acto en Parque Centenario. Nacía el «Resistiendo con Aguante». 

—Sí. La historia de ese día todavía me emociona. Lo invitaron un grupo de vecinos, a tomar mate y hablar de economía. El flyer empezó a circular una semana antes. De golpe, la convocatoria cobró volumen. No te jodo: el día antes, un viernes, paso por la sociedad de fomento en Quilmes donde militaba y todo el mundo iba a ir. En Merlo, Morón, Vicente López, todo el mundo sentía lo mismo. Lo llamo a Axel y le pregunto: «Che, ¿tenés alguna estructurita? Porque esto se va a la mierda». Ahí Axel se la pide a (Mariano) Recalde, que le presta unos parlantes. Hubo 15 mil personas. A 10 metros no se escuchaba un carajo (risas).

—Fue bisagra porque la militancia kirchnerista estaba desorientada por la derrota. ¿Eso puede explicar el «fenómeno»?

—No sé si la gente estaba desorientada. Mas bien diría que el ánimo era esperar a ver qué pasaba. Y nosotros ya teníamos claro que iba a ser un gobierno neoliberal, por los personajes que estaban ya dando vuelta, y Axel lo dijo muy claro y pronto. El otro día, mientras cocinaba, puse de fondo el discurso entero. Volverlo a escuchar es impresionante. Dice todo lo que pasó. Dice «van a volver al FMI». Empezamos a hacer eso, a describir lo que pasaba. Así empezamos. Después todo caminó solo.

—Tres años después llegamos a la discusión sobre si con Axel va a gobernar La Cámpora, que instaló el Gobierno. ¿Va a ser así?

—Si ganamos, no va a gobernar una fracción del peronismo por sobre otra. Este es un acuerdo amplísimo. Desde el Frente Renovador a los intendentes, pasando por el Psol y el Frente Grande. No va a gobernar La Cámpora, ni va a copar todos los ministerios. Somos amigos, sí, cercanos desde siempre. Pero se van a respetar las identidades de todos. Esto es personal, pero para mí está mal esto de salir a mostrar ministros, como hizo Scioli en 2015. Primero porque hay muchos que quieren un lugar determinado. Y segundo, queremos a todos militando y tirando para el mismo lado. No me gusta como funciona, pero funciona así.

—También se le dijo marxista. 

—Es una demonización, pero no es más que un intento de demonizar. ¿A quién le hablan? Si salimos a la calle y le preguntamos a las diez primeras personas que nos crucemos después de esta nota quién es Marx, no lo saben. ¿Un marciano? Se puede preguntar a un pibe de 17 años. Creo que con eso le hablan a los viejos peronistas, al pichettismo, nada más.

—¿Son marxistas?

—Mirá, Axel daba clases de Marx, pero también de Keynes y también de Adam Smith, daba teoría económica. Si das teoría económica y no das Marx, tenés un problema. Axel es keynesiano clásico. Y el keynesiasmo en Argentina es, fue y será el peronismo. Es el camino que hicimos, lo dijo Axel públicamente, para llegar al peronismo. De la teoría a la política.

—Lo que más sorprende de la campaña hasta ahora son los videos de Axel que giran por Whatsapp. En el último, un reggeaton con el estribillo de siempre. ¿Cómo funciona esa factoría?

—Juro que la mayoría los hace la gente. Justo el último no, estuvo pensado para el público más joven, que aunque parezca loco es algo en lo que tenemos que trabajar. Axel mantiene un grado importante de desconocimiento en ese sector, que no lo conoció como ministro y pese a que, por cómo se viste y por su actitud, debería tener ventaja ahí. Pero nosotros no tenemos aparato, ni una orga propia. En general, cerca de Axel tenemos cuadros técnicos, y nos ordenamos alrededor de él cada uno con su propia tarea.

—¿Cómo se explica el fenómeno del Clio?

«Si ganamos, no va a gobernar una fracción del peronismo por sobre otra». Fotos: Nicolás Cardello

—Jugamos un poco con eso también, se hizo un instagram y explotó. La gente se acerca para sacarse selfies con el auto y subirse a manejar.

—Uno de los temas que volvió en medio de la campaña fue el acuerdo con la UE, que como secretario decidiste dejar en stand-by. ¿Por qué es tan malo ese acuerdo?

—No profundizamos la negociación porque consideramos que, en los términos que se daba, no traía beneficios para la Argentina. En Bruselas, cuando llevamos un listado de premisas como base para que se empiece una negociación que respete los intereses de los dos bloques, ni siquiera quisieron aceptarlo. En 2014 se dejó constancia que el piso para negociar era que, por ejemplo, Argentina podía exportar 10 mil toneladas de carne sin hueso ni aranceles. Este nuevo acuerdo la baja a 99 mil pero con hueso, el equivalente a 76 mil toneladas. Eso a cambio de la inundación de productos industriales de ellos. Negociaron mal, un desastre.

—De todas formas el acuerdo también tuvo resistencias en Europa. 

—De un sólo sector: el campo. Pero fijate cómo es: a través de esa resistencia interna, los europeos generaron las condiciones para desplumarnos en la negociación. Dijeron: «Mirá el quilombo que se arma, concedé». Y Macri concedió para tener un anuncio político que hacer, sobre todo.

—El acuerdo, pese a que es a largo plazo, se suma a la herencia que va a dejar este Gobierno. ¿Qué se puede prometer en campaña sobre lo que se viene sin mentir?

—Muy poco. Incluso en los puntos más sensibles, como la deuda. Aún quedan 4 meses y no sabemos cómo termina esto. Ojalá se estabilice y no explote. Si gana Alberto o Macri va a ser un quilombo. Por eso cualquier cosa que diga un candidato puede ser irresponsable y usado en su contra. En nuestro caso, todo puede ser entendido como que no vamos a pagar la deuda.

—¿Nadie va a sacar los pies del plato, entonces?

—Nadie quiere y nadie puede. Nunca pasó que se rompa un acuerdo con el FMI. El FIT dice que lo hará, pero no va a ganar las elecciones. Ellos dicen «No le vamos a pagar al Fondo». Ok, pero explicá qué va a pasar con eso a la gente. Si pasa eso no va a haber ni un solo dólar y vamos a tener una devaluación del 500 por ciento, pero eso no lo dicen.

—La conclusión es que la situación económica no sólo condiciona al oficialismo, sino también a la oposición. 

—Es que funciona de esa forma. Te puede gustar o no, pero es así. Sobre la base de declaraciones políticas o de encuestas, por ejemplo, sube o baja el Riesgo País.

«Ser Keynesiano en argentina es ser peronista. Ese es el camino que hicimos, de la teoría a la política». Fotos: Nicolás Cardello

—¿Con qué resultado estarían conformes el 11 de agosto?

—Con 5 puntos festejamos, sería irremontable. Porque está muy polarizado. Y ya después va a ser muy difícil cambiar el voto.

—¿Les preocupa el corte de boleta en favor de Vidal?

—No va a haber corte de boleta masivamente, más que el que siempre hubo. No hay fracciones, las listas son muy homogéneas. Para los dos, para Cambiemos y para el Frente de Todos. Eso está muy ordenado: incluso nosotros sobrevolamos las internas distritales. Además la campaña está muy coordinada con Alberto, todo el mundo sabe que se define en Provincia. Todo el mundo es muy consciente de eso y así trabajamos. Ojalá las PASO sirvan para inflar y ganar.

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Matias Ferrari

Periodista, comunicador y militante social. Trabajó en Página/12 y colaboró en la investigación del libro "Macristocracia" publicado por Editorial Planeta.