Las aulas y el derecho a ser

El 67,9% de la población LGTB se siente incomodx en la escuela. ¿Qué ocurre con xadres, compañeres y docentes? Un recorrido por la diversidad e inclusión en las aulas.

Fotos: Catalina Distefano

T cursó hasta este año en el Lenguas Vivas. Cuando comenzó se autopercibía como lesbiana y estaba saliendo con una chica con la cual se mostraba abiertamente en el colegio. Aunque hace unos años le habían llamado la atención a parejas homosexuales por darse besos en el patio de la institución escolar, en ese momento T no tuvo ninguna sanción por un cambio en el equipo directivo. Cuando empezó tercer año, T ya había cambiado de identidad de género, habló con sus compañeros y les pidió que respeten sus pronombres masculinos y lo llamen por su nuevo nombre, lo que hicieron en todo momento. Sin embargo, las autoridades del colegio le exigieron que no vaya al baño ni de mujeres ni de varones para que no incomode al estudiantado, indicándole que usara el baño de profesores. Cuando esto sucedió las disidencias del colegio decidieron elevar una carta a las autoridades para que se respetara su identidad y les permitieran ir a las clases de educación física y utilizar los sanitarios según su género autopercibido, lo cual se cumplió luego del pedido.  La historia de T no es única, pero tampoco es un caso más.

La Asociación 100% Diversidad y Derechos realizó durante el 2016 la primera Encuesta Nacional de Ambiente Escolar para jóvenes LGBT. Esta encuesta, que tuvo una muestra de 781 estudiantes de entre 13 y 18 años provenientes de 23 provincias argentinas y CABA, dio como resultado un panorama de las discriminaciones que sufre la población LGBT dentro de los ámbitos escolares.

Fotos: Catalina Distefano

“El estudio surgió como parte de una iniciativa regional apoyada por Todo Mejora Chile y GLSEN (USA). Se llevó a cabo en Argentina, Chile, Brasil. Uruguay, Perú, México y Colombia. Se nos ocurrió participar para tener datos y evidencia empírica del clima escolar hostil para jóvenes LGBT en nuestro país, para colaborar en potenciar la voz de ellxs, para exigir una acción estatal para reducir la violencia y promover el acceso a la educación. Antes se escuchaba mucho que las personas LGBT éramos todas adultas, cuando en realidad las expresiones, identidades de género u orientaciones sexuales se manifiestan muchas veces a muy temprana edad y son sancionadas con violencia que el sistema y los adultos toleran», explica Ricardo Vallarino, miembro de 100% Diversidad y Derechos.

El estudio demostró que un 67,9% de los estudiantes LGTB manifestó haberse sentido insegure en la escuela debido a su orientación sexual, un 54,1% por cómo expresa su género y un 48,4% por el tamaño de su cuerpo o su peso. Además más de un tercio (44,2%) de les estudiantes LGBT dijo haber sido acosade físicamente por sus características personales y el 87,7% dijo haber sido excluide deliberadamente o «dejado de lado» por otres estudiantes. “A mí nunca me dijeron nada mis compañeros, pero si me hubieran dicho algo transfóbico sé que mis demás compañerxs hubieran reaccionado”, explica T, aunque no es el caso de todes les adolescentes.

Fotos: Catalina Distefano

El ambiente escolar tiene como consecuencia directa la manera en la cual la población se maneja en la institución, su rendimiento académico y su sentido de pertenencia. Según el estudio de 100% Diversidad y Derechos, un 43,8% de la población secundaria LGTB dijo evitar las clases de gimnasia, un 36,3% los baños y un 27,3% los patios del recreo. Además esto genera ausentismo, dado que casi un tercio de les estudiantes LGBT no asistieron a clases por lo menos una vez en el último mes (36,3%) porque se sentían insegures o incómodes.

El acoso y el clima escolar también tiene diferencias según las regiones. Les estudiantes LGBT en Ciudad Autónoma de Buenos Aires informaron haber sufrido niveles más bajos de acoso verbal basados en la orientación sexual que en la mayoría de las otras áreas de la Argentina, con excepción de Santa Fe y Córdoba. Además el 42% de les encuestades de Santa Fe dijeron que se les habían enseñado temas LGTBQ+ de manera positiva en clase, seguido por un 34,4% en Buenos Aires, mientras que sólo un 9,6% lo vivió en la región del nordeste.

Fotos: Catalina Distefano

¿Qué pasa con les adultes? 

Lua iba a un colegio católico cuando, como tode niñe, empezó a mostrar un gran interés por el descubrimiento del cuerpo propio y ajeno. Como se besaba tanto con nenas como con varones, las madres de sus compañerxs hablaron con las autoridades hasta que la echaron del colegio por tal motivo. “Fue un verdadero trauma en el desarrollo posterior de mi sexualidad porque lo sentía como pecaminoso (así me lo hicieron sentir), ni hablar en relación a mi homosexualidad”, cuenta la joven.

De la muestra, más de tres cuartas partes (76,2%) de les estudiantes LGBT informaron haber escuchado comentarios despectivos tales como «maricón» o «torta». Si bien el 33,6% informó que este tipo de declaraciones fueron hechas por sus compañeres, casi un tercio (32,5%) reportó haberlos escuchado de sus profesores u otro personal de la escuela. Además de todes les estudiantes que escucharon comentarios homofóbicos, el 30,6% informó que el personal escolar no intervino cuando se realizaron los comentarios, aún habiendo estado presentes en ese momento.

«El rol de les adultes varía», explica Ricardo. «Hay muches comprometides, pero también hay problemas. Les jovenes LGTB confían poco en les profesores de educación física, probablemente debido a un reforzamiento del binarismo y de los roles tradicionales, sumado a la tradición castrense de la educación física. Los equipos de apoyo (psicologues, psicopedagogxs, etc) son vistos como las instancias más amigables».

«Faltan políticas escolares que encuadren con claridad como deben actuar frente a la violencia y cómo hay que respetar a las personas LGTB. Información y protocolos hay, pero su implementación es esporádica y militante, depende de la voluntad de docentes que se organizan. Es como algo que en la práctica termina siendo facultativo cuando la seguridad y el bienestar de les jóvenes debería ser una prioridad», agrega.

Fotos: Catalina Distefano

En los planes de estudio de las escuelas no suelen aparecer los hitos fundantes ni las referencias al movimiento LGTB y aunque las currículas escolares suelen abarcar entre sus temas el acoso y la violencia, sólo el 27,9% de los, las y les encuestades dijeron que se incluían temas de orientación sexual o identidad de género.

En agosto del 2018 M (varon trans), alumno de un colegio porteño y adolescente de 14 años, se suicidó. Luego de sucedido el hecho, el equipo de conducción de la escuela se refirió a él en femenino en la nota por la cual notificaron a la comunidad escolar que se realizaría una jornada en su memoria. “Cuando les dijimos que no era ‘nuestra compañera’ sino nuestro compañero, nos contestaron que la ley dice que, para nombrarlo en masculino, tendría que haber cambiado su nombre en el documento”, contaron sus compañeres al suplemento SOY de Página 12. Sin embargo, según el artículo 12 “Trato Digno” de la Ley de Identidad de Género: Deberá respetarse la identidad de género adoptada por las personas, en especial por niñas, niños y adolescentes, que utilicen un nombre de pila distinto al consignado en su documento nacional de identidad”.

Fotos: Catalina Distefano

¿Quiénes deben llevar a cabo estas políticas?

T es parte del movimiento “Juventudes Trans”, un grupo de activistas que da clases y formaciones en colegios a alumnes y profesores. A les estudiantes LGTB que se sientan incómodes en sus colegios les recomienda que si se topan con la falta de respuestas en las autoridades, se organicen entre elles.

Si bien la militancia de les jóvenes avanza a pasos agigantados, aún queda la diatriba entre si es cuestión de reparar con organización los baches estatales o seguir exigiendo al Gobierno que cumpla de manera idónea con la Ley de Educación Sexual Integral y forme a les docentes con perspectiva de género.

«Creemos que la estrategia es doble», dice Ricardo. «Las organizaciones no pueden suplir las responsabilidades del Estado. Sin embargo, organizarse y presionar siempre es la mejor manera de llegar. No se puede abandonar la incidencia para la implementación de las leyes. Aunque sí nos parecen valiosas las estrategias de implementación de esas leyes que se comparten en redes activistas», concluye.

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