¿Qué es y para qué sirve el activismo digital feminista?

En la web se generan violencias que a veces ni siquiera nombramos como tales. Marina Benitez Demtschenko, presidenta de la Fundación Activismo Digital Feminista, habló con El Grito del Sur sobre la necesidad de generar herramientas de seguridad digital con perspectiva de género.

Subir una foto, mandar un GIF, hacer captura de pantalla, escribir un tweet, utilizar un filtro de Snapchat que reconoce nuestro rostro, todas estas acciones cotidianas sueltan información que fluye -de manera voraz e instantánea- hacia la marabunta abstracta que es el plano virtual. A través del registro en redes sociales de nuestro paso por los sitios que habitamos vamos generando una bitácora cotidiana o una especie de diario íntimo, y así permitimos que, con un paneo rápido del feed de Instagram, les desconocides puedan saber cientos de cosas sobre nosotres: qué nos gusta, los últimos libros que leímos, a dónde vamos a comer, cuáles fueron nuestras últimas vacaciones, con quien estuvimos anoche. Sin embargo, la web no sólo es un espacio de diversión, entretenimiento y para muches de trabajo, también puede ser la arena donde se generan violencias que a veces ni siquiera nombramos como tales. Marina Benitez Demtschenko es abogada especialista en derecho informático y presidenta de la Fundación Activismo Digital Feminista. Esta fundación trabaja dando cursos de alfabetización y seguridad digital e incentivando el uso responsable de Internet para alertar sobre las prácticas machistas en el plano digital y prevenir que éstas no repercutan en la integridad física de la persona.

“Si bien la seguridad digital debería ser un hábito para todas las personas, cuando lo pensamos desde la perspectiva de género el efecto se acrecienta. Los entornos digitales se han planteado como ambientes igualitarios y equitativos pero no es así”, explica Marina. “Nuestra posición también es política, las usuarias digitales tenemos que conocer los dispositivos y saber bien de qué van las plataformas y entender los términos y condiciones que las conforman. Es necesario amigarnos con las tecnologías de la información y la comunicación para tener poder sobre ellas y no ellas sobre nosotras. Entonces la seguridad industrial también se convierte en un manifiesto”, explica.

Una de las violencias más comunes que se genera en Internet tiene que ver con la revancha machista hacia las ex parejas o el control hacia parejas actuales. Filtrar nudes o videos íntimos de una persona, revisar sus redes sociales, controlar la ultima conexión de WhatsApp, leer los chats e incluso rastrear por GPS a la persona pueden ser algunas de estas prácticas.

También existe el acoso digital, perpetrado por aquello que desde el activismo digital feminista llaman “machitrolls”, es decir usuarios que realizan comentarios denotativos hacia mujeres, les envían mensajes o llamadas. Estos fenómenos reproducen lo que sucede en el plano físico, es decir, que cuando una mujer o una femineidad alza su voz y se destaca recibe un maltrato correctivo, aparece el adoctrinamiento, el ensañamiento, la búsqueda de la desmotivación en la continuación de la participación. “Como en las mesas de trabajo sentimos la desacreditación de lo que estamos diciendo, en Internet pasa lo mismo”, comenta la abogada y explica: “Nunca se apunta al usuario varón por su calidad de varón o por su desenvolvimiento en la sociedad, como sí sucede con las mujeres”.

Entre el 2017 y el 2018 aumentaron un 300% las denuncias que la fundación recibió por casos de violencia digital. Si al comienzo eran en su mayoría por la difusión de material no consentido, en el último tiempo incrementaron las consultas más por acoso a través de la web.

Desde la Fundación realizan campañas para resguardar el derecho a la imagen, promover el uso responsable de las redes sociales y el sexting seguro.  Respecto a las nudes, desde FemiHack recomiendan utilizar apps que permiten borrar los metadatos de las fotos, nunca utilizar la geolocalización y no mandar fotos donde una sea claramente individualizada ni de dónde se puedan obtener demasiados datos sobre el lugar en donde estamos (referencias de calles, edificios, etc). Además advierten que en general es importante poner patrones de seguridad en las conversaciones, velar la navegación, encriptar los pendrives o memorias externas, chequear si se aceptan como amigos en las redes sociales que son bilaterales y tener algún tipo de configuración de privacidad en las unilaterales.

“No queremos incurrir en decir ‘Si no querés que te pase nada cuidá tu información’ porque es como reproducir la idea de que es culpa de la víctima, sería como decir que a una mujer la violaron porque llevaba una pollera corta pero en versión 2.0. El foco de atención tiene que estar en la agresión machista en Internet. Sin embargo, hasta que el cambio social opere tenemos que ser conscientes de que todo lo que volcamos en Internet no sólo genera una huella, delineando nuestro camino, sino que también conforma nuestra identidad digital. Se trata de limitar un poco la sobrecarga de información que como usuarias digitales hacemos irrestrictamente. Tiene que ver con una gestión responsable de lo que volcamos”.

A partir del análisis de las violencias hacia mujeres y feminidades en el plano digital, Activismo Digital Feminista elaboró dos proyectos de ley. El primero, presentado en 2017 durante el debate sobre la modificación del Código Penal, tenía como objetivo calificar como delito la difusión no consentida de material íntimo, el acoso virtual y el hackeo de redes sociales, algo que en muchos otros ya está instituido. El segundo, elevado el año pasado, buscaba que la ley de Protección Integral a las Mujeres (Ley 26485) incorpore la violencia digital y la violencia telemática como una de las modalidades. “Es necesario que el Estado se haga cargo de una era en la que las cosas que ocurren en Internet impactan en nuestra vida cotidiana. Necesitamos una respuesta normativa, ya que al no ser un delito no se la considera una práctica machista y cuando vas a denunciar no se puede hacer nada”, repone la fundadora y directora de Activismo Digital Feminista.

El acceso a la tecnología no es igual en el caso de los hombres cis y las demás identidades. Este diferencial, que se conoce como “brecha digital de género”, responde a que los medios de producción son detentados por varones; por lo tanto, las tecnologías están creadas por y para ellos. “Las tecnologías de la información y la comunicación llegan a nuestra vida a través de esta visión machista, entonces cuando tratamos de asimilar las tecnologías no nos es tan simple. En la brecha digital de género confluyen otras brechas, como la edad, el territorio u la cultura. Hay una idea de que las tecnologías tienen que aceptarse como son o descartarse, pero las tecnologías de la información y la comunicación pueden amoldar a nuestros parámetros”, aporta Demtschenko.

Si bien en general las violencias digitales son ejercidas por usuarios particulares, es necesario advertir que las empresas también tienen intereses en los datos que repartimos a través de la web. Por ejemplo, cuando nos conectamos a los WIFI libres damos acceso al tráfico de datos que estamos gestionando desde nuestros celulares o computadoras y otras personas pueden acceder fácilmente. Algo de esto sucedió en el caso de la cadena Starbucks que, hace dos años, se descubrió que a través de su wifi libre tomaba control de los dispositivos que se conectaban para generar bitcoins.

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Dalia Cybel

Historiadora del arte y periodista feminista. Fanática de los libros y la siesta. En Instagram es @orquidiarios