«No volvería a publicar muchas imágenes de la AMIA»

A 25 años del atentado a la AMIA, Julio Menajovsky, el primer fotógrafo en llegar al lugar, expone su trabajo sobre aquella jornada y opina sobre el rol de la fotografía en el neoliberalismo. "Las imágenes que produce hoy el Gobierno tienen un grado de patetismo y disociación de la realidad que cada vez es percibida por más sectores", asegura.

Julio Menajovsky tiene una historia que discurre casi en paralelo a la Argentina del siglo XX: militante revolucionario en los ´70, preso político de la dictadura, exiliado de su patria y vuelto al país en su faceta fotográfica, fue el primer reportero gráfico en llegar a la AMIA luego del atentado. 25 años después, Julio decidió publicar «25», una muestra con todas las fotografías de aquel fatídico día y donde replanteó aquel trabajo uniéndolo con historias de vida que se cruzaron ese 18 de julio de 1994. Vínculos que se generaron en esa fecha y que hoy dan cuenta del reclamo por justicia: Rosa Barrientos, madre de Sebastián, un niño de 5 años que perdió la vida y Paula Cernadas, entonces una niña que vivía frente a la AMIA de la misma edad que  Sebastián.

«La fotografía cumple un rol central en la identidad de lo que se cuenta, pero no es la única responsable. Siempre hay una idea previa, incluso de lo que todavía no pasó», comienza este fotógrafo y profesor de ARGRA.

¿Existe lo inmostrable? ¿Hay imágenes que es preferible no publicar o la misma publicación de esas fotos es un compromiso con la verdad?

Dependiendo del contexto, hay cosas que deben ser mostradas por una definición ética y cosas que no debieran ser mostradas. Yo no publicaría una imagen que perjudica a una persona con la que siento empatía o que juega un rol social importante. Si hoy tuviera que decidir sobre algunas de las fotos que saqué en la AMIA, que muestran una violencia muy fuerte, no las volvería a publicar.

Foto de Julio Menajovsky

¿Cómo ves el uso de las imágenes que realiza el neoliberalismo en la construcción de su relato?

Este gobierno ha tenido un planteo muy novedoso en su utilización de las imágenes, pero no tenemos distancia para sacar conclusiones definitivas. La fotografía no está aislada de la construcción de sentido: las imágenes que produce hoy el Gobierno tienen un grado de patetismo y disociación de la realidad que cada vez es percibida por más sectores. Al principio del proceso, esos mismos actos funcionaban de manera efectiva. Les va a ser difícil volver a repetir este esquema comunicacional de la misma manera. Las posibilidades de manipulación eterna son limitadas y éste es un llamado de atención para estrategas de comunicación política.

¿La llegada de las cámaras a los celulares democratiza la fotografía?

Hay cierta democratización de las imágenes con la llegada de los celulares. Un ejemplo claro es la reforma previsional: en 2017, las mejores fotos las vi en redes sociales, más que en la prensa gráfica. El problema es que yo las vi en mi cámara de eco: antes de ir a buscarla ya estaban rebotando como una pelotita de ping pong en una caja cerrada.

Fotos: Catalina Distéfano

Julio explica que «la buena imagen es la que puede combinar la credibilidad y los criterios estéticos que satisfagan la cultura visual contemporánea de quienes van a leer esta fotografía». Desde el tsunami en Indonesia hasta el asesinato de Kennedy, no es sólo precisión técnica sino veracidad y por sobre todo, la ley del delantero de área aplicada a la fotografía: estar en el lugar preciso en el momento indicado.

¿Vamos hacia un futuro de desconfianza en las imágenes?

Ya vivimos en un mundo de desconfianza de las imágenes. Sin embargo, se han generado nuevos saberes. En algún momento va a haber que enseñar las imágenes en las escuelas como se enseña el abecedario, casi que la única salvación es que entre a la formación primaria para poder discriminar. Vamos a tener que aprender mucho para que los procesos de manipulación tengan que ser lo suficientemente sofisticados, de forma tal que nos puedan engañar con una imagen.

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