«¿Por qué los sectores populares no podemos entrar al Congreso?»

Hijo de madre soltera y criado en un barrio popular, se organizó con sus vecinos y transformaron un terreno baldío en viviendas para 115 familias. Federico Fagioli tiene apenas 28 años y una larga historia de lucha. Quizás el dato menos importante de su historia es que este 27 de octubre pueda ser elegido como uno de los diputados más jóvenes que ingresen al Congreso por el Frente de Todos.

La gente humilde de nuestro suelo aprende a crecer de prisa: laburar para ayudar en la casa, levantar la voz para exigir dignidad, para pelear por la tierra, el techo o el trabajo desde muy pibes y pibas. Federico Fagioli tiene apenas 28 años, pero una larga historia de lucha. Quizás el dato menos importante de su historia es que este 27 de octubre pueda ser elegido como uno de los diputados más jóvenes que ingresen al Congreso de la Nación por la lista del Frente de Todos.

Federico es la excepción a la regla frente a un reclamo que suele escucharse de boca del dirigente social Juan Grabois: los pobres no entran al Congreso. El de Federico es apenas un pequeño hito en una larga tradición de lucha de los movimientos sociales en el país, pero da cuenta de la creciente importancia del sector, de la potencia de herramientas gremiales como la CTEP y de su nueva apuesta: la institucionalización. Que sean los pobres los que definan las políticas para los pobres. Para el pueblo lo que es del pueblo. Pero en manos y cabeza del propio pueblo, sin intermediarios.

Fagioli vive con su compañera y su hijo en el barrio Pueblo Unido en Glew. Fundado en septiembre de 2014, el barrio surgió como una toma de terrenos ante la necesidad de los vecinos de la zona de acceder al derecho a la tierra y la vivienda. En un Conurbano que concentra los mayores conglomerados de pobreza, la especulación inmobiliaria es doblemente cruel: mientras las clases populares se amontonan en barrios sin los servicios básicos, los grandes grupos inmobiliarios se apropian de tierras y pagan los impuestos para luego reclamar su propiedad legal. Con este diagnóstico nació el barrio Pueblo Unido: «Nosotros veníamos trabajando en Glew, en el Barrio Almafuerte, frente a unos terrenos baldíos. Habían sido abandonados por una empresa que quebró y no dejó herederos, y había una serie de vivos de inmobiliarias de la zona pagando los impuestos para quedarse con el terreno. De un baldío, generamos un barrio», comienza Fagioli.

Fotos: Román Buccino

En Pueblo Unido ningún vecino tiene más tierra que el otro, no se permite subalquilar, vender los terrenos ni especular con las viviendas: es corta, el que no quiere vivir o el que se muda tiene que dejarle la tierra a otro vecino sin cobrarle nada. Son unas 115 familias que se organizan en una comisión vecinal para debatir y resolver los problemas del barrio. «No permitimos el ingreso de la droga, se combate la violencia de género y nos organizamos por manzanas», explica Fagioli.

Hijo de madre soltera con tres hijos, Fagioli se crió desde chico como un pibe de barrio. «Siempre me tocó vivir en barrios populares, donde se padecían necesidades básicas y no estaban garantizados muchos derechos. Viví una serie de cuestiones que me generaron las ganas de hacer cosas por mi propio sector», agrega el joven dirigente del Frente Patria Grande. «Creo que es importante que nuestro sector se autorrepresente, se forme, dispute y genere las condiciones necesarias para poder empezar a vivir mejor y más dignamente».

Cuando habla de nuestro sector se refiere a los barrios populares, a la economía popular, a los movimientos sociales. Los sectores excluidos de la patria: los expulsados por un mercado laboral elitista y excluyente, los condenados a los márgenes por un mercado inmobiliario expulsivo, los excluidos por la casta política de representación: «A los pobres no se nos permite que tengamos representación. La pobreza la utiliza todo el mundo, pero siempre estamos subrepresentados. ¿Por qué no pueden entrar los sectores populares al Congreso a discutir las políticas públicas que necesitamos?», se pregunta Federico.

Fotos: Román Buccino

«No entramos en la casta política que impone la real politik: no somos ricos, ni universitarios, ni de alguna empresa prestigiosa», responde el militante del Movimiento Popular La Dignidad a su propia pregunta. «Somos los crotos, los negros, los piqueteros, los trabajadores de la economía popular y creemos que llegó el momento de romper con eso. Más aún cuando el macrismo nos hundió en una situación de pobreza y hambre. Necesitamos que, sobre todo, los sectores populares sean parte de la reconstrucción del país».

¿Cuál es entonces el programa de los sectores populares? ¿Hay líneas de acción conjuntas en ese gigante heterogéneo que es la CTEP? ¿Qué reclamos concretos unifican a organizaciones de izquierda tradicional con las representaciones del peronismo? «Nosotros venimos levantando un programa claro: tierra, techo y trabajo», confirma Fagioli, pero no se queda en la repetición de un mantra y lo complejiza en políticas. «Elaboramos un programa de gestión necesario para que en Argentina se puedan generar esas condiciones. Pero también venimos trabajando: impulsamos la ley de integración y expropiación urbana de los 4500 barrios populares, impulsamos el proyecto de Ley de Góndolas, la Ley de Emergencia en Adicciones, de Emergencia Alimentaria. Proyectos necesarios para llegar a una situación que nos permita tener un país con tierra para el que la trabaja, techo para el que la habita y trabajo y producción para todas y todos».

Fagioli sonríe y se despide. Cuenta que está cansado, que la campaña es intensa, pero que el trabajo vale la pena. Deja la redacción de El Grito del Sur, se descuelga el traje simbólico de candidato y vuelve para Pueblo Unido, a seguir siendo el pibe de barrio que quiere llegar al Parlamento para defender a los suyos.

Fotos: Román Buccino
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