Somos la regla, no la excepción

El 11 de diciembre de 2018 Thelma Fardín contó que había sido abusada por Juan Darthés cuando era menor. Después de casi una década de silencio decidió hablar. Lo denunció donde fueron los hechos y ayer, después de casi un año de proceso, la Fiscalía nicaragüense lo acusó formalmente.

El delito de violación agravada en Nicaragüa se pena con entre 12 a 15 años de prisión. Esa fue la calificación bajo la cual se acusó a Juan Darthés en el Juzgado 10 del Distrito Penal de Audiencia de Managua. “Este hecho marca un precedente histórico, teniendo en cuenta que el 97% de las denuncias por violación no prosperan”, comunicaron sus abogadas Sabrina Cartabia y Eilyn Rojas. Además de acusarlo se pidió orden de captura. Sin embargo, no se efectivizó ya que Darthés está en Brasil -país del cual posee pasaporte- y allí no se extradita a sus ciudadanos.

“El juez debe resolver inmediatamente, en un plazo de 24 a 48 horas”, explicó Cartabia en la conferencia de prensa brindada hoy a las 9 de la mañana. “Una vez que eso suceda, va a pedir la extradición a Brasil. En el caso de que Brasil no extradite por principio constitucional, vamos a tener que llevar adelante un juicio en esa jurisdicción”. Además, llamó a la solidaridad de las compañeras allí: “no tenemos recursos ni para viajar ni para contratar servicios jurídicos especializados”.

La visibilización de historias como la de Thelma se dio en un contexto de transformación social radical. A partir de la consigna #YaNoNosCallamosMás -iniciada a principios de 2016-, la emergencia pública de historias de abuso se volvió una urgencia postergada. Por redes, en instituciones y en los medios, cientos de mujeres contaron cosas que les habían sucedido a partir de un reconocimiento colectivo: todo aquello que siempre se atribuye a lo privado, a la ‘culpa’ de la víctima; se resignificó en un empoderamiento y atentado contra un sistema de violencias que las había relegado al silencio.

En ese contexto, en 2018 Thelma realizó la denuncia contra Juan Darthés en Managua. Viajó con una amiga. Ayer lo recordó en su Instagram: “Hace 11 meses nos tomábamos ese avión hacia Nicaragua. Con el corazón en la mano y la fuerza y la convicción de que las cosas tienen que ser de otra manera; la certeza de que la vergüenza tenía que cambiar de vereda”. Después de un año movilizante para la agenda feminista, con la votación de la Ley de Interrupción Voluntaria del Embarazo a mediados de año, hizo pública aquella denuncia. Convocó a una conferencia de prensa junto al colectivo de Actrices Argentinas, donde se proyectó un video que instaló su consigna: “mirá como nos ponemos”. Ante la imposición machista de la violencia, Thelma se organizó para responder colectivamente.

Como explicó Sabrina Cartabia, “todos los casos de violencia de género son complejos”. Al haberse denunciado casi diez años después, la prueba que se presentó fue fundamentalmente documental. También se entregaron piezas periodísticas que incluyeron entrevistas dadas por Juan Darthés y por Anita Co y Calu Rivero, quienes también lo denunciaron. Se realizaron pericias de parte, además de las que realizó el Estado nicaragüense. “Todas las pericias fueron conducentes, y también lo fue la inspección ocular que se realizó en el lugar de los hechos”, sumó la abogada.

Así y todo, Thelma sabía que las chances en la Justicia eran bajas. “Este es un caso excepcional: el 97% de las denuncias por violación no prosperan. El problema es sistémico, el Poder Judicial no contempla a las víctimas. Se las condena al silencio y la vergüenza”. “Hoy estamos más cerca de la justicia”, agregó la actriz en la conferencia de prensa. Como explicó, su sanación no estuvo puesta en una resolución judicial, sino en la articulación colectiva de un reclamo que supera su historia particular. “Más allá de lo personal, es importante hacer de este caso algo más grande: necesitamos tener la libertad de hablar, que sea una posibilidad”.

A lo largo de toda la conferencia de prensa la actriz hizo hincapié no solo en la excepcionalidad de su situación sino en las problemáticas estructurales del Estado para recibir las denuncias por violencia de género. “No puede ser que la Justicia desconozca que en promedio una víctima tarda 33 años en hablar. No puede ser que las condiciones de denuncia sean éstas. El proceso es mucho más complejo de lo que la Justicia pide”. Expresó que estuvo siempre acompañada, contenida y bajo terapia: “pero lo que me preocupa son las mujeres que no tienen esos recursos y privilegios”, cerró.

Lo planteado por Thelma es parte de un reclamo colectivo no sólo a las instituciones responsables de contener estas demandas, sino también a la esfera social: la violencia de género se cimienta en el silencio obligatorio. La enunciación colectiva habilita el lugar donde se rompe con la condena machista de ser una víctima pasiva. “Mi denuncia fue oída gracias a que un amplio colectivo de mujeres se organizó y puso el cuerpo para ayudarme”. Su misión, como deja en claro, es multiplicar aquel colectivo: que ninguna mujer en ninguna parte tenga que callarse más. Que ninguna mujer tenga que estar sola.

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Lucia Cholakian Herrera

Comunicación UBA // Periodismo Narrativo UNSAM+Anfibia. Escribe en Vice, Cosecha Roja y Nodal.am // En redes es @queendelqueso