Al final hay recompensa

Finalmente llegó el día: Alberto juró como presidente acompañado por Cristina y el macrismo se acabó. En su discurso inaugural, Fernández empezó a construirle una identidad a su Gobierno en base a cerrar la grieta y anunció que "los fondos reservados de la AFI servirán para el plan contra el hambre".

La noche de cuatro años terminó hoy a las 12.05 del mediodía. “Juro por Dios, la Patria y estos santos evangelios, desempeñar con lealtad y patriotismo el cargo de presidente de la Nación”, leyó Alberto Fernández una vez dentro del Congreso y puso fin también a una transición eterna, que tampoco parecía llegar nunca a buen puerto. Retumbó entonces en las cuatro paredes de la Asamblea Legislativa la marcha peronista, con rabia contenida y con un único destinatario. Macri lo soportó con estoicidad, le colocó la banda a su sucesor y desanduvo sus pasos por la alfombra roja del Salón de los Pasos Perdidos, de vuelta hacia el sol abrasador de la calle y hacia el pasado, de donde nunca deberá volver.

De cara a su flamante gabinete, a la derecha de Cristina Kirchner y Sergio Massa y frente a la asistencia perfecta de diputados y senadores, Alberto fue pasando las hojas con el discurso inaugural de su gobierno. Anunció que enviará un nuevo Presupuesto 2020, que intervendrá la AFI, que intentará reformar Comodoro Py, que buscará institucionalizar el pacto social, que se propone revivir al Mercosur, que no pagará la deuda hasta tanto la economía muestre signos de recuperación y que se pondrá “al frente” de las luchas del feminismo.

Pero sobre todo se dedicó a crearle una identidad a su presidencia. Quizás por eso eligió cerrar con una cita de Raúl Alfonsín, aquel hit de “con la democracia se come, se cura y se educa”. Argentinos, “a las cosas”, según Alberto: el discurso dejó claro que su enfoque estará en resolver lo urgente, y entre lo más urgente, el hambre. Y, casi con desprecio, avisó que no le sobra tiempo para meterse en el lodo de los carpetazos y las persecuciones mediáticas en que se hundió el gobierno saliente. «Los fondos reservados de la AFI servirán para el plan contra el hambre», fue la oración que sintetizó la idea.

Así las cosas, parte de su identidad será también atravesar la grieta, y esta vez, parece, va en serio. “No cuenten conmigo para seguir transitando el camino del desencuentro”, advirtió. Para que resulte verosímil, evitó abundar en adjetivos para referirse a Macri: le bastó con mostrar las cifras desnudas de la economía. Y hasta sobreexageró el gesto: se tomó muy en serio aquello que dijo más tarde de «la hora de abrazar al diferente” y le dio más de un abrazo a su antecesor, al que trató con piedad.

En las antípodas, Cristina juró ante “el pueblo”, en una improvisación clásica, de esas que la hacen lo que es. Y tuvo un gesto frío con Macri, que rozó la descalificación. La vicepresidenta parecía seguir en modo «Anti-Lawfare», en pie de guerra. Como seguirá buena parte de su base política y social, que supo resistir en la calle los embates del poder y tiene una extensa lista de facturas para cobrarse. Quizás, de todo el discurso, el tramo más representativo para ella fue el que Alberto pronunció casi sin leer, subrayando cada tramo: “Nunca más a una Justicia que es utilizada para saldar discusiones políticas, ni a una política que judicializa los disensos para eliminar al adversario de turno”.

Afuera, con 40 grados, sobre Rivadavia y Entre Ríos, aturdía el ruido de los bombos y mareaba el humo de las parrillas. Nadie tuvo que lamentar el “feo día”, nadie extrañó las rejas en Plaza de Mayo, nadie sintió miedo al pasar frente a un policía, nadie pensó en cuánto durará la concordia interna del Frente de Todos, ni qué será de la vida de Macri ni a qué hora se tendrá que levantar mañana.

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Matias Ferrari

Periodista, comunicador y militante social. Trabajó en Página/12 y colaboró en la investigación del libro "Macristocracia" publicado por Editorial Planeta.