Sueños de victoria

El 10 de diciembre del 2019 se dio inicio a una nueva etapa política y social. Dos días después, la escultura de Eva Perón que se encuentra sobre la fachada del Ministerio de Salud y el Ministerio de Desarrollo Social fue nuevamente iluminada. Crónica del despertar popular.

La noche del 10 de diciembre, la plaza crujió de alegría. Las figuras fueron desvaneciéndose unas sobre otras enchastradas en sudor, como si los huesos, astillados, cansados de resistir, se ablandaran. Las caras, ensopadas en lágrimas, expresaron algo intransferible. Porque la esperanza -como el miedo- para cada uno tiene otra cara, otra forma, otro olor, otra temperatura. La esperanza tiene para cada uno otra manera de figurarse abrazo.

Dos días después, y tras cuatro años de oscurantismo, el perfil de Eva Perón que reposa sobre la fachada del Ministerio de Salud y Desarrollo Social volvió a iluminarse. Durante este tiempo Eva, la altisonante, la abanderada de los humildes, la portavoz del pueblo se mantuvo callada tras las rejas de su propia sombra. Condenada al exilio del mutismo.

Hace 68 años, en ese mismo lugar  cientos de argentinos se movilizaron para pedirle a esa mujer que aceptara el lugar de vicepresidenta junto a Juan Domingo Perón en las elecciones de 1951. El Cabildo del Justicialismo.

En 2010 Cristina Fernandez de Kirchner nombró a Evita «mujer del Bicentenario».

Dos mujeres tenaces, investida por el pueblo como vicepresidentas .

Un deja vu en clave patriótica.

Foto: Facundo Nívolo

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La ciudad no está oscura aún, nunca lo está del todo en diciembre. Sobre la 9 de Julio las calles se abren chatas como costas. Las ráfagas de aire se deslizan meduseando entre la ropa, generosas, anheladas después de las jornadas de calor infernales. El horizonte es un líquido denso fundiéndose entre el anaranjado y el rosáceo. De ser helado quisiera tenerlo en mi boca.

En el Ministerio la cita es a las ocho y media de la noche. Calculo que debe ser la misma hora en la que Cristina Fernández de Kirchner subió al escenario por primera vez como vicepresidenta. Intento recordar la multitud pero ningún adjetivo resulta suficiente. Enorme, bulliciosa, sudada, expectante, risueña, esperanzada, borracha, eufórica, rítmica, enfiestada, cariñosa, erótica, conmovida.

Intento recordar las palabras y son retazos de oraciones suspendidasLa historia siempre la terminan escribiendo más temprano o más tarde los pueblos”. La voz es clara, firme pero emotiva. Si las palabras fueran caramelos quisiera tenerlos en mi boca.

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Fotos: Bárbara Leiva

“Y veintiocho”, me responde con exactitud una chica bajita cuando pregunto por el encendimiento. Lleva el celular aferrado a la mano y el cuello doblado en una contorsión que a toda vista resulta incómoda. Sobre el camellón de la avenida más ancha de Latinoamérica, ambas seguimos esperando, cercanas pero sin rozarnos los antebrazos, mientras los bombos suenan.

Cuando Eva se enciende el aire se llena de gritos, trompetas, aplausos, compases de la marcha peronista y vítores de “Alberto Presidente”. La palabra iluminar viene del latín illuminare: bañar intensamente con una fuente de luz, alumbrar, llenar de claridad. Alumbrar es dar vida pero también es dar voz.

Cuatro años atrás, encubierto en un supuesto ahorro energético, apagar Evita significó censurar los ecos de muchas otras empujadas a los márgenes de la historia, simplemente omitidas.

“Ha llegado la hora de la mujer que piensa, juzga, rechaza o acepta, y ha muerto la hora de la mujer que asiste atada e impotente a la caprichosa elaboración política de los destinos de su país, que es, en definitiva, el destino de su hogar”.

En un instante Eva ilumina a los presentes, refracta su luz, su reflejo dulce reluce pero no fulgura, empapa de lluvia plateada, acaricia.

Fotos: Facundo Nívolo

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“La militancia es una forma de dislocación del sistema. En un mundo absolutamente mercantilizado hacer algo porque sí y sin recibir nada a cambio es revolucionario, es subversivo. Porque subversivo significa poner a disposición otras versiones” 

Dario Sztajnszrajber​

 

Durante sus discursos, ambos Fernández hicieron hincapié en el costado humano de la política. La idea de un contrato social solidario y fraterno ya había aparecido en boca de la fórmula presidencial en repetidas ocasiones.

“Apostar a la fractura y a la grieta significa apostar a que esas heridas sigan sangrando”  afirmó Alberto Fernández. “No cuenten conmigo para seguir transitando el camino del desencuentro”. 

Foto: Abril Pérez Torres

Si hubo algo que caracterizó los tres mandatos de kirchneristas fue la empatía. La década ganada -en toda Latinoamérica- logró traducir los tecnicismos anquilosados en sensibilidad cotidiana. ‘No fue magia’, ‘La patria es el otro’, ‘El amor vence al odio’ fueron consignas pero también banderas, remeras, tatuajes. Crearon una ética fraterna, un ecosistema afectivo y una erótica política que apostó a ser lo contrario de la diplomacia.

Los gobiernos populares de la región entendieron que el deseo es la columna vertebral del crecimiento social, educativo y económico. Postergaron la timba financiera para apostar a cambios estructurales que repercutan en la micropolítica de los cuerpos. Eso que algunos quisieron nombrar como “populismo” fueron revoluciones moleculares en términos de Guattari y Rolnik.

Es por eso que durante estos cuatro años de avance neoliberal fueron las tramas humanas las que permitieron resistir. Contra el emprendedurismo que sabía a precarización, contra el desempleo, contra la idea de que la Universidad no es para los humildes, contra el hambre, el desorden y la angustia.

Por eso que esa plaza desbordante no fue magia, sino la voluntad explícita de construir con el otro.

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Foto: Abril Pérez Torres

La silueta de Eva fue realizada por Alejandro Marmo y dirigida por Daniel Santoro en base a imágenes ya trabajadas por Nicolás Garcia Uriburu y Ricardo Carpani, figura fundamental del arte político en nuestro país. Una vez finalizada la escultura, la bautizaron “Sueños de victoria”.

Tal vez ese podría ser el título de esta crónica.

Tal vez esa frase sea la que mejor resuma lo que sucedió el 10 de diciembre del 2019.

Fotos: Bárbara Leiva

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“Y no sé como explicarte,

porque sentirlo es mejor”

Viejas Locas

La luz violeta de las pantallas se refleja en una lágrima que desliza sobre el cachete. La chica de rulos rubios está al lado mio. Esta vez si nos tocamos, parece imposible no hacerlo en la muchedumbre. Durante el discurso la multitud es un océano de silencio. Una vez terminado el acto, el cardumen humano es inconmensurable. La plaza parece un agujero negro escupiendo gente, reverberando como un volcán encendido. El asfalto es un sartén destilando vapor, las espaldas pegajosas se rozan, las gargantas están sedientas. Los fuegos artificiales estallan en esquirlas chisporroteantes en un cielo que -ahora sí- es negro. Brillan, como lo hará dos días después el perfil elegante de Evita. Algo late, se expande, se contrae.

La chica rubia busca los labios cercanos que la acogen en un gesto profundo. Saliva y lágrimas se mezclan.

La plaza hace pogo al ritmo de los Redondos

porque nadie lo soñó

porque la noche todavía arde.

“Durante cuatro años nos dijeron que no íbamos a volver

y hoy volvimos

para ser mejores”

Fotos: Bárbara Leiva

*Fotos de portada: Bárbara Leiva

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Dalia Cybel

Historiadora del arte y periodista feminista. Fanática de los libros y la siesta. En Instagram es @orquidiarios