El lado B de la policía

Según la encuesta que realizó la Red Nacional de Mujeres Policías cientos de mujeres denuncian violencias dentro de la policia Federal Argentina. Muchas de ellas no reciben la contención ni las políticas adecuadas. ¿Que pasa cuando la violencia está dentro de la policía?

“Nunca seré policia, de provincia ni de capital” cantaba la banda de Valentín Alsina Dos Minutos sobre los escenarios. Si bien hay una fuerte estigmatización de la policía que responde -con sentido- a la represión y la violencia institucional, no se puede negar que también hay un lado B de las fuerzas de seguridad.

En 2016 el Sindicato de Policías publicó un informe en el cual denunciaba que entre el 20 y el 25 por ciento de los policías bonaerenses no llegaba a suplir las necesidades básicas planteadas por el INDEC. La problemática es federal. En diciembre del 2019 se informó que en Chaco tres de cuatro policías viven con menos de la Canasta Básica Total y en Tierra del Fuego  a principios del año pasado la policía llevaba tres años sin paritarias.

Las fuerzas policiales terminan siendo una de las pocas elecciones que tienen los sectores bajos en un sistema cruelmente meritocrático.  Muchas veces bajo los hilos de los poderosos el accionar se esconde una lucha de pobres contra pobres.

¿Qué pasa con las mujeres policías?

Hace mucho que los feminismos plantean que la violencia de género es transversal y no discrimina raza, clase, ni espacio de trabajo. Las mujeres policías también son afectadas fuertemente por el abuso de poder machista dentro de las fuerzas de seguridad.

En abril del 2019 la Red Nacional de Mujeres Policías confeccionó una encuesta anónima sobre los casos de  violencia de género. Participaron unas 250 uniformadas que totalizaron unas diez denuncias por día. Como informó el diario Tiempo Argentino luego de denunciar  21% de las víctimas debió buscar un nuevo destino, el 17% fue trasladada a otros sectores dentro de la misma repartición, el 15% no encontró ninguna solución a su situación y un 8% manifestó que, luego de denunciar, les iniciaron un sumario administrativo. El peor final fue para más del 5% de las mujeres que denunciaron, quienes fueron dadas de baja dejándolas sin trabajo al expresar la vulnerabilidad que sufrieron. Bajo este panorama resulta consecuente que el 60% de las mujeres que recibieron violencia sexual dentro de las fuerzas armadas no haya realizado la denuncia formalmente y el 14% no se lo haya contado a nadie. Del otro lado en el 96% de los casos el agresor no fue sancionado una vez que se comprobó el delito.

 “No pueden garantizar espacios dentro de la Institución libres de abusos y maltratos a mujeres porque los agresores portan armas y patrullan. ¿A qué sociedad van a salir a proteger?¿ A quien cuidan si a las mujeres que estamos dentro nos violan todos nuestros derechos?” expresaron en el comunicado desde la Red donde también explicaron que las denunciantes son estigmatizadas y se abusa del recurso de las carpetas psiquiátricas.

Nilda Garré fue la primera mujer de la Historia de Argentina en ocupar los cargos de Ministra de Defensa de Argentina, durante la gestión del presidente Néstor Kirchner, y Ministra de Seguridad de la Nación Argentina durante la presidencia de Cristina Fernández de Kirchner. Bajo su órbita en el 2011 fueron nombradas, por primera vez en la historia, las primeras diez subcomisarias de la Policía Federal y para mediados del 2012 llegó a haber 15% de oficiales del sexo femenino al frente a las comisarías porteñas.

Natalia Federman participó como Directora Nacional de Derechos Humanos del Ministerio de Seguridad. Gajo la gestión de Garré formó parte de la creación de los Centros Integrales de Género de la Policía Federal Argentina. Estos espacios que tenían como función asesorar al personal de cada una de las fuerzas sobre políticas para facilitar el desempeño laboral de las mujeres y asesorar sobre violencia de género, laboral, transfobia y homofobia.

Sobre la manera de proceder en estos casos explica  “Algo que suele suceder es que se traslada a la víctima y el acosador sigue ahí. Hay situaciones en las cuales trasladar a la víctima es efectivamente lo mejor para resguardarla, pero en otros lo que corresponde es trasladar al agresor. La idea es que en cada circunstancia se puedan brindar respuestas específicas”.

Natalia disiente de la idea de que se trate de un ambiente más propenso a la violencia de género por el tipo de trabajo que se realiza “Hay un mayor ojo puesto en la policía. No hay esos niveles de mirada sobre, por ejemplo, la profesión médica en la que las condiciones de servicio implican muchas horas de estar juntos y también son propensas a esas posibles violencias. Me parece que hay un ojo de la sociedad y una vara mayor sobre lo que pasa dentro de las fuerzas porque resultan más opacas, aunque no necesariamente lo son. Son profesiones donde hay poca permeabilidad hacia afuera y donde los códigos comunes parecen ser la única manera de estar en un grupo. Por eso también teníamos muchas situaciones de hombres que denunciaban comentarios y conductas transfóbicas u homofóbicas”

“La medida más profunda para revertir esto es trabajar sobre el mandato y el prototipo del buen policía dentro de las fuerzas. Que ese mandato no sea masculino sino uno que integre a mujeres y disidencias. Por lo tanto lo primero es repensar la profesión” argumenta Federman como posible solución. “La otra es volver a fortalecer las políticas de género en la PFA. En los últimos tiempos se hizo foco en los temas de violencia intrafamiliar que sufrían las mujeres policías por parte de sus parejas -no necesariamente de las fuerzas- o que les pasaba cuando atravesaban la maternidad. Me parece que esos los Centros Integrales de Género deben  enfocarse en trabajar con las cosas que afectan nuestras carreras. Muchas veces las mujeres optan por retirarse al hogar porque el mundo laboral es tan hostil. Es fundamental asegurar un desarrollo profesional libre de violencias.”

 

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