¿Qué ganamos cancelando a Jimena Barón?

La cantante volvió a generar polémica, y esta vez reabrió un tema sensible para los movimientos feministas: el debate abolicionismo vs. regulacionismo.

Jimena Barón es trending topic, no importa cuando leas esto.

Varones diciéndole que se la quieren comer a besos, varones diciéndole que su culo es lindo pero que la cara se la lleva a marzo. Fans amándola con muchos corazones, fans comentándole que su voz era más linda antes. Feministas alabando su empoderamiento, feministas criticando su feminismo vacío. ¡Gente preguntándole hasta dónde consiguió las zapatillas! Más gente criticando las zapatillas.

Miles y miles de me gusta, miles y miles de comentarios. Su nombre se repite en cada tweet y también en cada charla de almuerzo. ¿Qué nos pasa con Jimena Barón? ¿Por qué la queremos y la odiamos tanto?

Esta vez el motivo por el que Jimena Barón es trending topic (en Twitter y en la vida real) es el anuncio de su próximo tema, Puta. La campaña publicitaria para el lanzamiento de la canción son afiches que emulan los papelitos pegados en la calle y repartidos por las trabajadoras sexuales con su número de teléfono. JMena se apropió de la palabra puta.

Hace unos años, cuando el movimiento Ni Una Menos recién estaba dando sus primeros pasos, Jimena Barón decidió hablar públicamente de los problemas que había tenido con su ex pareja Daniel Osvaldo. Ella contó que él era agresivo y la tildaba siempre de prostituta. Esa palabra, que en aquel entonces detonó una de las separaciones más mediáticas de la farándula, es ahora apropiada y reivindicada por ella. El insulto más doloroso es ahora bandera.

Anoche, luego de haber recibido todo tipo de agresiones y señalamientos, la cantante hizo un descargo en su Instagram en el que escribe: “Puta es una mujer fácil, rápida, que disfruta liviana y descaradamente del sexo, de ella, de él, de quienes quiera. Puta es una falta de respeto, un insulto. Si como mujer sintieras orgullo de ser puta sos una vergüenza”. Su nueva canción, aún sin haber sido escuchada, es una respuesta. No sólo a su ex sino también a toda la sociedad que alguna vez utilizó la palabra puta como un insulto. “Esta canción es para mí, por puta orgullosa“.

Ahora bien, ¿qué pasa cuando detrás de todo esto hay una marca y un lucro de la mera intención; cuando la reivindicación de esta palabra viene vacía, sin ser acompañada de un planteo político o colectivo para tratar la complejidad del tema; cuando la lucha política es banalizada y puesta a favor del sistema que nos impulsa al individualismo y al consumo porque sí?

La campaña no fue inocente ni se hizo desde el desconocimiento. La publicación en Instagram desató comentarios en los que se juzgaba a Jimena Barón de boluda o de ejercer un feminismo de nena de 16 años. Es muy simplista acusar a otra feminista de saber menos, y suponer que no tiene la inteligencia suficiente para pensar por su cuenta una campaña publicitaria que tiene a todo el mundo (de nuevo) hablando de ella.

Pero reivindicar la palabra puta desde el empoderamiento individual puede llevar a la misma exigencia de amor propio que JMena misma pregona. Hoy estamos todes hablando de ella por esto, pero fue TT ayer por haber recomendado a sus seguidoras que se enrollen en papel film para bajar la panza más rápido, antes de ayer por mostrarse en ropa interior ante su hijo, y el día anterior por haberse peleado con Mengolini a raíz de sus fotos en culo.

Jimena Barón no tiene un discurso político detrás. Ella es, y no le importa serlo, una marca más en este sistema neoliberal que nos consume, que nos propone cada vez más ser sujetos individuales, salvarnos por nuestra propia cuenta, amarnos a nosotres mismes como una exigencia cuando desde afuera nos destruyen. Su discurso impone el supuesto de luchar contra la adversidad sin ayuda de nadie, tener un sueño o fracasar como individuo, y por sobre todo comprar para sociabilizar (es decir, la única manera de aliarse con otres es a partir de una marca).

Pero ¿qué hacemos con eso? ¿La ponemos en el centro de nuestras críticas día tras día para reivindicarnos con nuestros propios seguidores? ¿La denigramos por ser una marca que lucra con el feminismo? ¿La tratamos de tonta y no damos lugar a una discusión?

La cultura de la cancelación nos va a matar. Ningún feminismo o lucha política puede ser posible sin una construcción real. Pensemos en nosotres antes del feminismo, antes de entender nuestros privilegios, antes de que alguien (o muches) nos haya enseñado a pensar como lo hacemos ahora: ¿quiénes éramos?

Si nos debemos a otras personas que nos formaron y nos ayudaron a ser quienes somos, ¿por qué no podemos decir lo que pensamos sin destruir a la otra? ¿No podemos enseñar, ayudar a crecer? ¿Queremos ser nosotres también aquello que lastima?

El foco de atención está puesto hoy en Jimena Barón cuando debería estar puesto en los derechos que el Estado nos está debiendo: la falta de oportunidades laborales de las personas que no tienen opción más que elegir la prostitución como trabajo, la falta de derechos laborales para aquellas personas que lo eligen y la nula creación de políticas públicas para combatir la trata de personas.

No seamos lo que el sistema nos propone que seamos, esta no es una lucha individual que se gana cancelando a JMena. Construyamos afuera del internet. La demanda es al Estado.

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