«Los Techint y los Coto han sido cómplices del vaciamiento»

En diálogo con El Grito del Sur, uno de los principales asesores del presidente Alberto Fernández critica la actitud especulativa de los principales grupos económicos y advierte que "ya nada volverá a ser igual" a partir de la pandemia. "Estamos frente a una enorme oportunidad en medio de un gigantesco peligro", asegura.

En diciembre pasado, el filósofo Ricardo Forster se sumó al Consejo de Asesores del presidente Alberto Fernández junto al antropólogo Alejandro Grimson, la referente feminista Dora Barrancos y la politóloga Cecilia Nicolini. A lo largo de estos primeros meses de gobierno, este grupo de intelectuales viene siendo fuente de consulta permanente del mandatario y ha formado parte de diferentes reuniones en las que se debaten desde las grandes problemáticas que atraviesa la sociedad y la necesidad de ampliar derechos, hasta las formas de proponer diálogo con amplitud de miradas para afrontar la crisis heredada.

Lo que no estaba en el cálculo del flamante Consejo de Asesores, allá por finales del año pasado, era que este turbulento 2020 iba a estar atravesado también por la lucha contra una pandemia que obligó a paralizar casi todas las actividades productivas en el país. En medio de la adversidad y apelando a diferentes medidas con el objetivo de evitar la propagación del coronavirus, la imagen de Alberto Fernández creció a pasos agigantados: las últimas encuestas le asignan un nivel de adhesión muy alto en todas las franjas sociales y etarias, muchas de éstas afines inclusive a la figura de Mauricio Macri.

En una entrevista telefónica con El Grito del Sur, Ricardo Forster opina de la gestión del Ejecutivo en estos tiempos de coronavirus, de la actitud de los grandes empresarios especulativos y de las enseñanzas político-ideológicas que está dejando la presente crisis en el orden económico global.

¿Qué balance hacés del accionar del Gobierno en relación con el coronavirus hasta el momento?

Queda claro que la llegada de la pandemia ha cambiado absolutamente el sentido de las cosas: la vida social, económica, cultural, política e institucional. Esto implica que hay que actuar en función de una excepcionalidad y exige una respuesta. En ese sentido, lo que viene haciendo el gobierno nacional y sobre todo el presidente Alberto Fernández, es algo de una factura notable. Primero, porque está actuando con un Estado que venía muy debilitado después de cuatro años de políticas neoliberales. Digo esto porque atravesar una situación tan anómala implica tener instrumentos para enfrentar desde el lado de la salud al coronavirus. Con las carencias se ha hecho algo formidable: se reconstruyó el Ministerio de Salud en muy poco tiempo y se lo dotó de una dimensión muy clara. Desde allí se privilegió el cuidado de la vida y la salud por sobre la «economía». Esto explica también el abrumador apoyo que parece tener el Presidente incluso en una parte significativa de la sociedad que no lo votó. Él ha demostrado una gran capacidad de conducción, gran entereza y una muy buena manera de comunicarse con la sociedad desde la serenidad, la cercanía y lo común. Es un momento bisagra y, si se logra salir con el menor daño posible de las consecuencias de la pandemia, me parece que vamos hacia un gobierno con mucha fuerza y potencialidad de transformación.

Fotos: Abril Pérez Torres

En su último discurso, Alberto cuestionó la especulación con los precios y la posibilidad de efectuar despidos en esta coyuntura. ¿Creés que el Gobierno tiene que ser más severo con el sector de los grandes empresarios?

Absolutamente. Ha quedado algo claro: si se trata de reconstruir un Estado social capaz de cuidar a las grandes mayorías, se necesitan instrumentos y ordenar una estructura caótica pero también terminar con el desmadre de la economía y la lógica especulativo-financiera que ha dominado al capitalismo local y global. Los Techint y los Coto han sido cómplices del vaciamiento, del endeudamiento, de la financiarización y del negocio especulativo. Y hoy representan un capitalismo que está exhausto, que ha sido responsable en gran medida del desastre que hoy podemos observar en términos globales como consecuencia de un virus que a su vez está ligado a determinadas formas de producción y a una globalización profundamente enferma. En nuestro país, una parte muy significativa de la sociedad está comprendiendo lo que significa la reconstrucción del Estado y lo que significa también dejar las cosas libradas a la mano invisible del mercado. Hoy hay que reconstruir otro modelo de organización de la vida económica, social y estatal que no pueda depender de lo que demanden las estructuras corporativas en función de su propia rentabilidad. Por ello hay que tener una posición firme y dura con los especuladores, con aquellos que aprovechan las circunstancias para echar trabajadores o bajar el valor de los salarios. Creo que la señal que ha dado el Gobierno ha sido muy clara en ese sentido y tendrá que ser muy firme.

¿Qué otras variables debe atender el Ejecutivo para que no se produzca un desborde de la situación social en este contexto?

A diferencia de países con mejor distribución de la riqueza y con aparatos de seguridad social -si bien debilitados- todavía funcionando mucho más ampliamente, en Argentina las estrategias deben ser distintas para enfrentarse a una pandemia como la que nos está golpeando. No es lo mismo realizar una cuarentena en un barrio de clase media o en una ciudad más o menos ordenada de acuerdo con una cierta distribución equitativa del acceso a la vivienda y a la salud, que en sociedades desmadradas, empobrecidas y profundamente desiguales. La tarea del Gobierno es inmensa y Alberto Fernández lo dijo desde el momento en que dio el discurso inaugural de su presidencia: «empezar por los últimos para llegar a todos». Si algo está caracterizando a su gobierno, es preocuparse fundamentalmente por tratar de reparar el daño que el sistema neoliberal ejerció sobre los más débiles de nuestra sociedad. Hoy se trata de algo semejante: es mucho más difícil combatir la expansión del virus en barrios muy precarios, donde en una misma habitación se pueden hacinar cuatro, cinco o seis personas de distintas edades, donde los sistemas de agua potable escasean, donde hay que pensar en otras estrategias que implican primero un rápido acceso a la comida y que gran parte de la población -la cual suele estar en la economía informal- no tiene coberturas ni acceso a lo que un asalariado tiene. Por eso se han tomado decisiones importantes en las jubilaciones, la AUH y en la incorporación de cuentapropistas y trabajadores informales para que puedan atravesar esta situación con recursos. Por supuesto, el Estado tiene que estar muy presente y lo tiene que hacer a través de distintos instrumentos: uno de éstos son los movimientos sociales, que tienen una llegada a lo profundo de las barriadas populares y tienen que ser una correa de transmisión de recursos para impedir que avance el virus y que las necesidades se sigan multiplicando. Es un trabajo muy difícil y complejo, pero imprescindible.

Fotos: Abril Pérez Torres

¿Cuál es tu respuesta frente a aquellos que plantean que paralizar la economía es peor remedio que la enfermedad del coronavirus?

Esa es la lógica de funcionamiento del capitalismo. Éste necesita funcionar siempre como si fuera una correa que se mueve infinitamente y, en ese movimiento infinito, por ahí se convierte en autófago, es decir, se devora a sí mismo. El capitalismo es lo ilimitado, es lo indefinido, es el proceso creciente que va acaparando y devorándose los recursos naturales. Por supuesto que hay que priorizar la vida y el cuidado: la cuarentena es, por ahora, lo único que tenemos para impedir que el virus se expanda porque no hay vacunas y todavía no van a llegar. No podemos esperar con la economía funcionando a pleno y las sociedades como si nada pasase, sin tomar las medidas de urgencia que por suerte tomó en tiempo y forma el gobierno nacional. El virus llegó más tarde a esta región y se aprendió de lo que pasó en China, Corea, Japón y Europa. Sabemos que muchos de aquellos que defienden la economía sobre la vida en Argentina, en otro contexto de nuestra historia no tuvieron ningún problema en liquidar la vida para defender sus privilegios. Un gobierno genuinamente democrático y de raíz popular tiene que defender la vida frente al egoísmo, la sobreabundancia y aquellos que sólo están acostumbrados a ganar.

¿Qué enseñanzas está dejando la pandemia a nivel mundial? ¿Ves un retroceso del ideario neoliberal hacia delante?

Queda claro que hay una crisis terminal de la globalización, que era la figura retórica de la expansión de un capitalismo neoliberal desde principios de los años 80. Lo que está en crisis es un modelo extractivista que ingresó energía barata para una producción infinita de bienes destinados a un mercado que en ningún momento puso en cuestión el daño ambiental que se estaba generando. Eso no significa que no va a haber intentos muy fuertes de los poderes reales por salir de esta pandemia concentrando aún más la economía: lo hicieron en el año 2008 después de la crisis brutal con la especulación de los bancos y las grandes financieras. Fueron los Estados -con la anuencia de las sociedades- quienes rescataron a los causantes de la crisis. Hoy me parece ya no hay esa habilitación social, algo muy profundo ha tocado la vida de las personas y las sociedades. No le va a ser tan fácil a ese poder económico y mediático hacer como si nada hubiera pasado y seguir bajo esa misma lógica generando una depredación. Hay enseñanzas, ya nada se puede repetir del mismo modo. Estamos frente a una enorme oportunidad en medio de un gigantesco peligro.

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Sebastián Furlong

Licenciado y profesor en Ciencias de la Comunicación (UBA). Retrato periodísticamente el conurbano y la ciudad de la furia. Agenda popular y política para analizar la realidad y aportar al quehacer colectivo.