Desigualdad y brecha digital en las escuelas de los barrios populares

Emmanuel Farina, maestro de grado y profesor de jóvenes y adultes, y Daniel Aldave, licenciado en Educación por la UMET, reflexionan sobre el empeoramiento de las desigualdades sociales y desconexiones digitales en tiempos de COVID-19.

La pandemia que azota por estos días a gran parte del mundo ha expuesto las múltiples desigualdades que sufren nuestros pueblos y la Ciudad de Buenos Aires no es ajena a esta realidad. En materia educativa, esta semana se realizó el primer ensayo de entrega de alimentos quincenales. Por otro lado, se vislumbraron las dificultades de muchas familias para que sus niñes mantengan un sistema de educación a distancia.

A la ración diaria de viandas, un sándwich y una fruta, se la reemplazó por un “bolsón de productos nutritivos”. La realidad dice que no fue un bolsón, y que de nutritivo sólo tenía el nombre. Desde muy temprano el día miércoles bajo la lluvia, las familias se fueron agrupando en las puertas de los establecimientos educativos bajo la promesa de los bolsones. Grandes, como las filas que se formaron, fueron las desilusiones ante la escasa cantidad de productos. Dos litros de leche, 6 frutas, algunas vainillas individuales y un puñado de saquitos de té y mate cocido.

Muchas de las familias de nuestras escuelas públicas deberán planificar su dieta en base a los productos que recibieron para los próximos 15 días. Tarea imposible de resolver en la era post-Macri, que llevó al 43,5 por ciento de la población a la pobreza y la indigencia (INDEC, 2020).

Mientras tanto, a más de dos semanas del inicio de la cuarentena preventiva obligatoria, la tarea pedagógica debe continuar y las condiciones de las cuales partimos gran parte de los y las docentes de la Ciudad son de por sí difíciles de resolver.  La virtualidad propuesta para dar continuidad al trabajo docente transita por muchas realidades y las asimetrías socioeconómicas desnudan la incompatibilidad de las propuestas con las realidades que viven muchas familias de los barrios de la Capital Federal. Cuando el ex presidente Mauricio Macri dio por finalizado el Plan Conectar Igualdad, mediante el decreto 386/2018, no sólo estaba privando de la entrega de nuevos equipos a les estudiantes, sino que también les quitaba la posibilidad de seguir conectades, ya que la propia red “Intranet” les garantizaba la conexión en cualquier lugar. Además, se desmanteló un programa nacional repleto de trabajadores y trabajadoras.

Sin conectividad, no hay continuidad

Hoy la tarea docente diaria la estamos planificando bajo diferentes plataformas: Edmodo, Mi Escuela, blogs, grupos de WhatsApp, Facebook, correos electrónicos, etc. Pero lo cierto es que al primer ciclo no se le entregaron las netbook, la mayoría de las familias no tienen acceso a internet, el servicio de reparacion y recambio de netbook no alcanzó a cubrir la demanda, en las casas hay uno o dos celulares a lo sumo para varios niñes y la capacitación docente para el manejo de las diferentes plataformas “oficiales” del aula virtual brilló por su ausencia.

En definitiva, en un contexto en donde la mitad de la población infantil es pobre -según datos de la UCA-, el 18 por ciento de la población en CABA no tiene computadoras y el 20 por ciento no accede a internet (Enacom, 2018), son notorias las dificultades a la hora de construir escenarios de continuidad pedagógica de manera virtual en muchas de las escuelas en tiempos de cuarentena y aislamiento.

En el año 2019, una investigación del CEDESU (Centro de Estudios para el Desarrollo Económico y Social Urbano) en las villas de la Ciudad de Buenos Aires determinó que el 64% de las familias no solicitó las becas alimentarias y que el 50% tuvo dificultades para acceder al sistema de inscripción online, modalidad que impuso el Gobierno porteño a partir del año pasado. Situación que evidencia la relación entre el uso y el acceso al mundo digital de los sectores populares.

Sin darnos por vencides y creyendo que la calidad educativa es la capacidad de la escuela de construir comunidad, empatía y diálogo en la producción colectiva del conocimiento, las fortalezas hoy están en el esfuerzo de les docentes y las familias para llevar a cabo los procesos de enseñanza y aprendizaje, pese al escenario de desigualdades económicas y brechas digitales.

En tiempos de cuarentena y aislamiento, las escuelas de los barrios populares -atravesadas por las desigualdades sociales- intentamos sostener una educación de calidad frente a las desconexiones digitales que no hacen más que evidenciar las falencias del sistema educativo, en términos de garantizar el acceso digital para las familias y promover la relación con las nuevas tecnologías en la escuela.

Hoy la escuela pública la seguimos sosteniendo junto a la comunidad educativa, intentando  construir un mundo más justo. Hoy la escuela pública enseña, resiste y sueña.

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