Ensayo general para la farsa actual

Voces llorosas que aseguran pisos completos de pacientes con COVID-19, gobernadores denunciando colapsos sanitarios, muertes por faltas de respiradores, beneficiarios de programas sociales millonarios y planes maquiavélicos de reducción de la población fueron algunas de las fake news que circularon en plena cuarentena.

MORFEO: Matrix nos rodea. Está por todas partes. Incluso ahora, en esta misma habitación. Puedes verla si miras por la ventana o al encender la televisión. Puedes sentirla, cuando vas a trabajar, cuando vas a la iglesia o cuando pagás tus impuestos. Es el mundo que ha sido puesto ante tus ojos para ocultarte la verdad.

NEO: ¿Qué verdad?

MORFEO: Que eres un esclavo, Neo. Igual que los demás, naciste en cautiverio. Naciste en una prisión que no puedes ni oler ni saborear ni tocar. Una prisión para tu mente. Por desgracia no se puede explicar lo que es Matrix,  hasta verla con tus propios ojos. Esta es tu última oportunidad. Después, ya no podrás echarte atrás.

(Mientras dice eso, Morfeo abre las palmas de sus manos y le muestra dos pastillas, una azul y otra roja)

MORFEO: Si tomas la pastilla azul fin de la historia. Despertarás en tu cama y creerás lo que quieras creer.  Si tomas la roja, te quedas en el País de las Maravillas y yo te enseñaré hasta dónde llega la madriguera de conejos. Recuerda, lo único que te ofrezco es la verdad.

Luego de dudar unos segundos, Neo escoge la pastilla roja y pone fin a la escena. En ese momento comienza el nudo narrativo de la película Matrix, del año 1999. Neo eligió saber, o mejor dicho, eligió dudar como punto de partida para saber.

Keanus Reeves (Neo) y  Laureance Fishburne (Morfeo) no sólo protagonizan una escena icónica del cine, también abren una era donde el formato digital empieza a plantear una nueva realidad.

Una realidad que por momentos interrumpe por completo toda nuestra percepción del mundo, y nos plantea la dicotomía de las píldoras: ¿creer lo que nos queda cómodo aunque sea aceptar mentiras y engaños o replantearnos la duda como forma de acercarnos a la claridad de los hechos?

Para ir sólo a ejemplos más cercanos,  el gobernador de Misiones, Oscar Herrera Ahuad, salió a desmentir en las últimas horas un tweet falso en su nombre que aseguraba un colapso sanitario, además ejércitos de trolls difundieron la muerte de una anciana por falta de respiradores con la foto de una mujer muerta en el año 2005 en España y un supuesto audio de una enfermera del hospital Posadas, que aseguraba que a partir del tercer piso estaba «solo lleno con infectados de Covid-19».

Oscar Herrera Ahuad, gobernador de Misiones

Estos son sólo algunos de los contenidos que llegan a nuestros móviles, que sin ningún tipo de chequeo, suelen reforzar estereotipos discriminatorios y xenófobos o con la sola  intención de sumar a la confusión general.

Como escenario, la primera pandemia del mundo globalizado, en un contexto donde, según el Instituto Nacional de Estadísticas y Censos (Indec), casi el 85% de la población tiene acceso a internet ya sea residencial o por celular, el peligro de la sobreinformación y principalmente de esta falsa información es una amenaza constante a llenarnos de pánico entre tapabocas y asintomáticos.

Sin embargo, no es sólo la proliferación de noticias falsas “los Fake News”, sino un proceso de desinformación, en el que intervienen diferentes actores, que esconden intereses particulares.  Estamos hablando de contenidos que se generan, buscando un fin determinado. Lo que lo hace mucho más complejo que un artículo con información falsa o confusa.

En esta línea lo que buscamos es saber cuáles son las motivaciones políticas y económicas de los grupos de poder que suelen imponer estos contenidos y que (no hay que obviar) son ayudados e impulsados por consumidores comunes que desde la ignorancia o desde la necesidad de ver sus preconceptos sustentados de alguna manera, eligen creer sin la necesidad de chequeo. Pero, ¿cómo funcionan estos mecanismos de “CONFUSIÓN + IVA?

INFODEMIA, INFOXICACIÓN Y FAKENEWS

Es importante explicar que, si bien son conceptos parecidos y que se interrelacionan, no son iguales. Hoy vivimos un tiempo de saturación de información, lo que es considerado Infoxicación (gran cantidad de información, difícil de asimilar). En tanto, la Organización Mundial de la Salud (OMS) instaló el concepto de Infodemia para referirse a la epidemia de información falsa, relacionada con temas de salud, ambos términos lo que hacen es causar pánico en el público.

La periodista y referente del proyecto “Desconfió” (un grupo de docentes, investigadores y profesionales que estudian las dinámicas de la desinformación, brindan charlas y capacitaciones sobre el tema), Soledad Arreguez Manozzo, le contó a El Grito del Sur sobre cómo funcionan estos engaños y por qué se viralizan con tanta velocidad. “Antes que nada tenemos que hablar de una nueva arquitectura del entorno mediático, es decir que hoy los usuarios no sólo consumen, sino que pueden producir contenidos gracias a las posibilidades técnicas que brinda la web social, lo que permite sin ser diseñador ni un medio de comunicación, se puedan crear contenidos y hacerlo circular. A eso sumale la velocidad de trasmisión, que con las tecnologías digitales son mayores que en los medios tradicionales”, explicó.

Sobre cuáles son las motivaciones de los agentes que conforman esta maquinaria del engaño, Aguerrez Manozzo aclaró: “Suelen ser orquestadas por grupos que buscan influencia política o ganancia económica a través de los clicks, pero muchas veces se contribuye a la desinformación a través de la ignorancia, o del intento de hacer humor dentro de un grupo determinado y termina llegando a otras personas que lo toman como real, en última instancia lo que estamos teniendo son ciudadanos que no pueden acceder a información confiable para tomar decisiones correctas”.

La docente universitaria también explica la influencia de lo emocional en estos trucos del engaño. “Esta estructura no funcionaría sin gente que la comparta, y otra de las características de las campañas de desinformación es que son contenidos que apuntan a lo emocional, buscan causar indignación, enojo, ego de superioridad. Una serie de sentimientos que apelan a las creencias más que a los hechos”, agregó.

“Si pensamos en cómo funciona nuestra subjetividad, se suele compartir sin chequear aquella  información que va acorde con nuestros sesgos y a nuestra ideología. Eso hace que, si yo recibo un contenido que me indigna y que además es coherente con mi postura ideológica (pensando en el sentido más amplio, no en lo partidario sin en mi forma de ver la vida), entonces es altamente probable que yo lo comparta sin chequearlo porque es acorde con lo que yo pienso”, comentó.

En esa misma línea, el especialista en Fake News y comunicación digital y redes, Matias Ferrari, fundador de la agencia de comunicación política en redes Influencia2 agrega que “una parte de la sociedad vive en lo que se llama la era de la posverdad”, lo que implica que “solemos creer enseguida lo que nos deja cómodos con nuestro propio pensamiento, a pesar de tener todas las cartas en la mano para sospechar”.

“En las Fake hay una suerte de combo de factores que se activan para que funcione: una es la sobreinformación, es decir que no tenemos tiempo de chequear todo lo que se diga, otra es que  puedan parecer reales (idea de veracidad que no es lo mismo que realidad) y otro es (lo que veníamos hablando) que se suelen compartir más rápido los contenidos que confirman nuestra opinión”, explica.

Si bien Ferrari no cree que exista “una solución definitiva” para las noticias falsas, destaca la  importancia de sospechar de cada información que nos llega para contrastarla. “Es la mejor medicina”, subraya.

Sobre por qué es tan difícil frenar estos contenidos, aclara: “Actualmente las redes no ofrecen mecanismos para dar de baja un video fake de manera rápida y eficaz. Pongamos el caso de Twitter, Facebook e Instagram que, si bien permiten denunciar contenidos, no avanzan en la eliminación del mismo si el posteo no tiene cientos de denuncias. Y, para cuando logró ese caudal, lo más probable es que otras cuentas ya hayan replicado el mismo contenido en sus perfiles creyendo que era de su autoría y, para cada posteo, necesitás hacer el mismo procedimiento de denuncia. Por eso es muy difícil de frenar”.

También comenta: “WhatsApp –en una versión Beta que aún no está disponible para todos– ya está permitiendo a los usuarios chequear aquellos mensajes que son reenviados muchas veces. La herramienta consiste en una “lupa” que estará junto al mensaje y que permitirá que, al recibir esa información, puedas pulsarla y contrastar ese contenido en Google de manera inmediata. El objetivo es que, de no encontrar información que avale ese mensaje,  no lo continúes reenviando”.

Matías no niega que pueden haber grupos de poder encargados de difundir información falsa, pero opina que la gran mayoría de casos es gente que simplemente comparte lo que le da la razón, al tiempo que agrega: “Se basa en una complicidad tanto de quien genera ese contenido como de quienes lo reciben”.

“No sé si hay monje negro detrás de estos contenidos, hay de todo. Tenés equipos de laburo que se dedican a esto, pero la gran parte de los contenidos no viene de usinas maquiavélicas”, amplía.

GENTE ROTA Y NO TANTO

Gabriel Lucero es un realizador, comunicador e influencer que saltó a la fama hace un par de años, al caricaturizar audios de Whatsapp que se compartían con gran velocidad, siempre  haciendo hincapié en el humor.

Hace unos días apareció un video en su nombre, en el que una mujer aseguraba que cobraba más de 100 mil pesos entre asignaciones sociales, escolaridad y otros ítems. La trama del video era bastante difícil de creer, ya que en la misma suma se producen incongruencias; no obstante, nada impidió que el video tuviera miles de réplicas.

Desde El Grito del Sur nos comunicamos con Lucero, quien desconoció ese trabajo como propio: “Ese video no es mío. Utilizaron un video mío del 2019 y le pusieron otro audio. Yo nunca hubiese hecho eso, porque no me parece gracioso. Los audios que yo uso tienen que tener una connotación graciosa. La idea de mis trabajos es que den risa, no bronca”.

“Algunos de mis trabajos tienen actualidad, pero siempre con eje en el humor; ese video, además de malo, trata de hacer una especie de denuncia, el que conoce Gente Rota sabe que ese no es mi estilo”, cuenta.

Ante la pregunta de si por momentos siente que el rebote de sus contenidos se les va de las manos, Lucero responde: “Muchas veces se me va de las manos. Una vez que está en las redes puede ser utilizado por cualquiera y no puedo impedir que alguien haga algo así a mi nombre, sólo puedo aclararlo en las redes, pero el que quiere creer lo contrario lo hará”.

“Lo que me llama la atención de ese video es la velocidad con la que se viralizó, yo suelo denunciar videos falsos realizados en mi nombre pero ese se multiplica de una forma que me da la pauta que alguien puso plata para que ese video se mueva tanto”, denuncia.

Y profundiza: “Yo he tenido videos virales pero nunca con tal contundencia, lo que me da la sensación que hay un empujón por detrás para que ese mensaje falso se reproduzca”.

Natalia Aruguete es periodista y co-autor junto a Ernesto Calvo, del libro “Fake News, Trolls y otros encantos”. Ella retoma el concepto de lo emocional por sobre lo racional, en cuanto a la multiplicación de este tipo de noticias.

“Antes que nada está el mecanismo afectivo, que en realidad no busca razonamiento sino pactos emocionales. No creo tanto en la razón de querer compartir algo falso, o de querer hacer un daño, sino en la necesidad de tender puentes que desde lo afectivo y emocional me unan al otro”, opina la escritora.

Y agrega: “Los sujetos tomamos atajos intuitivos para simplificar el proceso de la información y sobre esos paradigmas miramos los acontecimientos. Por eso nuestro comportamiento en redes sociales no suele tener explicación desde el plano racional ni ideológico”.

La columnista de Revista Anfibia y Letra P, entre otros medios, agrega que “no debemos olvidar que la desmentida siempre tiene un recorrido distrito por la red” y agrega: “La verificación no circula en la misma burbuja que la mentira, por una cuestión de algoritmos”.

Aruguete llama a que “periodistas y lectores deben hacerse cargo de su subjetividad” y entender que su visión del mundo aplica en todo lo que se lee o se escucha, “por lo cual la aceptación de lo que a mí me agrada más va a ser mucho más rápido que con lo que no coincido”.

Probablemente, sea inherente la necesidad del sujeto de sentirse dueño de alguna verdad, más allá que esa verdad sea La Verdad. Como una demanda de poseer algo sólido que de alguna manera dé una especie de poder en una charla con otros y de esa forma creerse un poco más cerca del control de las cosas y no caer en la verdad que (con coronavirus o no) dependemos de un contexto al que no podemos controlar (una especie de religión 3.0.).

Quizá de esa necesidad se alimentan las noticias falsas, con anclaje en lo emocional y no en lo racional, para dejarnos tranquilos en la visión del mundo que queremos ver, en desmedro de la democracia porque nos transforma en consumidores aniquilando nuestro espíritu crítico.

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