Trabajadoras domésticas: entre el miedo a perder el trabajo y la falta de ingresos

Investigadores del CONICET y la Universidad de Lanús realizaron una encuesta para conocer la situación que atraviesan las trabajadoras de casas particulares en el marco de la pandemia. El resultado es apenas una muestra de la difícil realidad: el 82,2% respondió no estar concurriendo a sus lugares de trabajo y del 55,9% que declaró haber visto empeorada su situación laboral, más de un quinto señaló que sus empleadores no les pagan.

El sábado pasado se anunció la extensión del aislamiento social, preventivo y obligatorio hasta el 7 de junio, con datos alarmantes para el Área Metropolitana de Buenos Aires (AMBA). Con la pandemia del COVID-19 y a dos meses de comenzada la cuarentena, el virus puso al descubierto las desigualdades de ayer y de hoy. Mientras algunes se angustian por extrañar a sus sobrinos, otres tienen miedo de perder el laburo o no tener para comer. La verdadera grieta.

Como advertíamos hace apenas unas semanas, el panorama del sector de trabajo en casas particulares es, cuanto menos, preocupante. Entre el 13 de abril y el 10 de mayo, investigadores del Centro de Estudios e Investigaciones Laborales (CEIL) del CONICET y del Programa de Salud, Subjetividad y Trabajo de la Universidad Nacional de Lanús (UNLa) diseñamos y aplicamos una encuesta para analizar la situación laboral de las trabajadoras de casas particulares en el contexto de cuarentena. La encuesta fue respondida por 635 trabajadoras, en su mayoría del AMBA (78%), casi todas mujeres y con hijes a cargo. En el informe de resultados, el panorama desalentador se confirmó.

Los derechos son claros: según dicta la ley, todas las trabajadoras deben seguir cobrando su salario -estén registradas o no- y solo están exceptuadas de ir a trabajar quienes realizan tareas de asistencia y cuidado –y no sean de grupos de riesgo o tengan hijos a cargo-. Al mismo tiempo, el gobierno nacional suspendió los despidos. Sin embargo, la encuesta reflejó que les empleadores no están cumpliendo y la realidad es mucho más dura de lo que dicta la norma.

El aislamiento y el trabajo

El estudio demostró que un 82,2% de las trabajadoras que respondieron la encuesta no están concurriendo a su lugar de trabajo, y apenas un 17,8% continúa asistiendo a trabajar. Entre las que no van, el 77,9% afirma que ellas y sus empleadores respetan la cuarentena, lo que no significa que les continúen pagando; mientras tanto, el 11,6% respondió que decidió no ir a pesar de que sus empleadores les pidieron que fueran; y un 3,6% de las encuestadas expresó haber sido despedida al momento en que se decretó la cuarentena.

«Yo estoy poniendo en riesgo mi vida, pido un plus para las que salimos a arriesgar nuestras vidas”, dice una de las trabajadoras que continúa yendo a su lugar de trabajo. Del total de encuestadas, solo un 3,4% realiza tareas de cuidado y asistencia de personas y continúa asistiendo a su lugar de trabajo, mientras que un 6,4% combina actividades de cuidado con tareas generales. Sin embargo, un 6,9% de las trabajadoras encuestadas asisten a trabajar y realizan actividades tareas generales. Es decir que no se está respetando el derecho de las trabajadoras de no asistir y seguir cobrando su salario.

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Me paga, me paga poquito, no me paga nada…

De las trabajadoras que respondieron la encuesta, entre 5 y 6 de cada 10 (55,9%) vio empeorada su situación laboral a partir del aislamiento social, preventivo y obligatorio. Entre ellas, destacan las que sus empleadores/as no les pagan (20.2%), las que les pagan menos (13,1%), las que no saben si les van a pagar (7,1%), las que les pagan en algunos hogares y en otros no (6,6%) y quienes fueron despedidas (3,5%).

Solo al 33,1% de las trabajadoras que completaron la encuesta les siguen pagando aunque no vayan a trabajar. A su vez, algunas de las estrategias utilizadas por los “patrones” para que las TCP acudan a su lugar de trabajo fue el cambio de categoría –mayormente- de las trabajadoras de limpieza y tareas generales a la categoría 4°, de cuidados y asistencia, actividad considerada esencial. Un 3,6% manifestó que sus empleadores/as les cambiaron la categoría durante la cuarentena.

Esta es una foto de la larga historia de vulnerabilidad que padeció y padece el sector, agudizado por el contexto de pandemia. Así lo relataba una de las trabajadoras encuestadas: “Fui despedida en cuanto empezó la cuarentena obligatoria en uno de los trabajos fijos que tenía. En los otros directamente no me responden o no se hacen cargo porque no trabajaba con registro”. Porque, como refleja el informe, quienes más padecen esta situación son las trabajadoras que no están registradas (las que están en “negro”).

¿Qué pasa con esas trabajadoras que les dejaron de pagar, les pagan menos o directamente las despidieron? Esta pregunta conlleva a una situación alarmante, si tenemos en cuenta que –como demuestra el informe –casi la mitad de las trabajadoras que respondieron la encuesta no tiene ningún otro ingreso además del que reciben por su trabajo. La encuesta también puso de manifiesto que solo 55,7% de las trabajadoras cobró los $10.000 del bono de Ingreso Familiar de Emergencia (IFE) y que un 15% no sabe cómo tramitarlo.

El miedo a perder el trabajo

La incertidumbre que vive el mundo entero se agudiza entre los y las de abajo. En muchos de los comentarios relacionados con su situación laboral, las trabajadoras vinculan el “miedo” con la posibilidad de perder el trabajo. Como relata otra trabajadora: “Estoy muy asustada por lo que puede pasar. Me preocupa no volver al trabajo porque soy mamá soltera y el único sostén de mi hija. Me gustaría que en el barrio donde yo trabajo blanqueen a todas las empleadas y podamos tener todo lo que nos corresponde, obra social y demás derechos. La mayoría estamos en negro. Yo hace casi 3 años que estoy en negro y cuando reclamo algo como el aguinaldo me dicen que no me corresponde. Así que, para no perder mi trabajo, me quedo callada”.

Estos relatos se repiten una y otra vez, en la encuesta, en las redes, en las consultas que hacen las trabajadoras. Angustia, miedo, incertidumbre, bronca. El presidente Alberto Fernández anunció que, de cara a las medidas de gobierno, “los últimos iban a ser los primeros”. Es entonces momento de reforzar y redoblar los esfuerzos para que el Estado, los empleadores/as, las organizaciones del sector y la sociedad toda se comprometa en priorizar a las trabajadoras que siempre pusieron el cuerpo, para cuidar a otres, limpiar casas ajenas, cocinar comidas ricas y un sinfín de actividades sin las cuales no podríamos sostener nuestras vidas.

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Veronica Casas

Antropóloga social (UBA). Es becaria doctoral en el CONICET y docente en la UBA. Investiga temas de géneros y trabajo, específicamente sobre trabajos de cuidado remunerados.