“Cuando el pueblo despierte, algo podemos cambiar”

Margarita Meira, coordinadora del comedor Madres de Constitución y madre de una víctima de trata asesinada en el barrio, denuncia las complicidades políticas y judiciales en el negocio que sostiene a unos 1200 prostíbulos en la ciudad.

 

La historia de vida de Margarita Meira, plagada de intensidad y riesgos permanentes, podría dar lugar a la publicación de un extenso libro con varios capítulos. No es una exageración: esta aguerrida mujer no sólo estuvo presa en el penal de Ezeiza por su incansable lucha en defensa de los derechos humanos, sino que también sufrió en carne propia el secuestro de su marido durante la última dictadura militar y, ya en los años 90, el asesinato de su hija Susy, víctima de trata. Susy fue secuestrada por los proxenetas que aún hoy administran una red de alrededor de 1200 prostíbulos en la ciudad de Buenos Aires, con más de diez mujeres jóvenes secuestradas por unidad. En este negociado millonario están involucrados políticos, jueces y policías, entre ellos el actual jefe de Gobierno Mauricio Macri y el hijo del dirigente peronista Herminio Iglesias.

Desde el Comedor Madres de Constitución, el cual fundó junto a su marido en 1989 para atender las problemáticas sociales de los sectores más humildes, Meira hizo un alto en su nutrida agenda para dialogar con El Grito del Sur sobre el fenómeno de los prostíbulos y la trata de personas, problemática que golpea fuerte al barrio de Constitución y sus alrededores.

¿Cómo funciona el entramado mafioso que sostiene hoy en día a una enorme red de prostíbulos en el barrio?

Al estar cubiertos por estas mafias grandes que son los gobiernos y los jueces, los prostíbulos funcionan con una enorme impunidad y lo hacen libremente. Yo le salí de testigo por un juicio laboral a un pibe que era empleado de un prostíbulo de Herminio Iglesias, donde rescatamos chicas y aproveché para sacar información. Allí le pregunté a otro empleado por qué matan a las pibas y me dijo que “acá (Constitución) no se mata, ese trabajo lo hacemos en otro lado”. Lo dijo adelante de una de las pibas que se escapó de ese prostíbulo hacía muchos años. Todo padre o madre que le falta una hija quiere hacer justicia y en la trata es muy difícil hacer justicia porque hacer cerrar todos los prostíbulos es duro. Pero cada cosa que uno hace es como un alivio y cada golpe que me dan me fortifica.

¿Cuáles fueron las denuncias más importantes sobre el tema que realizaron en el barrio en los últimos tiempos?

Las denuncias están en el juzgado de Lijo, Oyarbide, Canicoba Corral y Torres. Por ejemplo, en el juzgado de Lijo denunciamos 650 prostíbulos; él dice que de los 650 prostíbulos investigó cuarenta y que no encontró ninguna chica secuestrada. Entonces nosotros rescatamos a una piba que estuvo en seis de esos prostíbulos y cuando fuimos a ver a Lijo, nos dijo que él no estaba de turno. Esta chica cae secuestrada nuevamente y la misma causa pasa por tres juzgados distintos, ya que Canicoba Corral se declara fuera de turno y Oyarbide incompetente porque a la piba la trasladaron al sur. Hay que denunciar a estos jueces que ejercen lo que llamo la prostitución judicial. Es lo peor de lo peor: la peor violencia de género es una piba secuestrada en un prostíbulo y violada por más de veinte o treinta hombres al día. Eso no es todo, ya que en cuatro fiscalías de Capital denunciamos también la propaganda de sexo en la vía pública, pero esto fue archivado inmediatamente. Ahí tenemos todas las pruebas de los cómplices.

¿Cómo se combate este problema que involucra a una cadena de sujetos con mucho poder?

Yo creo que si los medios de comunicación no nos dejan decir esto, tenemos que hacer afiches y salir a empapelar la ciudad con los responsables de los prostíbulos y denunciar a los jueces. También hay que mostrar que el pueblo puede meterse en los prostíbulos para rescatar pibas. Si no hay chicas secuestradas, ¿por qué la puerta está cerrada y hay un vigilante cuidando la entrada? Tenemos un pueblo todavía muy dormido: estamos como en la dictadura cuando decían “y por algo se están llevando” y así se llevaron treinta mil. Cuando el pueblo despierte, algo podemos cambiar.

A diez años de la desaparición de Florencia Penacchi y del caso Marita Verón, ¿algo ha cambiado? ¿Existe una mayor conciencia social sobre el tema?

A mi me gusta porque mucha gente ya habla y sabe que hay prostíbulos con chicas secuestradas. Igualmente falta mucho: hace poco un compañero fue al trabajo con la remera “Los prostíbulos son trata de personas” y algunos le dijeron “pero bueno, a veces los viernes y sábados nos vamos a divertir”. Yo me pregunto si violar pibas es ir a divertirse. Tenemos que ser muchos más en esta lucha: no podemos tener a Marita Verón, Florencia Penacchi, María Cash y tantas pibas desaparecidas.

 


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