Decenas de niños llegan todos los días al principal hospital de salud de la niñez de la Ciudad de Buenos Aires. Lo que debiera ser la institución de pediatría más eficaz, redunda en pasillos llenos de familias esperando ser atendidas, persecución sindical a los trabajadores de la salud, y responsables políticos que justifican inconsecuentemente la devaluación del presupuesto que se utiliza para hacer cumplir el derecho más importante: el derecho a la salud.
Las salas de internación, no son salas de internación. Los pasillos no son pasillos. Las paredes de el Hospital Garraham ocultan la ineficiencia de un sistema de salud que no tiene descaro en cargarse contra los más indefensos: los niños. El Garraham, el hospital público de pedriatría con más prestigio por la calidad de sus profesionales, aguarda hace mucho tiempo una solución que de respuesta a la demanda de camas, de internación digna y condiciones saludables para sus pacientes. La cantidad de niños que esperan atención médica en los pasillos de este hospital es la variable que permite dar cuenta que ni en provincia ni en capital el sistema de salud ha vivido mejoras sustanciales en la última década.
En entrevista con El Grito del Sur, Liliana Ongaro, secretaria de la Asociación de Trabajadores, junto con Ester Caceres, presidenta de dicha asociación indicaron que “hace 3 o 4 años se hizo un contrato con el hospital gallego. Algunas camas se contrataron para internar chicos cuando no se da abasto. Este año se aumentó el número de camas pero tampoco es la solución, esto tiene que ver con que los otros hospitales de ciudad están también hechos un desastre”.
De esto último se dio cuenta el Gobierno de la ciudad, es por eso que la ministra de salud Graciela Reybaud decidió “homologar” para éste año el presupuesto del Garraham con el resto de los hospitales pediátricos, produciendo un recorte. Si la solución no está en ajustar el presupuesto, como explicó Liliana, “tendría que haber atención primaria, secundaria, y terciaria, con diferentes lugares donde capten a este paciente”. El problema de el Garraham, insisten, es la demanda excesiva que no logra ser atendida y una institución desorganizada que no logra ponerse de acuerdo para redondear una posible solución. En el medio los pacientes que al no tener se resignan y aceptan cualquier condición: “Nosotros estamos desde el 2010 en la Asociación de Trabajadores y desde ese año ayudamos y elevamos una serie de ideas/propuestas para poder mejorar todo esto y no se hizo nada. Lo único que se había dicho era que había una coordinación con el SAME, porque si se conseguía una cama se lo derivaba rápidamente”
De forma paralela la asociación mencionada también lucha por un reconocimiento y a la vez, que la participación activa en el sindicato no perjudique el trabajo de los empleados, como es el caso de la enfermera Elizabeth Ríos, quien fue cesanteada luego de más de 20 años de trayectoria en la guardia del establecimiento. Elizabeth era “defensora de los derechos del niño y de los derechos de el trabajador. Ella denunciaba cuando había chicos internados en los pasillos en situaciones no dignas. Esas denuncias generaron malestar a la asesoría tutelar y a la asesoría defensora de menores. Molestó y mucho”, explicó Ester Cáceres, y agregó que “ella es delegada de la junta interna de ATE, y el motivo tiene que ver con el año en el que ella pierde la protección gremial. O sea que estamos con mucho malestar porque sabemos que esto está englobado dentro de lo que es la persecución sindical”.
Malestar, ofuscación, impotencia: sentimientos encontrados por la situación que se vive dentro y fuera del hospital, por los compañeros, los pacientes, los chicos, y la lucha que continúa para que la mirada del gobierno y de los funcionarios políticos este más allá de los propios intereses personales.