Lopérfido es como el Sushi

No simplemente por la sobrevaloración que existe de un personaje tosco y ramplón. Lopérfido es sushi porque la memoria no nos permite olvidar que en el 2000, junto con Antonito de la Rúa –marido e hijo de-, Darío Richarte –golpeador y mafioso, militante de la Franja Morada-, y Hernán Lombardi, formaron el “Grupo Sushi”, aquel equipo –como le gusta decir a Mauricio- de jóvenes de elite que asesoraba a De la Rúa y al gobierno de la Alianza.

El sushi es un fenómeno singular. Un simple arollado de arroz blanco, con un escueto relleno de pescado o de palta, envuelto en una vulgar hojita de alga, y que gracias al marketing y la buena imagen que lo rodea, en cualquier lugar del país sale más caro que un kilo y medio de vacío. El sushi es una comida campechana, pedestre. No es elaborada, pero su presentación y el reducido público que la consume, inflan su valor a precios desproporcionados. Son los “tubos de pasta arrollados habitados por aglomerado de vegetales en tritura” que en el famoso y elegante restaurant de Capusotto nos quieren cobrar cuando pedimos canelones.

Lopérfido es como el sushi. Y no simplemente por la sobrevaloración que existe de un personaje tosco y ramplón. Lopérfido es sushi porque la memoria no nos permite olvidar que en el 2000, junto con Antonito de la Rúa –marido e hijo de-, Darío Richarte –golpeador y mafioso, militante de la Franja Morada-, y Hernán Lombardi, formaron el “Grupo Sushi”, aquel equipo –como le gusta decir a Mauricio- de jóvenes de elite que asesoraba a De la Rúa y al gobierno de la Alianza. Carlos Marx, un alemán sabio, que algo entendía del mundo, decía que “La historia se repite primero como tragedia y después como farsa”. 39 muertos y 15 años después, Lopérfido volvió, ahora en forma de Ministro de Cultura.

Darío Lopérfido no es un tipo nuevo en la política. Su pasado lo precede y no es menor. Es un sobreviviente, de esos que sobrevivió un tsunami del que se espera que nadie salga vivo. En diciembre del 2001, cuando las hordas de argentinos que invadieron las calles exigían que se vayan “todos”, Darío Lopérfido era uno de esos todos. Pero sobrevivió, y fiel a su estilo, volvió recargado.

El Ministro de Cultura del Gobierno de la meritocracia no terminó el secundario. Se anotó a estudiar Abogacía en la Universidad de Palermo, y tampoco pudo concluir la carrera. Pero los que estamos del lado opuesto de los valores mercantiles de la meritocracia, comprendemos que la trayectoria académica no es vara para medir a nadie. Uno se define por sus dichos y por sus hechos. Y esas son las cuentas que “Sushi” tiene que rendir.

A principio de año, en una mesa redonda en la ciudad balnearia de Pinamar, Darío “Sushi” Lopérfido dijo que los desaparecidos no habían sido 30.000, que ese número se arregló “en una mesa chica”. No nos extenderemos aquí en el debate histórico que nuestra sociedad ya ha saldado: no hubieron dos demonios, fue un Estado represor y genocida contra un pueblo insubordinado contra la opresión. Tampoco saldremos a defender la memoria de los 30.000 compañeros: la historia se ha encargado de darnos la razón.

Basta con ver las consecuencias de sus dichos para medir la desfachatez de tal postulado: luego de las declaraciones de Lopérfido comenzó una fuertísima campaña cultural, impulsada por actores y artistas de distinta índole en repudio a los dichos de Darío “Sushi”.Durante semanas todas las obras teatrales incluyeron un repudio al Ministro. Los actores prologaban o finalizaban sus obras con un breve alegato en rechazo a los dichos del Ministro. Lo escracharon en la Feria del Libro, lo escracharon en el BaFiCi, lo escracharon en ArteBA, lo escracharon en el Colón.

Dicen las malas –o no tan malas- lenguas, que Darío “Sushi” Lopérfido renunciaría el lunes. La noticia giró en redes sociales, la retomaron algunos programas de televisión, se escuchó en varias radios y la comentaron, por lo bajo y con sonrisas, los artistas. Curiosamente nada de esto salió en el diario La Nación. Permítaseme sospechar: ¿tendrá algo que ver que “Sushi” Lopérfido sea el marido de Esmeralda Mitre, nieta de Bartolomé, y heredera de La Nación?

Los que continuamos de este lado de la grieta esperamos impacientes la renuncia del Ministro, con una copa de vino patero en la mano y el hashtag afilado, cual tacuara montonera #ChauLopérfido.

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