El sol aún no asomaba cuando familiares, amigos, amigas y gente de la Casita de Kiki llegaba al lugar del juicio, en una mañana helada en la que se empezaba a sentir el calor de la lucha y la sed de justicia.
Fotos de Kiki con su mamá, con sus hermanos, hermanas, con sus amigos y amigas, en el barrio, en vida. Carteles, retratos, leyendas de justicia. Un desayuno comunitario y un pequeño e improvisado espacio de recreación para las y los más chicos.
Amanece lentamente y la radio abierta empieza a montarse mientras la familia se prepara para ingresar al Tribunal a verle la cara al asesino de Kiki y Ezequiel.
Llegan nuevas caras, se suman adhesiones, crece el apoyo. El reloj marca las nueve y la familia se enlista para pasar por la puerta de la “justicia”. Después de ocho largos años colmados de llanto, de tristeza, de bronca, rabia, lucha y organización, el poder judicial abrió sus puertas a una familia profundamente atravesada por el dolor que le gritó una y mil veces -hasta desgarrarse la garganta- que no iba a bajar los brazos hasta conseguir la condena de Santiago Veyga y todos los responsables de la muerte de Kiki aquel 8 de Julio de 2009.
Comienza la radio abierta, organizada por la Agencia Paco Urondo, con la participación del legislador porteño Pablo Ferreyra (FpV), los nietos recuperados Victoria Montenegro y Horacio Pietragalla, y el comunero de la 8 Facundo Roma (FpV). El comienzo de una seguidilla ininterrumpida de portavoces de una historia, de vida y de muerte, de dolor y de lucha. Familiares de Luciano Arruga, de Nehuén Rodríguez y de decenas de víctimas del gatillo fácil se acercaron a brindar su apoyo como así también compañeros y compañeras de distintas organizaciones políticas y sociales.
Las partes terminan de exponer su defensa y se abre un cuarto intermedio. Afuera ya casi son las dos, es hora de almorzar, y la gente se acerca a la olla popular, realizada por la Garganta Poderosa, con la musicalización de Rienda Libre.
Poco después, se reanuda la audiencia. En el segundo tramo verán y analizarán las pruebas presentadas por la querella, y declararán las y los testigos. La prensa ingresa fugazmente para retratar en una o a lo sumo dos fotos lo que pasa puertas adentro. Mientras tanto, el corazón de Angélica Urquiza, la madre de Kiki, empieza a acelerarse. Falta cada vez menos para ver el video en el que aparece su hijo junto a su amigo agonizando. Angélica se rehusó a verlo durante todos estos años, no podía tolerar ver sufrir a su hijo, pero era hora. Apenas unos segundos del video bastaron para que vuelva a sentir cómo una enorme puñalada penetraba su cuerpo, su corazón, y le arrebataba de sus brazos a Kiki. Un llanto despavorido inundó la sala. Se niega a volver a perderlo. No puede, no quiere. Le gusta decir que jamás se va a ir ni será olvidado mientras haya alguien que lo recuerde y levante su bandera para pedir justicia.
Cerca del final el policía presente pide a la familia que se retire y sólo se quedan la hermana de Ezequiel Blanco y la mamá de Kiki. Pasadas las cinco, salen por fin del tribunal y se encuentran nuevamente con su familia, de sangre y de lucha, para darse una caricia al alma: un reconfortante y cálido abrazo, unas palabras de aliento.
Foto: Camilo Rumberger |
Ahora queda juntar fuerzas, reunirse nuevamente y esperar. La próxima cita será el martes 13 y no hay lugar a la superstición. Si algo ha demostrado esta familia luego de remar a contracorriente durante casi una década es que no hay nada que la detenga. Que se cuide la yuta.