Nada. Ni una palabra. Mientras estamos en vilo -consternados, rabiosos- a la espera de noticias que van y vienen desde Esquel, el Gobierno de las mil hipótesis televisadas sobre el paradero de Santiago Maldonado mutó a un silencio que sigue atronando veinticuatro horas después del hallazgo de un cuerpo sobre el Río Chubut, a escasos metros de donde tuvo lugar la represión del 1 agosto comandada por sus propios funcionarios y operada por una de las fuerzas de seguridad bajo su mando, Gendarmería Nacional. Santiago Maldonado, se sabe, fue visto ese día y en esas circunstancias por última vez.
La página oficial de Casa Rosada informa que existió una «reunión de coordinación de Gobierno», que tuvo lugar en Olivos esta mañana y de la que aún no conocemos más que «trascendidos» sobre un supuesto pedido de «prudencia» del Presidente a sus funcionarios ante la novedad. Traducido: Mauricio Macri elige el silencio y ordena el silencio. Fue su última indicación antes de partir, en horas de la tarde, fuera del país, rumbo a Montevideo.
En los oídos del mandatario, quizás, sigan resonando las desafortunadas frases de sus espadas electorales a tan sólo 4 días de la elección del domingo. Fue Elisa Carrió, la «reserva moral» del Gobierno, quien relacionó en el prime time televisivo, anoche, las primeras precisiones sobre el cuerpo hallado con «DisneyLandia». Mejor ordenar el silencio y huir de los fantasmas.
La mudez oficial de las últimas horas delata el único interés del Gobierno durante estos 78 días: aminorar, como sea, el costo político de la desaparición de Maldonado. Como sea: sostener que los mapuches son chilenos, afirmar que lo acuchilló un puestero, transformar a la víctima en victimario, aferrarse a la complicidad de no «revolear por el aire» a ningún gendarme. Y ahora, por las dudas, simplemente no decir nada de nada.
Pero la propagación de hipótesis que negaban la participación de Gendarmería sí tuvo un costo, al menos para la familia de Santiago, que se vio obligada a desmentir cada una de las operaciones mediáticas mientras lidiaba con su angustia. Ni siquiera dejó el Gobierno que esa angustia pueda ser purgada en paz de cara a las multitudes que marchamos a Plaza de Mayo ante cada convocatoria de los Maldonado y los organismos de Derechos Humanos: infiltrados, servicios, represión.
Sobre marchas y contramarchas, precisamente, se expresó el jefe de Gobierno porteño, Horacio Rodríguez Larreta, quien muy suelto de cuerpo pidió que la marcha que en principio convocó el espacio de la izquierda en Derechos Humanos se «realice en paz». El señalamiento es curioso, al menos, porque la policía bajo su mando está siendo investigada por su accionar represivo durante la marcha que tuvo lugar en Plaza de Mayo a propósito del primer mes de la desaparición de Santiago.
La gobernadora bonaerense, María Eugenia Vidal, suspiró frente a las cámaras este mediodía y dijo lo obvio: «ojalá no sea él». Fue la única voz de peso que se pronunció, aunque extraoificialmente, en sintonía con el sentir general. Carrió, apuntando al voto duro macrista, se despachó con una posición política que apunta a la grieta: «al menos con este Gobierno se pudo identificar el cuerpo, no como con otros, como es el caso de (Jorge Julio) López». Alguien debería decirle, dulcemente al oído, que se calle: fue la familia de Santiago, en un comunicado, la que aclaró que no hay ninguna confirmación y, al respecto, pidió algo tan simple como respeto. Como si fuera el lorito de Carrió, el periodista Nicolás Wiñazki dijo que sus «fuentes» en la causa le confirmaban, a él antes que a nadie -antes que a la propia familia- que el cuerpo es el de Santiago. Al lado de tanto ruido, el silenciodel Presidente y sus ministros cercanos hasta parece sensato.
Con la excusa de la marcha, cuya convocatoria fue cayendo a lo largo del día, la Casa Rosada amaneció hoy como un fortín: camiones hidrantes, infantería armada y un fuerte vallado sobre plaza de mayo y alrededores. Buenos Aires amaneció como para un cuento: con neblina épica, que pareció llegar para anunciar nuevos tiempos oscuros.