Un baño de unidad necesario de cara al 2019

Mientras Cambiemos acelera el tratamiento de la reforma laboral, todos los sectores del campo popular se deben -todo el peronismo incluido- una política de acercamiento en torno a acuerdos básicos para impedir ocho años de Macri en el poder y una eventual consolidación del neoliberalismo en Argentina.

La primera sensación que arremetió con los resultados puestos sobre la mesa en la oscura noche del domingo apuntó al hecho de que, con el alarmante nivel de fragmentación de las diferentes expresiones del campo popular, el bloque de poder liderado por los grandes grupos económicos -con el presidente Mauricio Macri como cara visible- tiene allanado el camino para ganar sin mayores sobresaltos la elección presidencial del año 2019. Cambiemos logró un contundente respaldo de las clases medias y, en menor medida, de las capas populares en las principales ciudades del país, a pesar de las políticas de ajuste en curso que implican una redistribución del ingreso de los asalariados hacia los sectores más concentrados.

Precisamente, ahora se avecina una segunda etapa del ajuste que se vislumbra como más cruel y menos “gradual”: pocas horas después de haber finalizado el escrutinio, el precio de los combustibles se elevó más de un 10% y se presume -como es habitual- que esto tendrá efectos inflacionarios sobre los principales productos de la canasta básica alimentaria.

Aumenta todo, menos el sueldo y los derechos

El transporte público, la luz, el gas, las prepagas y el peaje figuran en la carpeta de los próximos incrementos que afectarán el bolsillo de los trabajadores y las trabajadoras. Para colmo de males, desde este fin de semana los principales partidos de fútbol de la Superliga argentina ya no se podrán ver en vivo y en directo por el abono básico de la televisión por cable. A diferencia del ballotage que enfrentó a Scioli y Macri dos años atrás, esta vez la oposición peronista-kirchnerista no puede acusar al gobierno nacional de ocultar lo que iba a hacer: previo a esta elección, ya se habían anticipado nuevos “tarifazos” y el tratamiento de las reformas laboral y provisional. Mientras que la primera prevé un achicamiento de los «costos» salariales a partir de niveles más altos de flexibilización laboral, la segunda está subordinada a un inminente aumento de la edad jubilatoria. Ambas medidas forman parte del recetario neoliberal que suele impulsar en los foros económicos el Fondo Monetario Internacional (FMI) y actualmente son pedidas a gritos por las principales cámaras empresariales locales.

Unir a la oposición es frenar al neoliberalismo en Argentina

En esta elección legislativa hubo ganadores y perdedores. No hay discusión sobre el hecho de que el presidente Mauricio Macri consiguió luz verde para avanzar con una batería de medidas que probablemente impliquen una nueva quita de derechos sociales, políticos y económicos. En todo caso, el freno a cualquier intento regresivo se lo pondrán las propias instituciones -principalmente el Poder Legislativo- y la movilización popular que aglutine a todos los sectores y/o ramas de la actividad económica golpeadas por dichas medidas.

Las principales incógnitas giran en torno al armado de una verdadera oposición que tenga la correlación de fuerzas necesaria para disputar el modelo de país a Cambiemos. Si Massa y Urtubey aspiraban a ser la variante de recambio del peronismo del siglo XXI de cara a las presidenciales, lo cierto es que la estrategia «opoficialista» tuvo consecuencias inusitadas para ellos: el tigrense no pudo ganar ni en su bastión municipal y el salteño finalizó tercero en la provincia que lo tenía como amo y señor desde el año 2007. En ese contexto, Unidad Ciudadana (UC) emergió en la provincia de Buenos Aires como la fuerza política que buscó representar las voces de aquellas y aquellos afectados por las políticas de ajuste implementadas por el gobierno nacional. Bajo el liderazgo indeclinable de la ex presidenta Cristina Fernández de Kirchner, UC fue apoyado principalmente por las clases medias y populares de los cordones industriales del conurbano, pero su influencia electoral disminuyó notablemente frente a la ola amarilla que avanza sin disimulos por toda la provincia que gobierna María Eugenia Vidal. Precisamente, el principal dato de esta elección parlamentaria es que Cambiemos se consolida como una fuerza nacional con fuerte impronta partidaria -con una propuesta homogénea a lo largo y ancho del país- y un caudal de votos que continúa en alza.

La fragmentación del peronismo es el mejor escenario para el actual oficialismo: 3 listas diferentes en la provincia de Buenos Aires y otras tantas en el resto del territorio. ¿Qué pasará desde ahora con los alicaídos liderazgos de Massa y Randazzo? ¿Persistirán desde el Congreso con una estrategia colaborativa hacia el gobierno nacional o tenderán nuevos puentes de diálogo con el kirchnerismo para fortalecer a la oposición?

Dos cuestiones más a tener en cuenta. La primera. Cristina Fernandez de Kirchner quedó posicionada como la principal referente opositora tras haber obtenido el 37% de los votos en el distrito más populoso, pero no alcanza sólo con ella para construir una expresión político-electoral de tinte nacional. Estamos en un escenario regresivo en el que se impone como necesaria la construcción de un camino de acuerdos básicos con sectores cada vez más amplios en torno al rol del Estado y la defensa de la industria nacional. Un baño de humildad y de unidad al mismo tiempo. La segunda cuestión. En ese trayecto la militancia popular debe encontrar nuevas formas para robustecerse y ser protagonista, avanzando en espacios de poder en todos los terrenos posibles y poniendo en el tapete una agenda de conquistas sobre las cuales es preciso seguir dando batalla. Todo esto para que el 2019 nos encuentre lo mejor parados y podamos evitar la reelección de Mauricio Macri, que podría significar una eventual consolidación del neoliberalismo en Argentina.

 

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