Este 9 de abril, el Gobierno de la Ciudad hizo público el inicio de la demolición del edificio de Ciudad Oculta, conocido popularmente como “Elefante Blanco”. El derrocamiento durará 180 días y luego se construirá un moderno edificio, donde funcionará el Ministerio de Desarrollo Urbano y Hábitat. La obra tiene un presupuesto estimado de más de 100 millones de pesos y su objetivo es mejorar la vida de cerca de 25 mil personas.
La construcción del edificio de 14 pisos comenzó en 1938 durante el gobierno de Juan Domingo Perón y tuvo por objetivo convertirse en el hospital más grande de Latinoamérica. Sin embargo, la obra se paralizó tras el Golpe Militar de 1955, y dejó una estructura abandonada que, tras el aumento de la pobreza y los problemas de vivienda de la ciudad, provocó el asentamiento de varias familias dentro del edificio y junto a las paredes del “hospital”.
Eran 90 familias las que vivían dentro del edificio y 180 las que tenían sus casas junto a las paredes del “Elefante”. Quienes habitaban el inmueble ya fueron desalojados y habrían recibido una indemnización económica por sus viviendas, según informó el Gobierno de la Ciudad. Sin embargo, 25 familias (divididas en seis viviendas) cuyas casas se encuentran pegadas al edificio iniciaron un proceso de litigio. Varias aún no han salido de sus casas, a pesar de que continúan los trabajos de demolición, informaron fuentes de la Defensoría del Pueblo (CABA).
El 17 de mayo del 2012 se estrenó la película “Elefante Blanco”, protagonizada por Ricardo Darín. El film narra una serie de acontecimientos de los moradores de la villa y cómo sus vidas se vieron marcadas por el gigante arquitectónico abandonado por el Estado. Varios moradores de Ciudad Oculta prestaron sus viviendas y actuaron de extras en la película, como es el caso de Fabián C., quien recuerda con nostalgia su juventud “escondido” en el edificio.
“El Elefante Blanco era un referente para los que vivíamos escondidos. Se lo va a extrañar, pero está bien (demolerlo) porque ahí habían muchas cosas que eran infecciosas para los chicos como ratas, murciélagos, basura e insectos, además de gente que nos drogábamos adentro del hospitalito, como nosotros lo conocíamos”. Según Fabián, vecino del barrio, el término “Elefante Blanco”, fue un apodo inventado por los moradores de Villa Lugano y de Mataderos. “La película fue algo bueno, hizo histórico al hospitalito y a la gente de la villa. Le cuenta al mundo que hay otra realidad y que existimos”, agregó Fabián.
Irregularidades en la demolición
Según los vecinos, referentes del barrio y organizaciones que trabajan en la villa, los trabajos comenzaron a finales de enero y no el 9 de abril, como informó el Jefe de Gobierno Horacio Rodríguez Larreta. El proyecto de poner a funcionar un Ministerio fue oficializado el 5 de julio del año anterior y contemplaba que se conservara hasta el quinto piso. Sin embargo, se resolvió demoler el edificio en su totalidad (hasta el subsuelo) y “a pico y pala” para garantizar la seguridad de los vecinos.
Los exteriores de la infraestructura, desde la Av. Piedrabuena y la calle Hubac hasta la “Machete” (La Rosa) y “La 27”, como popularmente las conocen, se encuentran cercadas y con algunas vallas de alambres de púas y rótulos de seguridad, colocados por la empresa Venegoni Hnos. s.a., encargada de la demolición. Dentro de la explanada de lo que hubiese sido el estacionamiento del hospital, se encuentra montado un campamento de obra, tractores, excavadoras y volquetes. En una de las salidas del edificio un grupo de obreros saca con sus manos los escombros de adentro sin casco, guantes, ni chalecos de seguridad.
En el piso más alto del “hospitalito” se puede ver a dos obreros con cascos y mazos, derribando las paredes del ala de la Calle 27, : una preocupación de varios vecinos que tienen sus viviendas a menos de 10 metros de la edificación. “Desde que empezó la demolición, aumentó significativamente el polvo (barro), aparecieron ratas, mosquitos, malos olores y se siente una fuerte vibración, además del ruido que provoca el martillo demoledor”, aseguró Israel Nieves, quien vive hace 28 años junto al “Elefante”, separado solamente por este estrecho pasaje.
Según varios vecinos de la villa existe poca comunicación y unión por parte de los vecinos, así como falta de interés por parte de los líderes barriales. A las reuniones estarían asistiendo menos de la mitad de los convocados. “No se sabe si tendremos que salir nosotros también en algún momento y a quién reclamar si nos pasa algo, porque no hubo una reunión previa con los líderes”, manifestó Nieves.
Según el colectivo de Artes y Oficios La Huella “hace tres semanas el Gobierno de la Ciudad convocó de un día para otro a una reunión pero el descontento con este gobierno, hace que la gente no quiera asistir. Esta convocatoria fue sólo para que los vecinos se pongan de acuerdo en proponer una obra para la comunidad en el espacio que sobre. Se propuso una escuela, porque las del sector están saturadas, esa es nuestra realidad. Otros pedían espacios verdes o una sala funeraria pero no se ponen de acuerdo”, contó Joaquín Pérez, referente del colectivo.
Según Pérez, también se ofreció trabajo a los vecinos de Ciudad Oculta: “Se tenía entendido que se iba a incluir a los vecinos del barrio, sobre todo a los jóvenes. Nuestras principales necesidades son vivienda y trabajo, pero hasta ahora sólo un pibe del sector se encuentra laburando en la demolición. De igual forma, está bien que funcione el Ministerio de Desarrollo acá, pero también sería bueno que genere fuentes de trabajo para la gente del barrio”.
Irregularidades en los desalojos
Mabel R., tenía su casa pegada a una de las paredes de la edificación. Después de 13 años de vivir en el “Elefante” se mudó el año pasado a una casa del pasaje La 27. La familia de 11 miembros recibió 400 mil pesos como indemnización por parte del gobierno porteño. “Muchas familias pierden porque tuvieron que cambiar de barrio, porque no consiguieron otra vivienda en la villa. Yo siento que la cantidad que recibí fue justa pero hay vecinos que no, ya que sus casas eran más grandes o porque tienen más miembros en sus familias”, indicó la madre de familia consultada.
Una fuente confidencial allegada a la Defensoría del Pueblo que solicitó a El Grito del Sur que se mantenga en reserva su identidad, envió un informe donde detalla: “La medida de desalojo no comprendía una alternativa habitacional para las personas afectadas: se ofrecía a los titulares de las viviendas entre $150.000 y $250.000 para que se mudaran a otro lugar. Una vez aceptado el ofrecimiento, el titular debía conseguir entre 7 y 9 “testigos” que cobren un porcentaje de la suma y luego devuelvan, con un mero acuerdo de palabra; muchas veces los “testigos” desaparecieron con el dinero o pidieron una comisión”.
Sin embargo, en algunos casos se habrían pedido hasta 18 testigos para que puedan cobrar el subsidio habitacional, debido a que en una sola vivienda vivían varias familias. Según este testimonio no se realizó un censo previo a la divulgación del proyecto, aprobado en noviembre del año anterior, por el gobierno porteño, no existe control ni seguimiento. Mientras tanto, varios vecinos, con orden de desalojo y que aún se encuentran en sus casas revelaron que están siendo presionados para salir a pesar de que no han recibido el subsidio, ya sea porque aún no logran completar el número de testigos de confianza, la cantidad no les parece justa o porque no encuentran todavía un lugar donde mudarse.
Raquel Villagra, vecina de la calle La Rosa, prepara sus cosas para mudarse. Entre la preocupación por las paredes del gran edificio, que según ella “parecería que se estuviesen abriendo”, las ratas y las moscas, relató la forma en la cuál se está obligando a las familias a salir de sus casas. “Nos han dicho que si no nos vamos, la obra va a continuar y si no aceptamos lo que nos ofrecen, nos van a tener que desalojar, de todas formas”.
Por su parte, Noelia Román, quien no sólo habita en la manzana 27 bis, calle La Rosa, sino que también tiene un kiosko en buen estado, se mostró sumamente resistente a la idea de salir, pues siente que la cantidad que ofrece Rodríguez Larreta no es justa. “Yo fui al juzgado y les dije lo que quería por mi casa, mi depósito y mi negocio, y no quieren acceder. Yo no encuentro un local barato y en buen estado aquí en la villa. Me está afectando el barro, pero no me pienso mover de aquí porque me están perjudicando a mí y a mi negocio de más de nueve años”. El Subsidio Habitacional, que más bien es una indemnización, alcanza hasta $450.000 y se tramita a través del juzgado.
El “Elefante Blanco”, símbolo de abandono estatal
“Cada familia del Elefante tiene una historia que contar. Más aún en la actualidad. Testigos deshonestos, gente que se aprovecha de la situación, familias abandonadas por el padre que cobró y se marchó, líderes desinteresados en conjunto con la desunión de los vecinos, muchos de los cuales sólo están viendo por sus intereses y la falta de comunicación y cumplimiento de lo que ofrecieron las autoridades, son los principales problemas”, subrayó Pérez.
“Para mí es un símbolo del barrio. El ferrocarril ya desapareció, pero quedan algunos vestigios ahí, que los jóvenes de ahora casi no conocen, de igual forma, en el Elefante funcionó la Fundación Madres de Plaza de Mayo, un sanatorio pequeño para la comunidad y la radio La Milagrosa, por eso mi nostalgia, porque nací y crecí en este barrio. Mi desconfianza radica en que este gobierno apunta a demoler algo en lugar de seguir construyendo. Pero espero que sirva para concientizar a la población, generar empleo, crear una escuela y que se conserve la memoria histórica del edificio”, recalcó el representante de la Huella”.
Desde la Defensoría General de la Ciudad se vienen elaborando amparos, desde el año anterior, para que se investiguen los ofrecimientos del gobierno porteño, así como las amenazas, relatadas por los vecinos de la villa 15. Por su parte el colectivo “La Huella de Ciudad Oculta” tiene previsto la realización de un mural en honor al “Elefante Blanco” y la producción de eventos sociales, en conjunto con otras organizaciones de la ciudad