Trelew decime que se siente

El Encuentro Nacional de Mujeres tuvo lugar este fin de semana en la sede más austral de la historia. La ciudad de Trelew tiene 100 mil habitantes y recibió 50 mil mujeres, travestis y trans que se reunieron para debatir y organizarse. Crónica del segundo día del Encuentro Nacional de Mujeres número 33.

Fotos Rocío Tursi

En la plaza Independencia aún no pega el sol y ya está montada la feria. Es domingo a la mañana y al menos treinta carpas se desperezan, se cambia la ropa, ceban mate, otras se preparan para salir sin siquiera haber descansado. Fruta fresca y tortas fritas, entre gente que va y viene. “En Trelew el problema no es el frío, es el viento”, nos dicen ni bien arribamos, y es verdad, va a ser un día de tironeo histérico de abrigos. Pero Trelew es mucho más que eso, es una ciudad de 100 mil habitantes que recibió más de 50.000, es la ciudad más austral y más pequeña donde se realizó el ENM en la historia, es una ciudad de luchas ancestrales de los pueblos originarios, castigada por la megaminería. Trelew es una de las ciudades donde los índices de desocupación llegan al 12,5% y las mujeres, trans y travestis están atravesadas por la feminización de la pobreza y  la trata de personas.

A las diez de la mañana del segundo día de encuentro la mayoría de las mujeres, trans y travestis decidieron a qué taller concurrir. Algunos -como el de cultura de la violación- ya tienen más de cinco comisiones, otros -como el de activismo gorde-, reúne cientos de personas en el patio de una escuela. Ni bien termina la primera jornada de talleres, las parrillas previsoras comienzan a precalentar para un mediodía agitado. Las plazas que nunca se vaciaron se brotan nuevamente. Banderas de agrupaciones políticas, parches con consignas anti especistas, remeras y pañuelos verdes naranjas y violetas se mezclan entre sí.

Marisa corta el pan, y le quita la miga, lo unta con mayonesa de zanahoria y lo llena de verduras. Su puesto está afuera del gimnasio donde -con más de 90 feriantes- se realiza la feria gastronómica ‘al horno el patriarcado’. Son apenas las dos de la tarde y ya se quedó sin mercadería. ‘Trajimos de todo pero nos arrasó una marea verde que no esperamos’, dice mientras termina de rellenar el sándwich.

El Encuentro Nacional genera cada año en cada sede el mismo fenómeno. Se da un microclima en el cual está permitido hacer cosas que en cualquier otro momento y lugar nos pondrían en riesgo solo por el hecho de ser mujeres y disidencias. Subir al auto de extraños, alojarse en la casa de desconocidos, unirse hablando con un grupo casual de personas, adueñarnos del espacio público vestidas o desvestidas de la forma que queramos. Todos estos hitos adoctrinadores del patriarcado son burlados por la comunidad de mujeres, trans y travestis que les pasan por encima y se apropian de los estigmas para refregárselos en la cara.

Sin embargo, en Trelew la presencia policial fue clara desde antes de comenzar el evento. El poder judicial, el hospital y la librería de la iglesia fueron valladas, los micros donde venían las encuentreras fueron requisados y varios quedaron varados a la ida y a la vuelta en diferentes ciudades. Desde la semana anterior los diarios advirtieron a los y las vecinas Trelew que se abastezcan y no se acerquen al centro. Mientras estábamos reunidas, los titulares dibujaron bombas molotov donde sólo hubo redes de hermanas.

Sin pretender que el feminismo es un lecho de rosas, las diferencias internas -que existen y es necesario escucharlas- se plantearon sin acciones violentas. Durante todo el evento estuvo presente el reclamo por visibilizar la presencia de pueblos originarios que pidió que el evento sea renombrado ‘encuentro plurinacional’ y se discutió la necesidad de que pase a ser de mujeres y disidencias.

Después de comer, las pibas se acomodan en ronda sobre el pasto para abrir la cuarta o quinta birra del día. Una toma un trago y deja en el pico de la botella restos de rímel violeta empastado, le ofrece a su compañera de la derecha que repite el ritual. Una chica rubia se empantana de glitter la parte rapada de su cabeza.  El sol desaparece las camperas, las remeras se arremangan ‘todas unidas triunfaremos’, ‘que los normales sean los otros’, ‘estamos haciendo historia’ traen escrito en el frente o la espalda. Los contingentes de escuelas secundarias reparten viandas y se numeran para verificar que no falte ninguna.

A las seis de la tarde un maremoto de personas hace temblar las calles. Autoconvocadas de todas partes del país y del continente, más de 50 mil mujeres, trans y travestis caldean la Patagonia. Las vecinas salen de su casa para unirse o agitan pañuelos desde las ventanas. No existe exceso: brillos, vinchas con flores de tela, collares de plástico encimados, gorras, máscaras, trajes de murga, pieles pintadas, pelos teñidos de todos los colores enredados en trenzas. La suela de las zapatillas se choca contra el asfalto e impulsa hacia arriba los cuerpos como si el piso fuera lava. El aquelarre anti patriarcal baila y canta. Una lluvia de pañuelos verdes deja en claro que los 38 senadores percha no pudieron callar el reclamo. La “Campaña por el Derecho al Aborto Legal, Seguro y Gratuito” se hizo presente con sus integrantes históricas a la cabeza, como Nina Brugo que concurrió a todos los Encuentros Nacionales de Mujeres desde 1986 y dice que está enamorada de ellos. Diferentes partidos políticos, colegios, universidades, sindicatos y agrupaciones barriales cantaron a sus muertas y demostraron una vez más que -de ser un superhéroe- el atributo de la marea verde sería transformar el dolor en alegría.

Las 30 cuadras de marcha recorrieron la ciudad por dos horas y media. Ya sin luz, cuando la multitud comenzó a desconcentrar la policía reprimió, golpeó y tiró balas de goma a un supuesto grupo de manifestantes que estaba atacando la Iglesia.  Algunas compañeras fueron detenidas incluso cuando se encontraban cubriendo para diferentes medios de comunicación. Otros sujetos tiraron piedras contra las ventanas de los micros, entraron a escuelas y robaron pertenencias. La comisión organizadora acompañó e intentó proceder con calma.

A pesar de los disturbios la calle continúa llena. Algunas aún bailan, otras ya empacamos. En la terminal una chica toca el ukelele y otra canta, están descalzas y no parece molestarles la cantidad de personas que deambulan por la estación de micro. Corren las noticias, las pibas consultan el número de detenidas y cuando les permite la señal de celular avisan que están sanas y salvas. Aún no se consumió la rabia, el brillo, el baile, la bronca. La estela que deja el paso de la marabunta humana. Los micros se atrasan, los bolsos se enciman. Los consignas continúan en el aire tarareándose.

Antes de las once de la mañana en Trelew se decidirá que la sede del Encuentro de Mujeres del 2019 será en La Plata. Cuando nos enteramos ya llevamos medio camino recorrido hacia Buenos Aires. Por la ventana del micro entra la planicie pampeana, y por los celulares las noticias patagónicas. Nos desborda la alegría, es imposible negar que el movimiento feminista es uno de los agentes fundamentales para pensar la agenda social y política del 2019. Horizontal, plural, nutritivo y cada vez más masivo, ahora que sí nos ven.

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Dalia Cybel

Historiadora del arte y periodista feminista. Fanática de los libros y la siesta. En Instagram es @orquidiarios