El cuerpo y la belleza como arena de disputa. El deseo como autocuidado. Las voces emergentes como grito de guerra. El feminismo popular desde los márgenes. Los vínculos comunitarios como estrategia de resistencia. Los conocimientos ancestrales como acción de lucha. La organización como alianza y la diversidad como bandera: el cuarto encuentro Encuentro Latinoamericano de Feminismos, que este año se celebró en La Plata, fue una invitación a la provocación y a poner en juego experiencias múltiples para nutrirnos y volver a casa con nuevas herramientas, pero también, con más preguntas que respuestas. Un espacio que incluyó desde un taller de siestas hasta rituales mapuches, diálogos con autoras como Rita Segato y Claudia Korol, performances, proyecciones, fiestas, conservatorios que abordaron múltiples problemáticas y las voces de miles de compañeras de todos los rincones del continente.
EL ESPACIO
“No es fácil ser mujer, pero mucho menos es ser mujer, indígena y encima, activista por los derechos humanos”, apuntó la compañera Mapuche Ivana Huenelaf en una de las ruedas del Encuentro Latinoamericano de Feminismos este sábado en La Plata. Este evento, que se celebró este año por cuarta vez con la Facultad de Humanidades como telón de fondo, llegó para incomodar al feminismo hegemónico y blanco; para celebrar la multiplicidad de miradas dentro de un movimiento complejo ; y sobre todo, para articular estrategias de resistencia frente al neoliberalismo pujante.
El ELLA fue, ante todo, una fiesta: la feria, el espacio de camping en el bosque, la música, los tambores, la rancheada en el pasto, la whipala y las bandera del orgullo, los miles de pañuelos verdes y naranjas, el piberío -mucho más abundante que en el encuentro de Trelew, por ejemplo-, dieron la sensación de estar en una verdadera comuna feminista donde dan ganas de quedarse. Pero la real protagonista fue la diversidad de asistentxs. Este encuentro, habilitó un corrimiento de fronteras tanto nacionales como temporales: no solo por la circulación de experiencias de compañeras de punto diversos de América Latina y el Caribe, sino también por la revalorización hacia atrás: el resignificar y recuperar los conocimientos que nos legaron nuestras ancestras.
Aunque no es sustantivo hacer un contrapunto entre el ELLA y los Encuentros argentinos de mujeres, la comparación sirve para dimensionar mejor las particularidades de este espacio. Los Encuentros proponen talleres horizontales que invitan a reafirmarnos, poner en común experiencias compartidas y muchas veces hacer catarsis; lo cual es, definitivamente, importante. El ELLA, por otro lado, da lugar a diferentes de conversaciones donde el eje está puesta en la escucha. Las ruedas y talleres, que eran las invitaciones a dialogar, estaban moderadas por unx dinamizadora, que gestionaba la circulación de la palabra; lxs provocadorxs, por otro lado, compartían sus experiencias y reflexiones en torno a un tema junto a lxs presentxs, que también estaban invitadxs a aportar. Además, que toda la programación sea en un mismo predio facilitó que haya más momentos de mates y rancheo, necesarios y perfectos para socializar y poner en común nuevas reflexiones y fue más cómodo para lxs compas que están maternando. En otro orden de ideas, también fue interesante ver muchísima menos lógica de partidismo que en los encuentros ya que la disputa y la apuesta pasaban por otro lado.
UN ENCUENTRO PARA MUCHXS, INCÓMODO Y NECESARIO
Uno de los ejes más fuertes de la propuesta fue la incomodidad: poner en jaque el feminismo ilustrado, de claustro, blanco, privilegiado y de clase media, para escuchar, recircular y reflexionar acerca de la necesidad de revalorizar otroS feminismoS pero sin dejar de lado nuestra capacidad de unir, teniendo en cuenta los desafíos que imprimen como signo de época la lucha contra el fascismo creciente en la región. Como comentó Valquiria, brasileña y docente de escuela primaria, el feminismo blanco no las interpela, y es necesario que las compañeras negras e indígenas aborden sus luchas desde un feminismo constituido desde nuestras voces”.
Uno de los momentos más potentes fue la rueda “Como amazonas: la defensa de nuestros territorios en clave de resistencia y transformación”, donde el debate giró en torno a la “construcción de liderazgos feministas para la democratización de la economía y defensa del territorio en escenarios de conflicto y crisis del modelo de desarrollo”. En esta rueda, que comenzó con rituales indígenas ancestrales, las mujeres de pueblos originarios contaron en primera persona como enfrentan la feroz represión poniéndole el cuerpo a la defensa de sus territorios. Ivana Huenelaf, del pueblo Mapuche, relató cómo la gendarmería ensayó con ella prácticas violentas amparada en la impunidad que después terminó con la vida de Santiago Maldonado, que era su vecino cuando feriaba en el sur.
Siguiendo esa línea, la rueda “Experiencias de Feministas Populares del Abya Yala”, dinamizada por la escritora Claudia Korol, -que además presentó su libro sobre el asesinato de Berta Cáceres-, puso en relieve las vivencias de compañeras mapuches, villeras, aymaras, y de países como México, Honduras, Nicaragua, Venezuela y Brasil a la hora de defender sus territorios, y las múltiples formas de autocuidado y acuerpamiento frente a las violencias más urgentes.
Otro de los momentos más convocantes del encuentro fue la rueda «Seguimos persiguiendo justicia — HOMENAJE A CHICHA MARIANI», de la que participó la antropóloga Rita Segato. “¿Puede un estado con las cárceles que tiene hacer justicia? No se puede ser justo con una mano y cruel con la otra – cuestiono Segato- nosotrxs -lxs feministas- tenemos que estar por encima de eso. Yo quiero un mundo plural, antes de feminista soy pluralista, quiero un mundo sin hegemonía.Sin embargo, hay cosas que no son negociables como la lucha por el aborto y contra los monopolios que consideran que hay una única forma de bien” – aclaró la antropóloga-.
“Comprendí que el feminismo es, ante todo, una practica colectiva mas allá de cómo lo nombremos. El encuentro me conmovió y me situó profundamente, ubicándome en mi lugar en esta guerra de la vida contra el capital, que va desde el sur del sur hasta el norte de México, desde nuestras ancestral hasta nuestras hijas y nietas, corrompiendo toda forma occidental y patriarcal de concebir el tiempo y el espacio”, contó Valentina, una de las participantes, “por primera vez me sentí interpelada en mis privilegios, sintiendo en el cuerpo las limitaciones de nuestro feminismo blanco y urbano”.
Por la noche del sábado, la música y la fiesta distendió la jornada. En el centro Centro Cultural Olga el glitter circuló como el vino y la cerveza; los abrazos y los besos compartidos se mezclaban como los acentos al ritmo de la música de artistas brasileñas como Maria Gadu, que no necesitó más que una guitarra para conmover a lxs festejantes. Aunque no todxs hablaban portugués, el coro era unánime: Ele Nao y Marielle Presente.