«Buenas tardes para todas, todos y todes. Bienvenidas a este lugar para el ser humano y sus voces». Floresta, seis de la tarde de un martes húmedo. El discurso de apertura podría ser el de cualquier reunión en el local de alguna organización de izquierda, en una reunión de universitaries o en una Unidad Básica. Pero estamos en la Iglesia Anabautista Menonita de Buenos Aires y en unos minutos llegará el referente de la CTEP, Juan Grabois, para dar una charla a los casi cincuenta asistentes que se congregan en el lugar.
«En un momento en que se muestra al evangelismo como opositor a los derechos, nos reunimos en este conversatorio en la búsqueda de equidad, justicia y en la defensa de los derechos de pueblos». El que habla es Gerardo Oberman, uno de los expositores y miembro de la Pastoral Social Evangélica. La Pastoral surgió en septiembre de este año como un grupo de pastores, pastoras y líderes de comunidades evangélicas que buscan crear «una herramienta que acompañe la tarea social que realizan las comunidades en el territorio». La reunión con Grabois no es la primera charla con referentes políticos: ya pasaron por el ciclo el secretario general de la CTEP, Esteban «Gringo» Castro y el dirigente de Unidad Popular, Víctor de Gennaro. Inclusive algunos de sus integrantes sostuvieron un intercambio con el sindicalista Pablo Moyano.
La actividad comienza con un encendido de velas, simbolizando una época de iluminación, como la Navidad. A continuación, Gerardo agarra la guitarra, reparte un cancionero entre los presentes y entona «Profecías», del mítico disco La Biblia de Vox Dei. El rock y la religión confluyen en la iglesia de Floresta. Luego será Luis María Alman Bornes el encargado de tomar la palabra y comienza citando la frase del obispo de Recife, Helder Câmara: «Cuando doy comida a los pobres, me llaman santo. Cuando pregunto por qué son pobres, me llaman comunista».
La sala se llena de a poco con feligreses, curiosos y un importante grupo de vendedores ambulantes de Liniers, organizados en cooperativas de la CTEP. Ahora es el turno de Juan Grabois, quien comienza explicando su recorrido personal: «Vengo de clase media alta, mi mamá es católica, yo también soy católico y mi papá es judío. Siempre entendí el amor de Dios como el amor al prójimo pero cuando era joven, un poco por mis propias cosas y un poco por la hipocresía de la Iglesia, me alejé de los templos. A los 18 años, cuando salí del secundario, comencé a trabajar socialmente». Juan habla con respeto y sin soberbia: pareciera sentirse más cómodo en su faceta pastoril que unos días antes, cuando se presentó con su frente «Patria Grande – Nueva Mayoría» en el microestadio de Ferro, frente a un millar de militantes. «En 2005 lo conocí a Bergoglio. En ese entonces nos ayudó a luchar por unas escuelitas para que los hijos de los cartoneros tuvieran un lugar donde estar de noche, mientras los padres laburaban», agrega Juan, frente a una congregación que no reconoce al Papa ni a la Iglesia en su versión apostólica y romana.
Tras la presentación personal, Grabois se introdujo en el tema en cuestión: religión y política. «Uno de los objetivos de la nueva Roma, del imperio actual, es dividir y atacar la identidad cristiana de las mayorías populares. Para eso utiliza tres estrategias: primero, asociar todo lo que está vinculado con Dios con un cierto tufo retrógrado. La segunda, atacar a las instituciones religiosas que no se subordinan. Por eso atacan mucho al Papa Francisco y meten a todo el evangelismo en una misma bolsa». Y, como era de esperar, no evitó referirse al aborto: «Otro elemento es generar falsas contradicciones. En el campo popular hay concepciones distintas en torno a la Interrupción Voluntaria del Embarazo y se ha utilizado eso muy hábilmente y de manera deliberada para crear divisiones que tapen la catástrofe social que provoca el gobierno. Pero para alcanzar la unidad hay que encapsular ciertos temas y tolerarnos mutuamente con amor», expresó el dirigente del Movimiento de los Trabajadores Excluidos (MTE).
Por último, Grabois se refirió con preocupación a lo que entiende como una idea bastante extendida en el campo evangélico: la «Teología de la Prosperidad». «Nunca le llevé el apunte a este concepto hasta que escuché a Durán Barba reivindicarla. Dice que si vos sos bueno individualmente, Dios te va a premiar en la tierra. Y lo peligroso es que si el que actúa bien merece un premio, se justifica que el que hace algo mal pueda recibir un castigo, incluso la muerte. Es la meritocracia pero usando a Dios. Y Jesús en el Evangelio es muy claro: uno tiene que dedicarse a los otros», concluyó Grabois.