«A mi hija terminaron de violarla los jueces con la condena que le dieron»

El movimiento feminista realizó otro paro de mujeres, travestis y trans, luego del fallo dictado por el crimen de Lucía Pérez. La numerosa convocatoria exigió cadena perpetua a los acusados y perspectiva de género dentro del Poder Judicial.

La imagen es de Tribunales, pero podría haber sido Trelew hace un par de meses o Resistencia el año anterior. En la ciudad de la furia, a metros de donde confluyen 3 líneas de subte, se sucede un simulacro efímero del encuentro pluri-nacional de mujeres travestis y trans, un ensayo -tal vez- de lo que será La Plata el año que viene. Hace calor y la plaza está tomada por mujeres, travesti y trans, que esperan para encolumnar. Juegan a las cartas, toman mate, cantan. Muchas dejan que el helado se les derrita en la boca como el verano que se acerca. A la hora pautada ya hay una multitud que se acrecentará con el paso de la tarde. El grupo supera ampliamente al que se movilizó el viernes pasado en contra del G20.

El 19 de octubre del 2016 fue el primer paro de mujeres. La convocatoria, surgida después del asesinato de Lucía Pérez, reunió a cientos de personas en la 9 de Julio, bajo la lluvia. Durante estos dos años después el movimiento feminista tuvo un crecimiento exponencial, logró invadir los medios de comunicación hegemónicos, las cenas familiares, los recintos políticos y los armados sindicales.  Ayer una multitud se volvió a congregar por Lucía luego de que el Juzgado N°1 de Mar del Plata determine que no hubo abuso sexual por parte de ninguno de los tres imputados. Eran más y había sol.

El Obelisco se pierde entre miles de personas, una reacción sorprendente ante la convocatoria lanzada el mismo lunes, luego de la asamblea en la Central de Trabajadores de la Economía Popular. La fecha la propuso la madre de Lucía, Marta Montero, que vino desde Mar del Plata con su hijo mayor, Matías Pérez. El movimiento feminista difundió el mensaje como si fuese dinamita: “Miércoles 5 de diciembre, otro paro de mujeres”.

“Mi hija fue violada post mortem, la violaron hasta matarla, la drogaron hasta matarla. Farías en un relato dice que estaba teniendo sexo con Lucia mientras dejaba de respirar. Pero los que terminaron de violarla fueron los jueces con la condena que dieron.- Dice Marta desde arriba del escenario montado en Plaza de Mayo, dando la espalda al edificio de Gobierno- Los 4 o 5 señores feudales de Mar del Plata apañaron a los imputados. Después del femicidio de Lucía murieron 7 mujeres más en de Mar del Plata, una ciudad de 700.000 habitantes donde no hay una fiscalía especializada ni estadísticas, pero el intendente Carlos Arroyo opina que la violencia de género es una moda”.

La plaza tiembla, se deshace en aplausos. Marta Montero exige perpetua para los asesinos de su hija y enfatiza en el rol de la justicia patriarcal sin perspectiva de género. “Deberíamos hacer una colecta para mandarle al Tribunal número 1 de Mar del Plata, -a los jueces Facundo Gómez Urso, Aldo Carnevale y Pablo Viñas-, un módulo sobre violencia de género, donde le aclare las leyes y tratados internacionales, porque no los cumplieron a ninguno. Cuando fue Laureana Malacalza, coordinadora del Observatorio de Violencia de Género en la provincia de Buenos Aires a hablar los jueces se les reían, ‘Tenemos una gobernadora mujer, tuvimos una presidenta mujer, ¿Acaso las mujeres no tienen los mismos derechos que los hombres?’», dijeron.

Abajo del escenario, el colectivo Ni Una Menos y la “Campaña por el Derecho al Aborto Legal Seguro y Gratuito” se hacen cargo de la organización. En primera fila acompañan la diputada Victoria Donda, la dirigente Vilma Ripoll, Nina Brugo y Gustavo Melmann, padre de Natalia, asesinada hace 17 años por tres miembros de la policía de Miramar. Luego llegará Nora Cortiñas, quien subirá al escenario a pronunciar su acompañamiento. Apenas más atrás, los móviles de televisión insisten en acercarse. El cordón de seguridad no cede y los periodistas retrucan: “estamos transmitiendo para todo el país, si no nos dejan pasar nos vamos”. Las pibas no reaccionan a la chicana pero tampoco se mueven, no ceden ni un centímetro al amarillismo de los medios hegemónicos de comunicación.

“El narcotráfico de Mar del Plata pagó por ocultar la muerte de Lucía, compraron a jueces y a los peritos con la plata de Offidiani.»- sostuvo Marta haciendo referencia al padre de uno de los imputados, reconocido escribano marplantense-  «Tuvimos dos años de lucha y nos encontramos con este fallo, ahora hay autos de alta gama vigilando mi casa, nos rompen los vidrios y nos pinchan las ruedas, ellos creen que nos van a derrumbar pero no lo van a hacer”.

Aunque el rostro de la joven de rastas y ojos achinados se multiplica en la marabunta, sobre el pecho de Marta parece reencontrar su espacio habitual. El pañuelo fucsia contrasta sobre la remera negra lisa y desde el torso de su madre Lucía, la piba marplatense de 16 años que quería ser veterinaria, conoce finalmente la Ciudad de Buenos Aires.

Matías Pérez escucha en silencio y sólo interrumpe a su madre para decirle que en Mar del Plata ya son 20 mil los movilizados. No se quiebra aunque parece temblar por dentro, y sólo antes de finalizar el acto toma la palabra:  “En el proceso expusieron toda la intimidad de Lucía y se espantaron de que ni yo ni mis papás la conociéramos, como si toda persona no tuviera derecho a su privacidad. La hicieron quedar como una puta falopera, y aún si fuera así igual no merecía morir”.

Entre agradecimientos Marta Montero se despide. “Gracias por estar y ser la voz de Lucía, siempre que me abrazan siento que me abraza ella”, dice, mientras su voz se descompone en ondas de sonido y se expande por los parlantes. Sobre el asfalto, apenas un poco más abajo del medio metro que eleva el escenario, las pibas se sorben mocos y se escurren las lágrimas para continuar sus rutinas, más o menos compuestas, hermanadas, en manada.

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