Marcelina Meneses: del discurso al acto, así mata la xenofobia

En enero del 2001, en medio de la profunda crisis económica y social que estallaría meses después, Marcelina Meneses y su hijo fueron empujados a las vías del tren. A 18 años de ese crimen de odio que todavía impune, se sigue celebrando el día de la mujer migrante cada 10 de enero en su memoria.

El 10 de Enero del 2001 Marcelina Meneses y su hijo fueron asesinados por la xenofobia. Marcelina tenía 31 años y hacía cinco había llegado a nuestro país desde Bolivia. Ese día había tomado el tren Roca junto con su bebé Alejandro Josua Torres rumbo al hospital Finochietto, en Avellaneda. Cargaba algunos bolsos con los que, al doblar la formación, tocó a otro de los pasajeros. En ese momento el hombre al que había rozado reaccionó al grito de “¡Boliviana de mierda! ¡No mirás cuando caminás!”. Cuando Julio Cesar Gimenez, el único testigo que aceptó haber visto el hecho, intentó mediar el pasajero continuó: “Qué defendés vos, si estos bolivianos son los que nos vienen a quitar trabajo. Igual que los paraguayos y los peruanos”. Lo que sucedió después fue cuestión de segundos, un tumulto de gente, un guardia de seguridad, más dichos xenófobos y el tren entrando a la estación Avellaneda, desde donde Marcelina fue arrojada a las vías.

“Fue una cosa de segundos. Se había sumado otra gente. Hubo más insultos y escucho que uno que estaba de ropa de Grafa le dice a un compañero: “¡Uy, Daniel, la puta que te parió, la empujaste!”, reconstruyó Julio Cesar Gimenéz en los diarios días después.

El asesinato de Marcelina sigue impune, 18 años después. Luego del accidente, la familia buscó testigos pegando carteles en los vagones del tren Roca que la misma empresa concesionaria, Transportes Metropolitano Roca (TMR), mandó a arrancar. Giménez contestó y TMR intentó sobornarlo para que cambiara su discurso.

“Los migrantes ya venían teniendo problemas, porque siempre que hay crisis los utilizan como chivo expiatorio”, explica a El Grito del Sur Reina Torres, cuñada de Marcelina y directora del Centro integral Marcelina Meneses. El paralelo con la situación actual lo trazó la Comisión Argentina para los Refugiados y Migrantes (CAREF): “En momentos como estos se fortalecen los discursos que culpabilizan a las personas migrantes por la precarización de las condiciones de vida encubriendo así las verdaderas razones del empobrecimiento de grandes grupos de la sociedad. Funcionarios públicos de distinto nivel con la anuencia de los medios de comunicación inventan “amenazas” y crean chivos expiatorios representados en la figura del y la migrante” manifestó el comunicado de la ONG con fecha de un nuevo aniversario.

La familia de Marcelina, pese a que la causa se cerró, continuó la lucha en su memoria y logró que el 10 de enero sea declarado por la Legislatura Porteña como “El día de las Mujeres Migrantes”, a partir de la sanción de la Ley Nº 4409, en 2012.

Marcelina y su bebé.

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El Centro Integral de la Mujer Marcelina Meneses funciona desde hace cuatro años en la antigua casa de la joven boliviana asesinada, en Ezpeleta, zona sur de la Provincia de Buenos Aires. En agosto de año pasado, desde el centro se presentó el expediente para que la ley 4409 se extienda a nivel provincial y nacional, junto diputadas como María Raggi, quien impulsó la ley en 2012, y Mayra Mendoza.

En el «Centro Integral Marcelina Meneses” se dan charlas sobre salud, género, violencia obstétrica, diversidad sexual y xenofobia con la idea de acercar herramientas a la población de zona sur. También brinda asistencia psicológica gratuita, cursos de quechua  y formación profesional para adultos. Uno de los gestos fundamentales son los talleres sobre discriminación y xenofobia que dan en escuelas y clubes de barrio.

«Sabemos que ahora nuevamente están usando a los migrantes como chivo expiatorio», cuenta en diálogo con este medio Reina Torres. «Da bronca porque llevamos 18 años, desde la muerte de Marcelina trabajando para desmitificarnos. Sin embargo, en este tiempo logramos articular con otras organizaciones para estar más acompañados».

Reina hace hincapié en que es fundamental que las organizaciones de migrantes funcionen como redes de contención pero integrándose a la cultura argentina. «Como dice la Constitución todos los ciudadanos argentinos tienen las mismas obligaciones y derechos. También tenemos que pensar en nuestros hijos, que son locales pero de familias migrantes y por eso tienen muchos miedos», dice.

Reina cuenta, además, que el cierre de las escuelas nocturnas agudiza más la perdida de calidad de vida de los migrantes. «Mi madre no hizo primaria ni secundaria, mi padre solo algunos años de primaria. Cuando estaba acá el plan Fines muchos adultos aprovecharon para terminar sus estudios y estaban contentos por que era algo pendiente que tenían», sostiene.

Con respecto a la violencia de género Torres explica la difícil realidad del cruce entre ser mujer y migrante. “Las migrantes tienen aún más dificultades en cuestiones de género que las locales. Cuando una mujer migrante sufre violencia de género tiene más miedo de hablar porque muchas veces no tiene otra familia que la pueda apoyar. Si denuncian las única respuesta del gobierno son refugios donde las aíslan o también las discriminan. Aparte hay muchas mujeres migrantes que piensan que no tienen derecho a acceder a los métodos anticonceptivos que son gratuitos en este país. Al machismo intrínseco de algunas culturas, como la boliviana y la paraguaya, donde el hombre exige como pacto de fidelidad que no te cuides, se le suma la discriminación del sistema de salud”.

La pregunta final resuena, se repite en diferentes contextos y aún parece políticamente incorrecta ¿Cómo se destierra la idea de que los migrantes no quieren trabajar? “Viendo la realidad”, contesta Reina. “¿Quienes son los que están cosechando? ¿Quién está en la costura? ¿Quién está en la construcción? en cada sector que maneja la economía está la población migrante. La mayoría de la gente viene a probar suerte y después se queda pero quieren trabajar, nadie dejaría su lugar si pudiera elegirlo. El migrante aporta, pero hay que recordarlo por que sino en la desinformación nace la xenofobia”.

 

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