¿Y después del escrache, qué?

El suicidio de un chico en Bariloche, acusado de acoso, es la punta de lanza de muches para opinar que “antes de accionar hay que esperar a la Justicia”. Pero, ¿qué justicia? ¿El escrache no es también una forma de justicia? ¿En qué se diferencian? ¿Podemos avanzar más allá del punitivismo y la expulsión social del acusado?

Juan Pablo Cuciniello es militante de «Mala Junta» y forma parte de la organización del Encuentro Latinoamericano de Varones Antipatriarcales (ELVA). Desde El Grito del Sur lo invitamos a reflexionar sobre el «después» del escrache y pensar de qué manera deconstruir nuevas masculinidades superando la expulsión social del acusado.



Martes primero de enero, 00:45 horas, mesa familiar.  La charla va y viene sin mucho conflicto, hasta que aparece el tema rupturista: El suicidio de un chico en Bariloche, acusado de acoso. Es la punta de lanza de muchxs para opinar: “antes de accionar hay que esperar a la Justicia”, pero ¿qué justicia? ¿El escrache no es también una forma de justicia? ¿En qué se diferencian? ¿Podemos avanzar más allá del punitivismo y la expulsión social del acusado?

El debate sobre la legitimidad del escrache como justicia es fundamental. El escrache es una forma de generar un impacto social que aparece como un parche a la justicia formal, cuando ésta última falla dejando a las víctimas desamparadas. El caso más cercano en el tiempo es la sentencia en el juicio de Lucía Pérez, en el que todos los acusados fueron absueltos. Lucía es violada y asesinada una y otra vez por la Justicia con mayúscula -la que dicen legítima-, acusada de estar donde no debía y juntarse con quienes podían lastimarla. La culpa siempre es de ella.

Si la justicia es un relato, entonces es disputable. Si es disputable, hay más de una forma de resolverlo. El escrache, entonces, es otra forma de resolución: es la justicia construida desde abajo. Pero también es un arma de doble filo, permite dar luz sobre injusticias, pero no tiene ningún tipo de orden ni formalidad más allá de los controles morales que la misma sociedad tenga. No plantea nada más allá del escrache, no hay una resolución. Y en este último punto creo que tenemos nosotros, los varones, empezar a trabajar.

Es momento de hacernos cargo y dejar de exigir a las pibas que nos digan qué hacer, es el momento de tomar la posta y construir en nuestros espacios, que nos involucren activamente, para terminar con la dinámica de “si ellas no me dicen yo no hago nada”.

Entonces, ¿qué hacemos con los escraches y el punitivismo como forma de justicia? Primero que nada, construimos espacios donde podamos avanzar más allá de la culpa y los señalamientos entre nosotros. La culpa, como dice Marlene Wayar, nos inmoviliza y no nos deja resolver nada. La culpa congela, la responsabilidad activa. Tenemos que trabajar en espacios propios, de varones, no porque no veamos a las compañeras como sujetas necesarias para nuestra construcción, sino para romper con la dinámica de pedirles que nos expliquen. La tarea, es nuestra, asumiéndola con responsabilidad y seriedad política.

En segundo término, tenemos que trabajar en dispositivos que permitan poder interpelar a los varones en su mayoría, sea cual sea su historia. Si creemos que todos los varones tenemos una historia común de usufructo de nuestros privilegios, entonces nadie está exento de nada. Es necesario hacernos cargo y construir algo nuevo a partir de esas historias. Ese proceso no puede caer sobre los hombros de algunos, es un trabajo colectivo. Muchas veces las disidencias construimos el puente entre ambas identidades, varones y mujeres, y terminamos siendo simplemente un nexo invisible. Amigues pakis, es su hora, háganse cargo de su historia y construyan con nosotros este lugar.

En tercer punto,  hay que dar un corrimiento en algunos casos sobre qué es y qué hace la modalidad “escrache” y advertir los peligros de usar el escrache de manera indiscriminada y para todas las violencias. Esto de ninguna forma puede ser un paliativo para nosotros, tiene que ser más bien un punto de referencia para entender cómo podemos avanzar de manera honesta, no matando a los pibes que caen hoy, para descartarlos persiguiéndolos de manera hipócrita. Ese pibe mañana, sin dudas, podemos ser nosotros. Aplaudir el escrache para esconder nuestras mierdas, señalar allá para que no nos vean acá es completamente destructivo e inútil.

La invitación está abierta: no hay formas correctas de construir lo que no existe. Vamos a equivocarnos, vamos a errar, vamos a tener dudas, conflictos y diferencias. Viva todo eso. Si sirve para no ser más esta humanidad, viva. Los espacios son los mismos que ya tenemos, nuestro whatsapp de fútbol, nuestros espacios del barrio, nuestras reuniones de militancia. Rompamos con la complicidad machista, construyamos otra realidad.

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