¿Cuánto mide el tiempo?

El primer libro traducido al castellano del físico y cineasta francés Olivier Marchon se presenta el próximo 4 de febrero.

Relojes. Andrés Wittib. 22 de enero de 2018

En 30 de febrero (Ediciones Godot), Olivier Marchon compila una serie de curiosidades, paradojas y anécdotas sobre la medición del tiempo, así como los métodos y sistemas empleados por distintas sociedades a lo largo de la historia y el afán por manipularlo: «Nombrar el tiempo, contarlo, brinda la ilusión de que lo controlamos y permite tal vez ahorrarnos la pregunta angustiante sobre su esencia». El tiempo, entre otras definiciones posibles, es visto como un objeto político: «…hay que ocuparlo, poseerlo, para controlar mejor los espíritus».

Las historias que narra Marchon son las disputas que se establecieron en torno a la búsqueda del calendario ideal, el periplo que desde el antiguo Imperio romano hasta la actualidad pasó de tener como referencia a los astros y el curso del sol para ir alejándose cada vez más del cielo e ir acercándose a la relojería y en nuestros días, a la informática. En ese largo viaje en que la cultura cristiana occidental logra imponer su calendario a lo largo y ancho del mapa, se sucedieron cambios de eras, de estilos de calendarios, contiendas entre países, religiones e imperios, revoluciones, avances, retrocesos y sinsentidos que derivaron en una organización armoniosa para el conjunto de los países.

Sumergirse en el libro de Marchon, físico y cineasta francés, es entender que los calendarios que miramos todos los días —sea en la agenda de papel o en el celular, en la computadora, o en uno colgado en la pared— tienen una historia y un proceso de invención, que los meses no siempre siguieron el mismo orden cronológico ni tuvieron los mismos nombres, que no siempre los años comenzaron un 1˚ de enero y no todos tuvieron 365 días (o 366), y que incluso, como lo indica el nombre del libro, existió un 30 de febrero, en Suecia en 1712.

Con humor, agudeza y agilidad, el autor despliega una impresionante y divertida investigación en la que explica la evolución de la medición del tiempo. Así, nos enteramos de que el año 46 a. c., en Roma, fue el más largo de la historia, con 445 días (denominado «año de la confusión»), producto de una transición hacia el nuevo calendario «juliano» —en honor a Julio César, emperador de la ciudad— y que este calendario luego sería reemplazado por el gregoriano —que toma su nombre del Papa Gregorio XIII— aunque los pueblos protestantes y ortodoxos tardarían al menos un siglo en incorporarlo y que para hacerlo tuvieron que suprimir al menos diez días de su calendario, pasando por ejemplo del 17 de febrero al 1 de marzo.

La forma de proceder del autor para la narración es anclar una anécdota a cada invención o suceso, de este modo, para contar cómo se establecieron los husos horarios en los Estados Unidos —en estrecha relación con el desarrollo del ferrocarril—, Marchon nos introduce en lo que la prensa de 1883 dio a conocer como el «domingo de los dos mediodías», ya que los estadounidenses debieron retrasar su reloj, posibilitando dos veces el paso de las agujas por la hora del almuerzo. Así, 30 de febrero se puede leer como un variopinto listado de anécdotas: el hombre que bailó

durante doce días, la mujer que muere la noche entre el 4 y el 15 de octubre, el Rey sueco que muere por glotón, el festejo del año 2000 siete años después en Etiopía, o la coincidencia entre las muertes de Shakespeare y Cervantes, quienes mueren el mismo día, 23 de abril, pero no en la misma fecha, debido a la utilización de distintos calendarios.

Relojes. Andrés Wittib. 22 de enero de 2018

Pero Marchon también se interesa por el establecimiento de las horas en los países, contando —de modo análogo a los calendarios— que no siempre la hora constó de 60 minutos, habiendo horas de 40 y de 80 minutos, que el reloj se inventó en el siglo XIII y que los franceses nunca modificaron el horario que los alemanes impusieron durante la ocupación en 1940. Capítulos aparte merecen la implementación del meridiano de Greenwich como «hora cero» —precedido por una ardua disputa entre ingleses y franceses— y la línea de cambio de fecha sobre el Pacífico que divide, en el norte, al archipiélago Diómedes en dos islas, situadas cada una en una fecha distinta.

En la actualidad, advierte Marchon, los desafíos en cuanto a la medición del tiempo siguen vigentes. En la era de hiperconectividad y digitalización comienza a hablarse de «el límite del tiempo informático» o lo que se conoce como «el problema del año 2038», momento en el cual los relojes internos de los sistemas informáticos que hoy determinan la vida moderna —satélites, sistemas militares, instrumentos bancarios, Internet— alcanzarían su tope, lo cual promueve, al igual que en el año 2000, una nueva predicción sobre el «fin del mundo». Esta vez, al menos, podemos saberlo con exactitud: será el martes 19 de enero de 2038 a las 3 horas, 14 minutos y 7 segundos.

Relojes. Andrés Wittib. 22 de enero de 2018

 

Ficha del libro

Título: 30 de febrero y otras curiosidades sobre la medición del tiempo

Autor: Olivier Marchon

Editorial: Godot

Año: 2018

Páginas: 151

Ediciones Godot realiza la presentación del libro junto al autor el lunes 4 de febrero en la Casa de la Cultura, Lavalleja 921.

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