8M: haciendo la tierra temblar

Por tercer año consecutivo, el Paro Internacional de Mujeres, Lesbianas, Travestis y Trans se sucede en paralelo en cientos de lugares del mundo. En Argentina, durante el año electoral, una cosa es innegable: ya no se puede pensar política sin feminismo.  

Fotos: Nadia Petrizzo

Un grupo de seis adolescentes come medialunas del paquete, paradas en la esquina de Sarmiento y Bartolomé Mitre. Todas llevan pañuelos verdes, una tiene el pelo teñido de naranja intenso. Cuando las facturas se acaban, van hacia Callao y son deglutidas por la marabunta.

Un grupo de artistas gráficas pasa por enfrente. Llevan sus pegatinas y botellas llenas de engrudo, esa mezcla pegajosa de agua y harina con la que rápidamente barnizan la pared. La brocha sube y baja, aplastando el papel que se humedece y transparenta. En el muro, las partes de la imagen se juntan como un rompecabezas: dos chicas jóvenes se abrazan, de risa o de llanto.

Fotos: Nadia Petrizzo

Por tercer año consecutivo, el paro de mujeres, lesbianas, travestis y trans se sucede en paralelo en cientos de lugares del mundo. Los movimientos feministas, a pesar de sus diferencias internas, muestran su potencia innegable. En Argentina el paro es también contra la subejecución del presupuesto destinado a prevenir la violencia de género, contra el endeudamiento con el Fondo Monetario Internacional, por la educación sexual integral y para que el Estado Nacional salde su deuda pendiente con los cuerpos gestantes: el aborto legal, seguro y gratuito.

La calle está tomada. Las afro, las indígenas, las troskas, las kirchneristas, las gordas, las trabajadoras de la economía popular, las actrices, las lesbianas, les trans y travesti, las punks, las darks, las murgueras, las docentes, las taxistas.

Más temprano, en la plaza Roberto Arlt, también se juntaron quienes no pueden marchar. ‘Discas, vagxs y locxs’, como eligieron nombrarse, problematizaron qué sucede cuando no se puede cumplir el mandato de ‘poner el cuerpo’.

Les manifestantes se multiplican por segundo, perturbando a quienes entran y salen de las oficinas, a quienes quieren volver a sus casas, a quienes van de after. La 9 de Julio, la avenida más ancha de Latinoamérica, quedó angosta. Las migrantes, las productoras audiovisuales, las indígenas, las abolicionistas y las putas, las trabajadoras de ciencia y tecnología están juntas.“Y al novio lo dejamos en casa”, dice un grupo de mujeres entre risas, reactivando el debate que persiste años a año sobre la participación o no de los varones en la marcha.

‘Empanadas 25 pesos, el misoprostol es gratis’ anuncia el cartel de una de los muchos ambulantes que ofrecen birra, agua, brownies veganos, panes rellenos ‘¿En el gobierno de Cambiemos las mujeres donde están?’ canta la multitud, el mismo día que el Gobierno -en una ingeniosa estrategia de marketing- decidió aprobar la reglamentación de la ley de Paridad de Género en ámbitos de representación política, un proyecto presentado en diciembre de 2017.

Fotos: Nadia Petrizzo

Las artistas visuales llevan una trenza enorme de tela verde, un gusano ondulante al que levantan entre muchas. Verde aborto, verde libertad, como las pecheras de las integrantes de la Campaña por el Derecho al Aborto Legal, Seguro y Gratuito que caminan enfiladas detrás de su bandera. La manifestación tiene color, olor, sabor, sudor. La avenida Rivadavia se atraviesa de a poco y con dificultad.

En diferentes ciudades del país la potencia colectiva se reproduce recordando que se trata de un movimiento federal y plurinacional. En año electoral, una cosa es innegable: ya no se puede pensar política sin feminismo.

Fotos: Nadia Petrizzo

En nuestro país, a los 48 femicidios y los 16 travesticidios sucedidos en lo que va del 2019, se suman los datos de la feminización de la pobreza que ahoga a las jefas de hogar. Según las Mujeres Sindicalistas de la Corriente Federal de los Trabajadores, el 36% de las mujeres que trabaja lo hace ‘en negro’, sin ningún tipo de derechos laborales. Además, los índices de desocupación son 2,6% mayores que sus pares varones, a lo que hay que agregarle el trabajo doméstico no remunerado, que en el caso de las mujeres es el doble del tiempo que el de los hombres.

La asamblea nacional de trabajadoras corea: ‘Hernán Lombardi la yuta que te parió’ frente a las cámaras del móvil de Crónica TV. Las columnas se suceden. No hay orden ni busca haberlo. Después de la 9 de Julio hay un respiro de gente y más puestos de patys-chori-bondiola.

Un grupo de jóvenes busca baños públicos o privados que se dejen prestar, hacen la fila y mientras tanto hablan de escrache o justicia social. Las músicas feministas tocan y cantan. La columna de ‘Infancias Libres’ llevan carteles visibilizando que les niñes trans también abortan.

‘Hartos de endeudarnos para mantener chetos’, dice un cartón marcado con tinta negra. Si algo dejó en claro la marcha, es que el movimiento feminista que sale a la calle se posiciona en la vereda de enfrente del gobierno neoliberal. Un Estado que recientemente anunció una partida de 1.300.000 pesos para que diferentes organizaciones antiderechos intervengan en la “Red Nacional de acompañamiento a la mujer con embarazo vulnerable”.

Los $11 pesos por mujer destinados al INAM (Instituto Nacional de la Mujer) son una muestra de la indiferencia estatal frente a la violencia machista, pero no la única. Según el Registro Único de Casos de Violencia contra las Mujeres (RUCVM), entre 2013 y 2018, se registraron 576.360 casos de violencia hacia las mujeres y 571 mujeres presentaron más de diez solicitudes de atención.

Fotos: Nadia Petrizzo

‘Absolución para Higui’ pide en letras negras de molde un pasacalles de “La Poderosa”, ‘Salarios para las cocineras de los comedores’, exige otro. Las villeras montaron un acampe que resistió tres días y dos noches frente al Congreso Nacional. Son ellas, las que formaron los movimientos piqueteros, quienes hace décadas resisten en los territorios, en manadas, generando cooperativas, compartiendo lo que consiguen, levantando comedores, alimentando hijes propios y ajenos.

Cuando la columna de las trabajadoras despedidas del INTI llega a Plaza de Mayo, la multitud las aplaude. Una chica rapada apoya la cabeza sobre el hombro de otra, el cansancio empieza a sentirse pero los gritos persisten. ‘Aborto legal en el hospital’ se repite como mantra, eso que les negaron los 38 senadores cuyas bancas volverán o no a renovarse en octubre.

A las ocho y media de la noche más de 100 mil personas se apropian del espacio público. Sobre el escenario ubicado al costado de la Pirámide de Mayo, una compañera trans, una afro, una de pueblos indígenas, una activista gordx, una integrante de trabajadoras en lucha y Taty Almeyda, madre de Plaza de Mayo, leen el documento oficial.

“En este paro recogemos la historia de todos los paros históricos del movimiento feminista y la hacemos nuestra, porque estamos en primera fila contra las derechas reaccionarias, los planes neoliberales y la injerencia de los gobiernos imperialistas (…) . Desde el feminismo estamos construyendo nuestro movimiento contra todas las formas de crueldad con que el capitalismo quiere disciplinar nuestras desobediencias”  

La tarde se despide y la noche se tiñe de rabia. Baja la temperatura y les manifestantes se amuchan para combatir el viento. Es 8 de marzo y en las calles de vuelta hay miles haciendo la tierra temblar desde su centro.

Fotos: Nadia Petrizzo
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Dalia Cybel

Historiadora del arte y periodista feminista. Fanática de los libros y la siesta. En Instagram es @orquidiarios